domingo, 3 de junio de 2012

EDUARDO MACKENZIE, EL CURIOSO PERIODISMO DE ROMEO LANGLOIS


France 24 me invitó anoche a participar en un debate en directo con tres especialistas sobre el tema de las Farc y Colombia (1).  Romeo Langlois, el periodista secuestrado hace 32 días por las Farc y liberado ayer en el Caquetá,  fue el hilo conductor de la discusión.  Langlois era el corresponsal en Colombia de France 24, un canal público de televisión, el equivalente francés de CNN.
Me agradó ver que, esta vez, entre quienes fuimos invitados, no hubo un solo  defensor de las Farc.  Todos reconocieron el carácter terrorista y narco-traficante de esa organización, sus orígenes comunistas, sus derrotas políticas y militares recientes y el apoyo permanente que reciben de la dictadura venezolana. Hasta hubo elogios, por parte de algunos de ellos, al gobierno del ex presidente Álvaro Uribe, quien  combatió a las Farc con decisión y éxito hasta arrinconarlas en las selvas y en zonas de frontera.
Romeo Langlois vestía prendas militares
del Ejército regular en medio de un
combate.
Durante el debate, Vanessa Burggraf,  la periodista presentadora, intercaló una breve entrevista en directo desde Bogotá con Romeo Langlois  y pasó luego el extracto de un reportaje de éste y de Chris Moore, de octubre de 2010, intitulado “La marcha sin fin de los guerrilleros de las Farc”.
Ese reportaje, que yo veía por primera vez, mostró bastante bien el tipo de trabajo periodístico que hacía en Colombia el señor Langlois. Las imágenes duraron menos de dos minutos. Sin embargo, eso bastó para que los cuatro nos diéramos una idea de los métodos empleados por Langlois.
La cámara muestra una columna de las Farc marchando por una montaña del Cauca.
El grupo entra a un caserío indígena. Los guerrilleros se instalan y controlan el lugar.  En off, Langlois hace esta descripción: “Pese a la modernización del Ejército, en las montañas del Cauca la guerrilla está todavía en su casa. Hace décadas que los rebeldes  recorren estas tierras miserables. Para los indígenas que viven en la región ellos hacen parte del paisaje. Con frecuencia,  las Farc se instalan alrededor de las casas por más comodidad. Los campesinos no pueden escoger. Pero es la ocasión para ganarse una comida gratuita”. Langlois muestra a una guerrillera dándole un plato de comida a un campesino. Langlois prosigue: “Por supuesto, los abusos de las Farc son frecuentes pero aquí  es el Ejército quien es visto como una verdadera fuerza de ocupación”.
Para corroborar lo que dice, Langlois le pasa el micrófono a un hombre vestido de civil. No se sabe quién es, ni si es un lugareño o un miliciano.
Este declama: “En este gobierno de Uribe  el Ejército nos agredió verdaderamente a nosotros los indígenas. Ellos envían soldados drogados que roban  las casas. Si una muchacha pasa por allá la violan. Hay unas señoritas por ahí que nos dicen que los guerrilleros son malos pero para mí eso no es verdad.  Lo que es cierto es que si no obedecen a las guerrillas ellos nos castigan. Aquí la ley son ellos. Entonces hay que sujetarse así (sic)”.
Enseguida, Langlois, de nuevo en off, remata  con esta frase no menos sorprendente: “La mayoría de los guerrilleros son indígenas que hablan todavía su lengua. Ingresar a las Farc, aquí, es una manera de mejorar  su vida cotidiana”.
Tras eso la cámara le da la palabra a Marcela, una joven  guerrillera en uniforme. Como recitando un guión preparado ella lanza: “En la casa no tenemos todas las ventajas que tenemos aquí; aquí nos dan la salud, la educación, es como un colegio, uno aprende muchas cosas”. 
Langlois cierra  con esta proposición: “A pesar de los riesgos, los jóvenes, sin porvenir,  siguen ingresando a las Farc.  Estos muchachos de 14 años dentro de un año se convertirán en guerrilleros. Por el momento sólo están en periodo de prueba”.
