Chávez no solamente está enfermo, sino que ese estado le
paraliza y le confina a Miraflores
EL MITO DE ICARO |
Hace dos semanas informamos que nos dedicaríamos a elaborar una
serie de artículos cuyo eje central lo constituiría el atento examen de algunas
de las "creencias" que parecen dominar, tanto los debates públicos
como las conversaciones que, ansiosos mantenemos día tras día acerca del
angustioso futuro que parecería estar reservado a Venezuela.
Vale la pena aclarar que utilizo el verbo "dominar" en
los dos sentidos que podría tener. En primer lugar, es obvio que hay creencias
que dominan nuestras conversaciones hasta el punto de que tienen un absoluto
predominio en ellas; pero también está claro que algunas de estas
"creencias", devenidas en "mitos", no toleran que ninguna
alternativa aparezca porque su "dominio" es excluyente. Las cosas son
como el mito dice, y punto.
Hoy les pido me acompañen a hacer un recorrido, tan exhaustivo
como el espacio de que disponemos y su paciencia lectora lo permitan, por un
mito que suele colarse incluso en nuestra "blindada" racionalidad. En
otras palabras, que aunque digamos de mil maneras que no nos dejamos atrapar
por él, siempre su presencia dominante se instala.
Para comprenderlo mejor imaginemos una de esas conversaciones
tan machaconas que los venezolanos sostenemos por estos tiempos. Es una
conversación que arranca de una constatación objetiva, donde todos podemos
aportar suficientes "pruebas"; de allí su peligrosidad. Su centro
reside en la extendida idea de que Chávez, en la eventualidad de verse
derrotado el 7-0, no va a entregar.
Esa rotunda afirmación usualmente se adorna de una serie de
argumentos donde priva, y de que modo, su fuerza casi telúrica y su reconocida
astucia. Pocos captan que ese argumento no esconde más que un modo de pensar
mítico: él hará lo que siempre ha hecho. Y, más perverso aún, nosotros también
haremos lo que siempre hemos hecho: aceptar los hechos cumplidos (que siempre
benefician a Chávez, es la conclusión obvia).
En la florida argumentación con que se adorna la "no
entrega" del poder, aparecen otras variables, la más perversa: la ingobernabilidad,
que se estima fueron paridas por el "modo de gobierno" que Chávez ha
desplegado en estos trece años. En efecto, afirmamos sin casi darnos cuenta, si
este es el país que ahora tenemos, a lo mejor es Chávez el único que podría controlarlo...
El mito, entonces se transforma en un cepo.
Por todas los arbotantes que tiene, que realizan las mismas
funciones que los arcos de las catedrales góticas, la forma de encarar este
mito parecería ser laalejandrina: la que utilizó Alejandro Magno cuando le
hicieron ver que debería desatar el "nudo" para poder adueñarse de la
ciudad de Gordius. Rápido procedió a desatarlo con su espada realizando un
contundente tajo.
Es nuestro caso, este mito -es fundamental hacérnoslo ver y
hacerlo ver a otros-contradice una propuesta fundamental del pensamiento
occidental que ya el propio Heráclito propuso en la antigua Grecia: "jamás
bajo un puente corre la misma agua".
Pero, además, el mito no sólo niega la persistencia del cambio
como algo inexorable en la vida social, sino que se enfrenta a otra idea que
desde los tiempos decimonónicos de Marx nos han acompañado: las cosas que
sucedieron fue en razón de lo que estaba pasando en el momento en que se
dieron. Ni más ni menos. En otras palabras: todo es contextual, nada tiene
sentido fuera de su tiempo, del tiempo que lo parió, lo hizo posible y le dotó
de sus rasgos.
Cuando juntamos todos estos argumentos, la conclusión es
contundente: Chávez hizo lo que hizo porque le fue posible hacerlo, porque
determinados condicionantes históricos estaban allí para respaldarle. Ni más ni
menos. Por ello, para que pudiera volverlo a hacer tendrían que estar
presentes, con el mismo vigor, aquellas condiciones. ¿Nos atreveríamos a
afirmarlo de modo contundente?
Y es aquí donde la teoría social resplandece: tener condiciones
incambiadas es un requisito sin el cual el mito no se sostiene. Más aún,
condiciones absolutamenteiguales niegan el cambio histórico, el agotamiento de
modelos y propuestas. En una palabra: niegan la biología.
En las condiciones de hoy, Chávez no solamente está enfermo,
sino que ese estado le paraliza y le confina a Miraflores, desde donde sólo
articula un eternoritornello: misiones, planes fantásticos y millones erogados
que nunca se materializan. Su chispa comunicadora se apaga.
Y ese Chávez, prematuramente envejecido y fastidioso,
desconectado de una realidad que se le escapa, ¿tendría fuerzas para no
entregar?
antave38@yahoo.com
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