martes, 1 de mayo de 2012

MARÍA ISABEL PÁRRAGA B., EFECTO DE IMAGINACIÓN...

Soñar con que hay un mañana es un ejercicio que, en lo particular, me mejoró el día...

Cuánto tiempo teníamos que no nos hablaban de progreso? Que en un acto público un líder, lejos de insultar, burlarse, cantar, bailar y básicamente estar como el antiguo caballo del escudo viendo hacia atrás, mirara hacia adelante.

La semana pasada tuvimos la oportunidad de reentrenarnos en eso de imaginar cómo será el país cuando el improperio ya no sea la moneda de curso. Muchos de nosotros, de tanto vivir imbuidos en el día a día, se nos olvidó cómo soñar cosas bonitas para nuestros hijos. Hoy en día pareciera que lo mejor que podemos pedir para ellos es que regresen sanos y salvos esa noche, cosa que aunque muchos se estén acostumbrando "no es normal". Lo lógico es que en lugar de pensar que su vida (y la nuestra) está en peligro, todo nuestro esfuerzo, ilusiones y esperanzas se centren en labrarles el mejor futuro, con la mejor educación, para que así ellos consigan el mejor trabajo que pueda a su vez proporcionarles la mejor calidad de vida. Eso es lo que debería ser, no esta locura por la supervivencia que ocupa nuestra energía.

Escuchar al candidato del progreso nos ha puesto a imaginarnos ese país posible. Eso no tiene precio. Es un ejercicio saludable, optimista y podemos decir que hasta vital.

Ahora, no hay que llamarse a engaños. No será fácil. El hasta ahora "candidato virtual" tiene muchísimos recursos, dominio institucional, histrionismo melodramático y una vocación enfermiza a no dejar el poder a costa de lo que sea (aún a riesgo su propia salud). Pero desde ya lo decimos, si el líder del progreso contagia ese "efecto de imaginación" a las grandes mayorías y las "pone a soñar" con un escenario distinto, el "día después del 7 de octubre", ese amanecer luego de lo que seguramente será la noche más larga y más tensa que habrá tenido el país en mucho tiempo, será el comienzo de la fiesta. Ya me lo imagino. Salvo muy pocas excepciones de algunos que continuarán refugiados en su sectarismo, las ganas de abrazarnos rojos, azules, amarillos, verdes, blancos hará de las calles una fiesta. Los violentos y los "odiadores" quedarán aislados ante la avalancha de esperanza que inundará el país y entre todos construiremos nuevas bases habiendo aprendido de los errores que todos hemos cometido.

Disculpen este arrebato de optimismo, pero luego de tanta "hiper-realidad", de tanto dolor, de tanta cosa fea que vemos y vivimos "día a día" las ganas de poner a "volar la imaginación" no se nos quita. Ya sé que a estas alturas del artículo muchos estarán pensando que su autora tiene una fiebre delirante de ingenuidad, pero en todo caso, soñar con que hay un mañana es un ejercicio que, en lo particular, me mejoró el día. Hagan la prueba, que la esperanza no enferma a nadie y hemos visto que el odio sí.



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