"Esa 'señora' no puede ser directora ni de un refugio para gatos"'
Indignación, rabia, impotencia, tristeza, desolación. Sentí todo esto cuando el martes de la semana pasada hablé con mi muy llorosa amiga Marisol.
Marisol vive en Barquisimeto. Su pequeña tiene Síndrome de Down. Acaba de terminar preparatorio en un preescolar donde fue integrada, aceptada y querida.
Marisol y su marido fueron a buscar cupo a un colegio que "se adaptaba a las necesidades de cada niña". La entrevista fue una pesadilla.
"¿Para qué la voy a aceptar si los voy a tener que llamar para decirles que se la lleven?", les preguntó la "directora". Marisol le mostró el informe del preescolar en el que recomiendan que se incorpore a un colegio regular. "Yo no lo voy a ver... ese informe lo hicieron para enamorarme".
El marido de Marisol le pidió un voto de confianza: "Profesora, tal vez sea usted quien nos llame a decirnos que la niña se quedará en el colegio". Su respuesta fue una de las más descarnadas que he oído en mi vida. Y la peor viniendo de una "pedagoga": "Te voy a explicar algo: tú puedes ser bruto, yo puedo ser más bruta que tú y puede haber alguno más bruto que yo. Pero todos nosotros vamos a pasar. Tu hija, no".
Yo no quiero nombrar el colegio porque incurriría en una injusticia al calificarlo por la conducta de una sola persona. Pero esa "señora" no puede ser directora ni de un refugio para gatos.
Estoy consciente -como mamá de niña especial que soy- de que la integración escolar no es fácil. Pero lo que no puedo aceptar es la inhumanidad de la "señora" al recordarles a esos padres lo que no necesitan que les recuerden... ¡lo tienen presente todos los días!
No pude evitar comparar con mi experiencia personal en Maracay, tan distinta. Primero en el Colegio CEDI de las hermanas Álvarez Bolívar y luego en el Instituto de Educación Integral, donde la insigne, humana e ilustre pedagoga Luisa Teresa Lanz de León me dijo cuando fui a buscar cupo para mi hija que "las puertas de su corazón y de su colegio estaban abiertas para mi hija".
En fin... la sensibilidad, la compasión, el altruismo, la piedad son valores elevados que no todos tienen. Señora directora, yo sé que este artículo va a llegar a sus manos. Ya muchas personas conocen la historia. La insto a que renuncie. Usted es una vergüenza no solo para el magisterio: lo es para el género humano.
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