Una de las características más curiosas del actual proceso
electoral venezolano ha sido el permanente y desconsiderado ataque a Henrique
Capriles, aún antes de transformarse en el candidato de la unidad democrática.
No ha habido epíteto que no le hayan endilgado los más caracterizados
dirigentes del régimen, incluyendo a Hugo Chávez. Al principio esos ataques me
causaron extrañeza ya que consideraba que Pablo Pérez se perfilaba como un
candidato de mayor arraigo popular. Esa característica, me parecía a mí que lo
transformaba en el candidato a vencer por el chavismo, más cuando había logrado
el respaldo de los más tradicionales partidos políticos. Sorprendentemente, no
fue así. Los ataques contra la figura de
Henrique Capriles se mantuvieron durante toda la campaña para las elecciones
primarias. El régimen buscaba por todos los medios que no triunfara en dichas
elecciones. Su espectacular victoria me hizo comprender que debían de existir
poderosas razones para que el régimen actuase de esa manera…
Me he detenido a reflexionar sobre dicho asunto. La primera
pista me la dio un artículo titulado: “Sin la calle estamos perdidos”,
publicado en Rebelión, una página Web totalmente partidaria del régimen, por
Argimiro León, un chavista militante, que con angustia señala las fortalezas
que él observa en la candidatura de Henrique Capriles. Habla, con sentido crítico
naturalmente, del impacto que tiene esa candidatura en los jóvenes de 18 a 24 años, los nuevos
votantes que pueden alcanzar a cuatro millones, “que abrazan una antipolítica
impresionante, porque lo único que los mueve es un desprecio supino hacia el
gobierno y la idea de que Capriles les va a poner las redes sociales para que
sean felices. Por eso no soy tan
“auspicioso” con eso de los 20 ó 30 puntos por arriba. No lo veo en la Calle”… Argimiro
León tiene razón: la juventud venezolana respalda a Henrique Capriles, no por
las circunstancias que él esgrime sino por razones de fondo que debemos
analizar con detenimiento para entender las verdaderas fortalezas de su
candidatura.
Es imposible que Hugo Chávez emocione a los jóvenes
venezolanos. Él y sus ideas representan el pasado. Nadie tiene interés en
escuchar los consejos que le da Fidel Castro y mucho menos recordar su heroicidad en la
lucha contra Batista en la década de los
cincuenta. Tampoco puede llamarle la atención que, en una rueda de prensa del
presidente de la República, se repita una vez más las ideas de Bolívar, de
Sucre y de Rodríguez, leyendo un fastidioso libro, como ocurrió la última vez
que se dirigió, con gran esfuerzo porque su salud ya no lo ayuda, a la Nación. Los jóvenes, y en general todas
las generaciones, lo que quieren oír hablar es del futuro de Venezuela. De proyectos concretos
que les garanticen su destino y el de su familia. No de ilusiones
irrealizables, y mucho menos de mentiras, como nos tiene acostumbrado Hugo
Chávez. Tampoco es verdad que los venezolanos desean que en nuestro país se
establezca una sociedad socialista. La tragedia que vive el pueblo cubano es
suficiente ejemplo para rechazar esas ideas trasnochadas.
El problema para el régimen chavista es aún mucho más
complejo. La imagen de Henrique Capriles no sólo ha logrado emocionar a los
jóvenes votantes, sino que durante su campaña electoral ha empezado a impactar,
de manera muy importante, a muy diversos sectores sociales. Logra, con una
sencillez sorprendente, atraerse la simpatía de cualquier persona que se le
acerque en pocos minutos. Su carisma es muy particular. No es un gran orador,
pero sus palabras dichas con precisión le permiten hacerse comprender, con
facilidad, por los sectores populares
que han empezado a acompañarlo en las giras que realiza por todo el país. Les
pido a mis lectores, ya que una imagen impacta más que mil palabras, que se
detengan a observar una marcha de Capriles en cualquier lugar de Venezuela. Se
darán cuenta de la emoción que produce. Verán a jóvenes, mujeres, hombres,
viejos y niños abrazarlo, besarlo, apurruñarlo,
y su particular habilidad para lograr dejar después de un saludo,
obligatoriamente rápido, una estela de simpatía que se materializa en la
sonrisa de la gente…
Los ataques desproporcionados del chavismo contra Henrique
Capriles, en lugar de hacerle daño, han creado un sentimiento de rechazo muy
importante. La dificultad que tienen esos ataques para lograr tener algún
efecto en la opinión pública es que siempre la realidad tiene mayor peso que
las palabras. No es posible mantener que Henrique Capriles es un incapaz, descalificado
moralmente para ser presidente de la República, cuando en estos últimos trece
años ha logrado ser electo diputado al congreso de la República, reelecto una vez
alcalde de Baruta y electo gobernador de Miranda al derrotar, nada más ni nada
menos, que a Diosdado Cabello, el delfín de Hugo Chávez. Además, se quiera o no
se quiera aceptar, sus ideas son frescas y plantean una profunda transformación
nacional. Su fuerza electoral quedará demostrada hoy en Caracas. Veremos a
miles de ciudadanos, apoyándolo con emoción, convencidos de que su triunfo significará salvar
a Venezuela de este régimen militarista, corrupto, ineficiente, personalista y totalitario.
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