Con su ineficiencia o complicidad, tal vez las dos, este régimen nos
limita y aminora la vida, obligándonos a auto-encarcelarnos en casa y a estar
en permanente zozobra. El gobierno nos condena a morir. Casi 20 mil asesinatos
el año pasado, y el crecimiento numérico de crímenes en el que ahora corre, nos
llevan a concluir que hay que salir de este presidente, cuyo único motivo es su
propia vida y su permanencia en el poder. Gracias a Dios hay un camino.
Lo peor que nos puede pasar como pueblo -y nos está pasando- es
acostumbrarnos a los atropellos sin reaccionar, calarnos silenciosamente los
arrebatos de vida, limitándonos a “remedios caseros”, a soluciones personales
ante el pánico de la sangre que mancha las calles, soluciones vinculadas estas
a la prevención personal y familiar, que se traduce casi siempre en
autolimitación de libertades. Exijamos en plaza pública respuestas
contundentes, con manifestaciones de calle que hagan sentir la indignación de
un pueblo que se aferra a la vida y rechaza la muerte, que haga sentir que
tenemos sangre en las venas y que estamos dispuestos a enfrentar el gobierno
indolente.
El derecho a la vida es connatural a la persona humana, como son innatos
a la persona los otros derechos humanos, los que no nos los da nadie en la
tierra, nacemos con ellos, luego no es el Estado quien nos los otorga, a él
corresponde reconocérnoslos y garantizárnoslos, así lo consagra la
Constitución, Art. 19: El Estado garantizará a toda persona, sin discriminación
alguna, el goce y ejercicio irrenunciable de los derechos humanos, siendo
obligatorio para los órganos del Poder Público su respeto y garantía. El presidente
Chávez y sus colaboradores trasgreden esta obligación como les viene en
gana.
De todos los derechos humanos el primero, sin discusión, es el derecho
“inviolable” a la vida. Art. 43: “Ninguna ley podrá establecer la pena de
muerte, ni autoridad alguna aplicarla”. Aseguro, y me hago responsable de lo
que afirmo: en Venezuela estamos condenados a muerte por el régimen. Se conocen
casos de compatriotas que han sido asesinados por autoridades y jerarcas del
gobierno, mientras nadie desconoce que 150 mil de los nuestros han sido
vilmente matados en los últimos trece años, bajo la mirada indiferente y
cómplice del régimen. Pareciera ser una manera de someternos, para cubrir con
el manto del hampa común, asesinatos expresamente efectuados por autoridades.
En las cárceles está la muerte, la misma que se encuentra en las calles,
a pesar del expreso mandato constitucional: “El Estado protegerá la vida de las
personas que se encuentren privadas de su libertad”. Lo que ocurre en las
cárceles solo lo explica una ineficiencia brutal o una condenable acción
cómplice. El Estado está obligado a responder por la vida de los presos, pero
la vida de la gente en prisión vale nada. En La Planta, una vez más, se pone en
evidencia la complicidad, al constatar la existencia de un arsenal en sus
celdas. ¿Y qué hace Chávez?, cuidar su vida y su permanencia en Miraflores. ¿Y
qué hace la Ministro Fosforito?, poner de manifiesto su estupidez y su
ignorancia.
La CIDH de la cual Chávez quiere alejarnos, califica de “alarmante”
nuestra situación carcelaria, y de “inaceptable” el número de muertos y
heridos.
Ponerle fin al decreto de muerte está en
nuestras manos, hoy vamos a batallarlo en la calle, y el 7 de octubre en las
urnas electorales. Sacudámonos este gobierno que decreta para nosotros la
muerte, mientras consagra su fuerza y recursos para mantener en vida al
Presidente, tratando de asegurarle su permanencia al frente del Estado. Hay un
camino.
pacianopadron@gmail.com
@pacianopadron
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