Sea como fuere, unitaristas y unitarios deben tener presente que la primera prioridad es la Unidad ante la Patria, no ante el partido, y que sólo aquellos partidos que representen a cabalidad los más profundos anhelos de libertad, justicia y prosperidad que bullen en el seno de nuestro pueblo podrán trascender del momento histórico que vivimos y fundirse con el devenir de nuestra Nación.
Si no vamos juntos, nos ahorcarán por separado. Benjamin Franklin
Sea
dicho sin ambages: aún no sé discernir entre la tarjeta unitaria y la tarjeta
de la unidad. Dos formas enrevesadas de decir lo mismo sin que sea igual, como
diría el trovador. Pues la tarjeta unitaria viene a decirnos: juntos, pero no
revueltos. Mientras la tarjeta de la unidad pretende defenderse siguiendo el
inolvidable lema de los 3 mosqueteros: Uno para todos y todos para uno.
De
hacer un esfuerzo de entendimiento, la tarjeta unitaria es unitaria en su
propósito final, no en los medios. Impone entre el elector y el candidato un
corral, una alcabala, un sello de origen. Que en el fondo – y en la forma –
pretende acompañar a la sociedad en sus deseos de elegir a Henrique Capriles, pero
con una bandera en la mano. Con dos propósitos: arrear los propios ganados,
ampliándolos por medio de la campaña, y dejar prueba fehaciente de su número.
Es lo que esperan las dirigencias de PJ, UNT y PODEMOS. Aprovechar el 7 de
octubre para realizar un balance específico de las propias fuerzas, si es
posible acrecentándolas y deducir, consiguientemente, el peso de sus
respectivos respaldos en el éxito o en el fracaso del cometido. Siendo
conveniente no prejuiciar sobre los propósitos post electorales, pues podrían
dar pábulo a la maledicencia y la desunión.
La
tarjeta de la unidad, en cambio, derriba las alcabalas y renuncia al sello de
origen, bajo el convencimiento explícito de que juntos y revueltos es la forma
suprema de la unidad. Y de que, así lo suponemos, más importante que el balance
de las propias fuerzas y la medición en función de los respectivos pesos
específicos, es el supremo propósito de desalojar al chavismo y dar paso a la
reconstrucción de la democracia. Con un plus que hace a la naturaleza de
cruzada del esfuerzo unitarista: no son las banderías ni las particularidades
grupales los auténticos protagonistas del desalojo, sino el pueblo anónimo,
unido como una sola voluntad, en su conjunto.
Vis unita fortior: la unidad hace la fuerza.
Tiendo
a pensar que ambas fórmulas cuentan con sus pro y sus contras. Entre los pro:
la tarjeta unitaria (juntos pero no revueltos) constituye un acicate al
esfuerzo redoblado de quienes la asumen, aún a riesgo de resultar contraproducentes
al fin unitario en sí. Asumir la responsabilidad cuantitativa del respaldo
supone confianza en las propias fuerzas y pone de relieve una competitividad
que puede ser beneficiosa para la sumatoria de los respectivos caudales. Sus
aspectos negativos derivan de la autoafirmación identitaria cuando de lo que se
trata es de fundirse en la cruzada popular y colectiva, anónima y unitarista
necesaria para anteponer los fines colectivos a los grupales y el bien común al
bien particular.
La tarjeta de la unidad – uno para todos y
todos para uno – tiene la inmensa ventaja de anteponer el caudal colectivo y el
anonimato del esfuerzo partidista por sobre cualquier otra consideración.
Deponiendo los propios intereses inmediatos en aras de la candidatura, del
candidato y del proyecto de país que encarna. Bajo el presupuesto de que ese
esfuerzo colectivo se reflejará verdaderamente en un gobierno de unidad
nacional y la preservación al corto y mediano plazo de los esfuerzos unitarios
para construir la nueva sociedad a la que aspiramos.
Me
inclino por la Tarjeta de la Unidad y confieso que votaré por ella. Lo hago
desde la perspectiva del votante, por varias razones: 1) porque creo que es el
momento del movimiento popular y democrático, vale decir: de la sociedad civil,
antes que de los partidos; 2) porque así fuera el momento de los partidos,
ninguno de los que se han inclinado por la Tarjeta Unitaria satisface a
plenitud mis anhelos ni se cubre con las expectativas que considero pertinentes
en este particular momento de nuestro desarrollo como Nación; 3) porque aún
apoyando a nuestro candidato, considero que él no representa a ningún partido,
sino a la Venezuela democrática que busca reencontrarse con su destino; 4)
porque al renunciar a su particular identidad, los partidos que optan por la
Tarjeta de la Unidad renuncian a hacer valer su peso específico para provocar
la división tras cargos, parcelas de Poder y participación de lo que
habitualmente ha sido el botín de los vencedores.
Sea
como fuere, unitaristas y unitarios deben tener presente que la primera
prioridad es la Patria, no el partido, y que sólo aquellos partidos que
representen a cabalidad los más profundos anhelos de libertad, justicia y
prosperidad que bullen en el seno de nuestro pueblo podrán trascender del
momento histórico que vivimos y fundirse con el devenir de nuestra Nación.
pedrolastra@gmail.com
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