jueves, 24 de mayo de 2012

VÍCTOR SUÁREZ, UN PASTOR SIN FÓRMULA UNO

Rafael Reif, dirigirá el MIT, academia que ha producido 78 premios Nobel

Yo escuchaba a mis rectores con respeto, con admiración, a Jesús María Bianco, que defendió hasta el suplicio la libertad de cátedra y la autonomía y le llamaron Rector Magnífico, a Rafael José Neri, a quien ayudé a escalar ese trono de Vargas, y a otros los hacía míos, a Pedro Rincón Gutiérrez, que lo fue cuatro veces de la Universidad de Los Andes, como a Mayz Vallenilla, que creó un centro de excelencia en Sartenejas. Mis rectores eran lo máximo.

Los estudiantes del MIT consideran que el presidente de su institución debe, está en la obligación, de ser lo máximo. El ejemplo, la dedicación, la sensibilidad, la capacidad de soñar juntos y de atender todas las plegarias. Mi compromiso es con la meritocracia, mi compromiso es con los estudiantes, dice Rafael Reif, una vez conocida la decisión de hacerle presidente del Instituto Tecnológico de Massachusetts, el número 17 en su historia de 150 años.

Compitió con 100 aspirantes, cada cual con inmensos lauros. Su historia personal no es muy diferente a la de muchos de los estudiantes que ahora se encuentran en el campus de la avenida Massachusetts, número 77.

Reif se enorgullece de su pasado y reivindica su temeridad. Crecí en un hogar rico en integridad, principios y valores, pero pobre en cualquier cosa material, dice. Llegué a Estados Unidos como un recién graduado que quería prepararse para una carrera académica. El pasaporte para una vida mejor. Ni siquiera hablaba inglés. Tres décadas más tarde se presenta delante de la comunidad del MIT y le dice: estoy listo, ansioso e inspirado para liderizar una de las más importantes instituciones académicas del mundo. No puedo decir que este sea un sueño hecho realidad, por cuanto ni siquiera lo imaginé. Buena frase. Los venezolanos postgraduados en el MIT, y también los de Harvard, Yale o Berkeley, o doquier que precie el mérito individual, saltaron de alegría, cuando supieron la enhorabuena.

En Maracaibo donde nació, en la Universidad de Carabobo donde se graduó en ingeniería eléctrica, en la Universidad Simón Bolívar donde fue docente, en su patria que dejó hace tres décadas para hacer carrera en la incubadora de la innovación más avanzada del mundo, asumieron que su ascenso a ese cargo haría bullir la espiritualidad nacional mucho más que cualquier triunfo fortuito en alguna pista de carreras obtenido con fondos que se le niegan o limitan a los aspirantes a especialidades y doctorados fuera del país.

El MIT es un gran tesoro y servirle como líder es una gran responsabilidad, promete Reif. Eran cuatro hermanos. Los dos primeros tuvieron que trabajar para ayudar al padre, un emigrante de Europa Central que había llegado a Venezuela huyendo del Holocausto ("Maldito seas Israel", le escuché al presidente Chávez decir por TV). Los dos menores estudiaron, incluso en escuelas nocturnas, hasta superar el bachillerato y el pregrado universitario. Su sueño era hacer una carrera académica en Venezuela, no en Estados Unidos. Pero se le apareció en el camino una encrucijada.

Rafael obtuvo su doctorado en ingeniería eléctrica en la Universidad de Stanford en 1979, y se había quedado un año más para hacer investigación en ese mismo claustro de Palo Alto, California, en la costa oeste. En mayo, le dijo a sus compañeros que estaba liando sus corotos para volver a su país. Acudió a una conferencia, y se le sentó al lado un compañero que estaba dejando Stanford para irse al MIT, en la costa Este. El tipo le dice, hey, allá están buscando gente, ¿estás interesado? El Taller de Mamey busca gente pa´trabajá. No estoy para exigir, replicó. Después de todo no pensaba que Boston era buen lugar, luego de haber visto las imágenes del temporal que había asolado la ciudad (metro y medio de nieve en Massachusetts, Rhode Island y Connecticut entre el 6 y el 7 de febrero de 1978) y no tenía muchas ganas de sucumbir ante su idea de volver a Venezuela. Pero la cacería no cesaba. El comité de reclutamiento del MIT le rodeó. Le llamaban cada noche, para que asistiera a una entrevista. Hasta que llegó el momento de la espada y la pared.

Un profesor del MIT le preguntó: ¿Cuál crees que es la probabilidad de que si vienes a una entrevista, te quedes con nosotros? No quería decir Zero Chance, no quería ofenderlo. De manera que dijo: cinco por ciento. Cinco por ciento no es cero, respondió el profesor, ¿por qué no vienes? Su hermano, el tercero del cuarteto, estaba haciendo un PhD en el MIT, de manera que mataría los dos pájaros, visitar al hermano y acudir a la entrevista. Pasó todo el día en el campus, al final se dijo "Esto es".

El MIT le hizo una oferta y el maracucho aceptó. Recogió sus pertenencias y atravesó el país en automóvil durante tres semanas, con las acampadas incluidas. Finalmente llegó.

El MIT se convirtió en su casa, más nunca la dejó. Estando allí hizo familia, con Chris, y los hijos Jessica y Blake. Durante 32 años su dedicación a la investigación le hizo merecedor del respeto y la admiración de todos, profesores y alumnos, directivos y patrocinantes.

Es un pionero en nanotecnología, tiene 15 patentes, cinco libros acreditados como avances científicos, fue jefe del departamento de ciencias de la computación, ha estado a la cabeza de las investigaciones del futuro. Fue seleccionado en 2005 para que emprendiera una profunda reestructuración de los planes académicos de la institución. La crisis económica que afectaba a Estados Unidos llegaba también a los principales centros de investigación. Tuvo que recortar. El déficit era de 50 millones de dólares. Lo hizo con eficacia, sin que la tijera afectara la complejidad y calidad de la enseñanza y la investigación. Fue director académico (el Provost) durante siete años. Abrió el MIT a la educación en línea, a través del MITx, un programa gratuito para ofrecer enseñanza de calidad a través de la web, una idea que se expandió hacia la Universidad de Harvard y los planes dicen que se instalará en Rusia muy pronto.

¿Cuáles son tus valores, Rafael? Compromiso con la meritocracia y la integridad, compromiso con la excelencia, compromiso de siempre tomar el camino correcto, y hacer una contribución positiva y constructiva a la sociedad, compromiso de asistir a la comunidad y de reconocerle a cada quien su contribución a la misión y el bienestar, compromiso por la igualdad y la inclusión, y de mantener a la comunidad universitaria abierta y diversa, incluyendo raza, género, religión, nacionalidad, orientación sexual y condición socioeconómica.

Y allí está, el maracucho que dirigirá la academia que ha producido 78 premios Nobel y salvó al MIT de la crisis financiera, con un recorte presupuestario de 50 millones de dólares, once menos que los otorgados por el gobierno venezolano a un piloto de Fórmula Uno.


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