sábado, 23 de junio de 2012

ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, EL REP, EL SECRETO DEL VOTO Y EL VENTAJISMO COMO SISTEMA

Estamos a cuatro meses de la más importante contienda de nuestras vidas. Honrémosla estando a la altura del desafío. Mañana puede ser demasiado tarde. Enfrentar hoy las irregularidades que ensombrecen las funciones arbitrales del Consejo Nacional Electoral es un imperativo categórico, que debe acompañar la incansable y exitosa campaña que lleva a cabo nuestro abanderado. No hacerlo podría escamotear nuestra victoria y sumirnos en un conflicto de incalculables proporciones.
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             La discusión en torno a las condiciones preestablecidas por el Consejo Nacional Electoral vigente con que enfrentemos la crucial decisión existencial del próximo 7 de Octubre reviste una trascendencia que ningún devaneo ni atajo discursivo puede soslayar. Pues en juego está el futuro de la República y el sentido mismo de la juridicidad, legalidad y legitimidad del sistema hoy por hoy imperante en Venezuela. Es un tema, por tanto, de la mayor significación y debemos afrontarlo sin melindres, sin regateos ni falsas respuestas. Ante la muerte no se coquetea con subterfugios. Y lo que suceda el 7 de octubre podría terminar con la muerte de nuestro malherido sistema democrático y, por consiguiente, con nuestro modo de vida. O lo enfrentamos con la verdad en la mano o nos haremos cómplices del más grave de los delitos de lesa humanidad: el asesinato de nuestra juridicidad y la desaparición de nuestra sociedad como Nación.

            Comprendamos, de entrada, la naturaleza del envite: la resolución de una crisis existencial ante un enemigo interno – es él quien así se ha declarado desde que hace ya largos veinte años asaltara el Poder con las armas de la República, pretendiera asesinar al entonces presidente constitucional, incluida su familia, derogar la institucionalidad vigente y establecer un régimen dictatorial con el objeto de imponer una tiranía de corte castrista - que se hizo del Poder seis años después por medios electorales y pretende rematar su faena conduciéndonos al matadero por esos mismos medio electorales, pero manipulados a su antojo. De allí la inmensa gravedad de las irregularidades que se nos impongan para participar de nuestra liberación o de nuestro propio degüello. Y la trascendencia de la denuncia de dichas irregularidades y el esfuerzo por rectificarlos ahora, cuando nuestra fuerza está intacta y en arrollador crecimiento, y no cuando la injusticia haya sido consumada. A pesar de nuestra manifiesta mayoría.

            Circulan suficientes y muy bien documentadas denuncias acerca de la cantidad de irregularidades que lastran y sesgan de manera inaceptable el actual sistema electoral venezolano y de la necesidad imperiosa y urgente de enfrentarlas con firmeza, haciéndolas del conocimiento de la opinión pública nacional e internacional, y exigiendo simultáneamente su inmediata corrección. Así la mayor, la más grave y la más evidente de sus injusticias violatorias del respeto a las mayorías – de la que ya ni siquiera se habla, como si de tan abusiva y evidente resultada inevitable -, a saber: la conformación de su directiva entre cuatro rectoras abiertamente parcializadas y al servicio del régimen, de la que no hacen ningún secreto,  y la existencia de un quinto rector de cuya legitimidad como representante de las fuerzas opositoras – poseedoras de un 52% electoral como quedara suficientemente demostrado en los últimos procesos comiciales – cabe expresar la mayor de las dudas. Basta remitirse a ESDATA, a SÚMATE y otras organizaciones no gubernamentales, de cuya seriedad, experticia, ecuanimidad y empeño no cabe la menor duda.

            Si se pretendiera desconocer la evidente mayoría que ha quedado demostrada, a pesar de los pesares, en los tres últimos procesos electorales, en base a las encuestas, amañadas o no, es más que evidente que ninguna de ellas puede soslayar el hecho incuestionable de que todo el andamiaje del Poder descansa sobre esas bases corrompidas y de que la voluntad popular, aún en mediciones de opinión supuestamente objetivas y científicas, refleja obligada y necesariamente las distorsiones que el poder imperante induce en la conciencia de quienes dependen para su sobrevivencia de la decisión de quien maneja las dádivas del sistema. Una dictadura nada virtual. Tan real, como que nos impone atravesar las horcas caudinas de su propio ministerio electoral.

