viernes, 1 de junio de 2012

FERNANDO MIRES, CHILE: SE BUSCA UN CULPABLE

De pronto, sin que nadie lo pidiera, contradiciéndose a sí mismo,cuando siendo presidente y con lágrimas en los ojos pidiera perdón a su nación por errores cometidos antes del sangriento golpe, y a una edad que más pertenece a los muertos que a los vivos, Patricio Aylwin ha hecho declaraciones al diario El País. En ellas afirmó que Allende realizó un mal gobierno y cayó por las debilidades de su gente, subrayando que Carlos Altamirano fue uno de los responsables en el deterioro político de la UP ¿Por qué dijo eso Aylwin tantos años después?
Evitaré responder a esa pregunta con el recurso fácil que alude a la ancianidad de Aylwin. Ese recurso, además de irrespetuoso, es infundado. Durante la ancianidad aparecen enfermedades, pero la ancianidad no es una enfermedad. Más cerca de la muerte que de la vida, podemos alcanzar esa lucidez sólo posible en quienes no temen por un futuro que casi ya no se tiene.
Político de vieja escuela, todo lleva a pensar que la de Aylwin fue una clásica jugada de bajo nivel. Pues, si Allende era atacado, sólo cabía esperar que la izquierda chilena, de acuerdo a una reacción “pavloviana”, saliera en defensa de su mito histórico, profundizándose así la fisura con la Democracia Cristiana (DC) la que, en opinión de algunos comentaristas, deberá llevar, más pronto que tarde, a la constitución de un centro político formado por la DC y la Renovación Nacional de Piñera. Esa opción es probablemente favorecida por Aylwin. De ahí su “movida”.
Naturalmente las reacciones no tardaron en aparecer y, como es  típico en Chile, de acuerdo a un libreto hamletiano mediante el cual los hijos vindican de modo casi patológico a la memoria de sus padres.
El hijo de Altamirano, Juan Carlos, defendió a su padre y atacó a la Democracia Cristiana. La hija de Allende, Isabel, hizo lo mismo. Y por si fuera poco, el hijo de uno de los asesinos del 11 de septiembre chileno, el general Arellano Stark, también estimó conveniente defender a su padre, afirmando que el ex-presidente Eduardo Frei Montalva había sido miembro de la conjura golpista. Se espera entonces que Eduardo Frei Ruiz Tagle entrará pronto a defender a su padre y, quizás, hasta la señora Bachelet al suyo. En breve: en Chile ha sido desatado un debate que nadie tenía en la agenda. Bienvenido; debatir es siempre bueno. Aunque sea entre huérfanos.
Quizás a través de ese debate los jóvenes del movimiento estudiantil de nuestros días aprendan algo más de la historia que de esa “leyenda rosada” legada por sus padres y abuelos, leyenda según la cual todo lo que hicimos fue “el descueve”, y todo se echó a perder por culpa de la ITT, la CIA, y el imperialismo. Ojalá hubiera sido así; tan fácil; tan simple.
No es primera vez que los políticos chilenos hunden sus uñas en las heridas del pasado para justificar estrategias ocasionales. Eso demuestra a la vez que ese pasado no ha pasado en Chile, y al no haber pasado, continúa actuando, como todo trauma, en el presente. Por eso Aylwin no mintió. Solo se limitó a culpabilizar a “los otros”, eludiendo la responsabilidad que a él mismo incumbe.
Por cierto, la política no es el lugar de la verdad absoluta. Pero la política, a su vez, no puede ser construida sobre verdades a medias, como intentó Aylwin. Si Aylwin hubiera leído a Hannah Arendt, habría sabido, por ejemplo, que hay dos tipos de verdades. La verdad de  opinión, y la verdad de hecho. Sobre esta última –postulaba Arendt- ha de ser construida la historia, molestia que no se han tomado, salvo raras excepciones, los ideologizados historiadores chilenos.
Decir que el de la UP fue un mal gobierno es, desde luego, una verdad de opinión. Decir que Altamirano fue uno de los grandes responsables en los acontecimientos, es una verdad de hecho, reconocida incluso por el mismo Altamirano. Decir que la DC no tuvo nada que ver con el golpe, es una mentira o una verdad que debe ser históricamente investigada.
Inmediatamente después del golpe, la izquierda chilena, sabiendo que sin la DC nunca iba a haber una verdadera oposición a la dictadura, buscó un chivo expiatorio al cual responsabilizar de todo lo ocurrido. Los comunistas, recordemos, afirmaban que “la culpa” era del MIR. Mas, pronto tuvieron que echar pie atrás, sobre todo por tres razones. La primera es que el MIR –muy minoritario- no formaba parte de la UP. La segunda es que gran parte del Partido Socialista asumió dentro de la UP un ultraizquierdismo mucho más desenfrenado que el del MIR. Y la tercera, la más decisiva fue que, para cuestionar al MIR había que cuestionar a Fidel Castro, pues no hubo ninguna política del MIR que no hubiese sido realizada sin el apoyo (e incluso iniciativa) de La Habana. Y si, además, se tiene en cuenta que los cubanos entraban y salían de la Moneda al igual que hoy del palacio de Miraflores en Caracas, la responsabilidad que corresponde a Fidel Castro en los acontecimientos del Chile de 1973 es mucho más grande de la que se piensa. Esa es una verdad de hecho y no de opinión.
Que Renán Fuentealba y su grupo propiciaba en la DC el dialogo con la Unidad Popular y que la política de Aylwin y su fracción no era la de Fuentealba, es una verdad de hecho y no de opinión.
Que los comunistas tenían una línea política más prudente que la de otros partidos de la UP es una verdad de hecho, no de opinión. Pero también que era un partido que seguía de modo obsecuente las instrucciones que provenían del Kremlin, es una verdad de hecho y no de opinión.
Que la derecha chilena nunca ha logrado constituirse en una derecha republicana, sólo en derecha económica pero no política, y que en aras de la economía acordó su propia disolución, es una verdad de hecho y no de opinión.
Que Kissinger apoyó el golpe de estado, es una verdad de hecho y no de opinión. .
Que en Chile el golpe fue posible porque encontró a su "hombre", el monstruo más repugnante de toda la historia del país; el desalmado que no sólo traicionó a Allende sino también a los suyos: (envió asesinar al general Prats; probablemente al general Bonilla, hombre de la DC en el generalato y a tantos otros)  Un sinverguenza de bajos fondos, ladrón y asesino serial, con el cual Aylwin - quizás obligado por el cargo que ostentaba, quizás no - tuvo excelentes relaciones. Esa es una verdad de hecho y no de opinión.
Y así sucesivamente.
Para abreviar: en política hay verdades y mentiras. Hay verdades a medias y hay verdades completas. Hay verdades de hecho y hay verdades de opinión. Aylwin, al dar por absolutas a las medias verdades y a las verdades de opinión, ha prestado un mal servicio a su traumatizada nación. Ha mirado la paja en el ojo ajeno sin ver la tremenda viga que tiene en el propio (¿dónde he escuchado eso?) Eso no lo convierte, por cierto, en culpable de nada. Mucho menos lo es si tomamos en cuenta que la culpa es una noción religiosa y no política. Pero sí, lo hace responsable frente a su país, frente a su partido y, no por último, frente a su propia biografía.


Fernando.Mires@uni-oldenburg.de

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