sábado, 2 de junio de 2012

LUIS BETANCOURT OTEYZA, DESAHOGO POR CAPRILES Y LA INSEGURIDAD

Estimados amigos: Creo sinceramente que la campaña del candidato Capriles ha tomado un giro necesario e indispensable. Tenemos que saludar este esfuerzo y acompañarlo. 
Un triunfo del chavismo el 7 de octubre no es sólo una derrota de Henrique Capriles Radonsky, como lo fueron otras derrotas de candidatos democráticos  de nuestra simpatía: perdieron pero no perdimos con ellos nuestra libertad ni nuestro derecho a luchar por mejorar nuestro futuro en nueva oportunidad posterior; ahora su derrota será nuestra derrota y perderemos nuestra patria, nuestra libertad y nuestra oportunidad a un futuro. 
Por eso nos es tan cara esta oportunidad electoral, abstracción hecha de la posibilidad de una pronta muerte de Chávez, en la que creo, que hará imposible las previstas elecciones de octubre. 
Henrique Capriles Radonsky, el candidato de la Democracia, acaba de plantear con claridad y firmeza la disyuntiva ante la que estamos situados los venezolanos de buena voluntad cara a las próximas elecciones. En efecto, el 7 de octubre de este año no sólo escogeremos un nuevo presidente sino que escogeremos, como bien dijo él, entre la vida y la muerte; escogeremos entre el odio y la caridad, entre poder confiar en un futuro o resignarnos a ser pasto de la violencia. La dramática situación que estamos viviendo, con más de 160.000 homicidios durante la gestión del chavismo, no puede continuar y hay que hacerle frente como lo propone Capriles: con audacia, carácter y experiencia.
Se ha propuesto convocar a los más experimentados en materia de seguridad y se está haciendo para enfrentar de verdad el flagelo más terrible que nos azota; pero hay que identificar bien las causas de la violencia que ciega vidas con desparpajo y una de ellas es sin lugar a dudas el mensaje de odio y resentimiento que exhala Hugo Chávez. Tan solo en el día de ayer, durante su fugaz aparición destinada a dar testimonio fallido de recuperación del mal irremediable que lo acogota, el tirano se explayó en manifestaciones de resentimiento social y familiar que hasta ese día no había proferido. Llamó a la envidia y al reconcomio, al falso desquite social; apeló a los bajos sentimientos de sus acólitos, a la revancha contra aquellos que trabajan honestamente por sus familias acusándolos otra vez de “privilegiados” sólo por haber mejorado sus vidas con su esfuerzo. Llamó al saqueo criminal e incentivó el despojo y el arrebatón, como se ejecuta en estos días particularmente en la caraqueña zona de Catia contra comerciantes y vecinos, víctimas de la envidia y la demagogia más perniciosa. Invocó el odio como instrumento rector de sus huestes, siguiendo la orden de uno de los asesinos más crueles y encarnizados de nuestra América, Ernesto Ché Guevara, que exclamó:“Es preciso, por encima de todo, mantener vivo nuestro odio y aumentarlo hasta el paroxismo. Odio como factor de lucha, odio intransigente al enemigo, odio capaz de llevar al hombre más allá de sus límites naturales y transformarlo en fría selectiva máquina de matar”…Eso fue lo que oímos y vimos de un Chávez amargado por su destino inmediato: odio por la vida que a él se le escapó.
La actitud de Capriles indica que le ha tomado el pulso a la desesperación del pueblo y se está llegando a las consignas que la sociedad civil, que elige y tumba gobiernos, está añorando. Se está hablando de lo que más le molesta al chavismo. De libertad, de democracia, de derechos de la población; de los derechos de expresión, de propiedad de todos, pequeños, medianos y grandes; de todos los que dan empleo y prosperidad. Se está hablando de respeto a los ciudadanos y a sus policías; se está hablando de respeto a la vida y al derecho, que son inseparables. Esta actitud es la que suma voluntades y corazones, corazones que hacen falta para la lucha que se avecina, donde hay que dar la lucha en la prensa y medios pero también en las calles, en los campos, fábricas y en los cuarteles, por la ley y la justicia. Ya lo dijo el escritor Anatole France: “Nuestro éxito no está asegurado por nuestro propio mérito, sino que depende mucho de la gente que combate a nuestro lado”.
Este es el camino porque no hay progreso sin justicia ni libertad, y a la dictadura de Chávez hay que derrotarla con ideas que llamen a la superación de la sociedad y no a su engreimiento o manipulación. Estamos convocados a una confrontación y no podemos eludirla. Una confrontación por nuestros hombres y mujeres, por nuestros niños y ancianos, por la paz, que no es posible sin la justicia, combatiendo la impunidad y el atropello de los resentidos y enemigos del futuro que todos merecemos ¡Vamos bien!
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