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            Nuestra mayor preocupación radica en la insistencia de los sectores democráticos, de los partidos, de la comisión electoral de la Mesa de Unidad Democrática, del Comando Nacional de nuestra candidatura presidencial y del mismo candidato designado, Henrique Capriles Radonski, por afincarse y limitarse a aspectos parciales, sin duda de gran significado – como el secreto del voto – de la contienda electoral, pero dejando en la mayor oscuridad cuestiones esenciales del contexto crítico existencial en que estamos históricamente envueltos, y que se expresan, de parte de nuestros adversarios, en el uso de los mecanismos electorales como instrumentos de dominio y manipulación a los fines de terminar por liquidar nuestros principios republicanos y democráticos y la correspondiente tradición que nos fundamenta como Nación independiente. Nos referimos a la estrategia puesta en práctica por el presidente de la república, sus aliados cubanos y su movimiento político, incluidas todas las instituciones del Estado, sistema judicial, fuerzas armadas, asamblea nacional, fiscalía general de la república, Procuraduría del Estado y Defensoría del Pueblo, asíu como los descomunales recursos financieros que le asegura PDVSA,  para malversar impunemente todos los mecanismos electorales y muy especialmente el CNE y el proceso electoral como campo de batalla para someternos y aniquilarnos, de modo a entronizar sobre las ruinas de nuestra malherido Estado Constitucional, Democrático y de Derecho el Estado Total propio de sus ambiciones totalitarias. De allí la razón de la manipulación de los registros, la redistribución arbitraria de los electores, sea para acomodar los resultados a favor de sus candidatos, sea para impedir la asistencia de los electores de oposición a sus nuevos lugares de votación, la constitución de centro electorales alejados de los centros urbanos, la insistencia en el manejo de maquinas y equipos que transmitan la impresión del conocimiento de la voluntad de los votantes, la violación del derecho al voto de nuestros connacionales que se encuentran en el exterior, los obstáculos puestos tanto a la observación y conteo de totalizaciones en las salas respectivas a nuestros testigos, como el rechazo a la observación internacional, etc., etc., etc.. Como puede observarse, el secreto del voto es uno, y no el más significativo de los innumerables atropellos a que los sectores democráticos están expuestos. Que convierten nuestros anhelos de resolución de la crisis por medios electorales y pacíficos,  justo es decirlo, en una aspiración casi utópica si no de muy difícil satisfacción.

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            Quisiera finalmente situar la grave problemática que enfrentamos, y que sin duda muestra signos evidentes de victoria dado el cambio profundo que parece advertirse en la voluntad popular, el rechazo a la situación de apocalíptico desastre en que el régimen imperante ha sumido al país, el muy deficiente gobierno que lo ejecuta y la fuerza de la campaña que lleva adelante nuestro abanderado, aún bajo las actuales condiciones de descarado ventajismo oficial, en el contexto teórico general del uso y abuso a que están expuestas las sociedades en crisis existenciales cuando se ven invadidas y asaltadas por quienes pretenden aniquilarlas por medios violentos o pacíficos, militares o electorales, para, sobre sus ruinas, montar regímenes totalitarios. Para ello quisiera servirme de la lucidez y profundidad de uno de los más importantes pensadores jurídicos y políticos alemanes, Carl Schmitt. De quien citaré algunos pasajes de su importante texto de 1932, LEGALIDAD Y LEGITIMIDAD.

            “El método de formación de la voluntad por la simple verificación de la mayoría tiene sentido y es admisible cuando puede presuponerse la homogeneidad sustancial de todo el pueblo. En este caso, la votación adversa a la minoría no significa una derrota para ésta, sino que el escrutinio permite simplemente poner al descubierto una concordancia y una armonía anteriores y que existían en forma latente...No obstante tiene que presuponerse siempre un principio de justicia material, si no se quiere ver desmoronarse en el mismo momento todo el sistema de la legalidad; tal principio es el de la igualdad de "chance" para alcanzar esa mayoría, abierta a todas las opiniones, a todas las tendencias y a todos los movimientos concebibles. Sin este principio, las matemáticas de las mayorías, con su influencia frente al contenido del resultado, no sólo serían un juego grotesco y un insolente escarnio de toda justicia, sino que, a causa del concepto de legalidad derivado de dichas matemáticas, éstas acabarían también con el sistema mismo, desde el instante en que se ganara la primera mayoría, pues esta primera mayoría se instituiría en seguida legalmente como poder permanente."

"La pretensión de legalidad convierte en "ilegalidad" toda resistencia y toda revuelta contra la injusticia y la antijuridicidad. Si la mayoría puede fijar a su arbitrio la legalidad y la ilegalidad, también puede declarar ilegales a sus adversarios políticos internos, es decir, puede declararlos hors-la-loi (forajidos), excluyéndolos así de la homogeneidad democrática del pueblo. Quien domine 51% podría ilegalizar, de modo legal, al 49% restante. O podría cerrar tras sí, de modo legal, la puerta de la legalidad por la que ha entrado y tratar como a un delincuente común al partido político contrario, que tal vez golpeaba con sus botas la puerta que se le tenía cerrada."

Ambos pasajes, tomados del capítulo El sistema de legalidad del estado legislativo, de su ensayo Legalidad y legitimidad, describen una situación eventual que hemos vivido en carne propia durante estos últimos 13 años y del que podemos dar fe con los hechos. El haber recibido un tercio de la cantidad de diputados a pesar del 52% de los votos obtenidos, gracias al acomodo de mayorías y minorías que blindan el poder obtenido en pasados comicios, demuestra con que aviesa minuciosidad y artificio el régimen imperante ha utilizado la mayoría circunstancial que obtuviera en las elecciones presidenciales de diciembre de 1998, de qué hábil manera modificó las bases constitucionales de nuestra República manipulando todos los procesos electorales subsecuentes hasta convertir los procesos electorales, de naturaleza comicial o plebiscitaria, en horcas caudinas que han ido cercenando nuestros derechos hasta traernos a este grave abismo que enfrentamos.

Estamos a cuatro meses de la más importante contienda de nuestras vidas. Honrémosla estando a la altura del desafío. Mañana puede ser demasiado tarde. Enfrentar hoy las irregularidades que ensombrecen las funciones arbitrales del Consejo Nacional Electoral es un imperativo categórico, que debe acompañar la incansable y exitosa campaña que lleva a cabo nuestro abanderado. No hacerlo podría escamotear nuestra victoria y sumirnos en un conflicto de incalculables proporciones.

sanchezgarciacaracas@gmail.com 

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