¿Un periodista  puede interrogar a un civil ante hombres armados amenazantes? No. La deontología del periodismo  condena el empleo de métodos desleales para obtener una información (2). 
El respeto de la verdad se ve comprometido cuando  una fuente, un civil, en este caso,  es interrogado en presencia de guerrilleros. Pues el civil –o hasta un guerrillero-- no pueden decir sino lo que los jefes guerrilleros quieren oír. En caso contrario, el civil, o el guerrillero, sufrirá las consecuencias de su “indisciplina”.
El reportaje de Langlois/Moore deviene así en pieza de propaganda a favor de las Farc.  ¿Qué se puede esperar de una “entrevista” realizada en esas condiciones? Nada distinto a lo que dijo el civil quien probablemente habría dicho lo contrario si hubiera estado rodeado de militares. Ese civil no puede ser considerado como una fuente fiable o fidedigna.
El mensaje subliminal que se desprende de esa combinación hábil de imágenes y frases calibradas es éste: el Ejército colombiano es una fuerza de ocupación en su propio país; la guerrilla Farc, en cambio, recibe el apoyo de los campesinos, pues ella alimenta al pueblo, le da educación y salud y  le ofrece a los jóvenes sin porvenir  un futuro. Los jóvenes guerrilleros son voluntarios, no han sido reclutados por la fuerza y deben pasar un “periodo de prueba” de un año antes de ser admitidos definitivamente.  Los jóvenes guerrilleros viven mejor en el seno de las Farc que en libertad.
Para el gobierno de Colombia,  para el gobierno de los Estados Unidos y para la Unión Europea, las Farc son una fuerza terrorista y depredadora. Durante 50 años las Farc han cometido centenas de miles de atrocidades contra los colombianos, de todas las condiciones, edades y clases sociales.  Las Farc no mejoran sino deterioran la vida de los campesinos. ¿ Fuera de Langlois quien duda al respecto? 
Langlois trata de hacer pasar en Europa  una visión idílica y obsoleta de las Farc, un movimiento armado subversivo que, además, durante más de 40 años ha tratado de doblegar  las comunidades indígenas del Cauca, mediante amenazas, asesinatos, secuestros, incendios y torturas, como lo denuncian los líderes indígenas colombianos.  Esas comunidades son para las Farc un filón para reforzar sus filas. (3).
Tras ser liberado, Langlois dijo que el “conflicto colombiano” no está siendo cubierto por la prensa. Eso no es cierto. Su frase denigra injustamente a los periodistas colombianos que, durante 50 años, con abnegación, audacia y no pocos sacrificios en vidas humanas han hecho bien su trabajo.  Langlois apunta quizás a otra cosa. Su enfado es contra la probidad de los periodistas. El espera probablemente que ese “cubrimiento” se haga desde el ángulo que expone el reportaje y con esos métodos. ¿En ese caso donde quedarán las reglas de “libertad, verdad, imparcialidad y pluralismo”?
No creo, francamente, que los periodistas que trabajan en Colombia vean en Langlois el ejemplo a seguir.

Notas
(1). Relaciones Internacionales y Estratégicas, y Jean-Pierre Ferro, miembro de Inter Lira Risk Consultancy. Eduardo Mackenzie es periodista y escritor. Es autor de Las Farc fracaso de un terrorismo(Random House-Mondadori, Bogotá,  2007).
(2).  Ver la Carta de Deberes Profesionales de los Periodistas Franceses de 1918, del Sindicato Nacional de Periodistas, completada en 1938. Ver también la Declaración de los deberes y derechos de los periodistas, aprobada en Munich en noviembre de 1971 y adoptada por la Federación Internacional de periodistas (FIJ),  por la Organización internacional de Periodistas (OIJ) y por la mayor parte de sindicatos de periodistas de Europa.
(3). Vea el debate en France 24 en:


EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comentario: Firmar con su correo electrónico debajo del texto de su comentario para mantener contacto con usted. Los anónimos no serán aceptados. Serán borrados los comentarios que escondan publicidad spam. Los comentarios que no firmen autoría serán borrados.