No había entendido la estrategia de estos dos
mefistofélicos personajes. Por suerte Hugo Chávez habla mucho y la manera de
actuar de Rangel ha perdido la sinuosidad que tenía en otros tiempos. Ahora
deja el rastro como si fuese un aprendiz de politiquero y no el viejo veterano
lleno de cinismo y viejas mañas. La pista la dio el propio Hugo Chávez en la
perorata que le dirigió al país en la firma de la tan postergada Ley del
Trabajo. En medio de las palabras se dirigió a Rangel, que ahora como
obsecuente chavista aparece en todos los actos del Gobierno, y le comentó su
último artículo. El título me llamó la atención:"La conspiración
permanente". El uso que hizo Hugo Chávez de su contenido aún más. Lo más
curioso fue que al ir a leer el artículo me di cuenta que Rangel había repetido
invariablemente esa tesis en varios de sus escritos.
¿Qué es para J. V. Rangel la
conspiración permanente? Acusar a la actual oposición democrática, liderada por
Henrique Capriles, de ser la misma que conspiro contra el régimen chavista el
11 de abril de 2002. Su razonamiento no tiene ninguna base histórica pero crea
en cualquier lector, con facilidad, una inmensa duda: "a diez años de esos
sucesos la oposición ratifica su pasado. Mantiene el mismo discurso, maneja las
mismas ideas: desprecia la Constitución, la verdad y las instituciones. Al
observarlos desafiar elementales principios cívicos, montados en el mismo
tsunami de odios concluyo que si esa oposición, la actual, la misma del 11 de
abril y otras aventuras, cuya praxis consiste en asumir la política como
'conspiración permanente al servicio de las peores causas', vuelve al Gobierno,
Venezuela se hundiría en una crisis de proporciones colosales".
Al leer los demás artículos se
obtiene el hilo conductor de la maniobra y su claro objetivo. El primer
elemento surge de un análisis del resultado de las encuestas: ellas confirman
la segura derrota de Henrique Capriles. Esta realidad, según Rangel, conduciría
a la oposición a buscar el camino de la conspiración mediante el desconocimiento
del resultado electoral.
Su negativa de aceptar reconocer de antemano la
transparencia del proceso electoral y la legitimidad democrática del ganador,
así lo demuestra. Presionar a la oposición es el objetivo. Un señalamiento
grave, pero que le falta fuerza. Hay que vincularlo con los intereses
imperiales. La imprudencia del general Douglas Fraser. Comandante del Comando
Sur, lo permite. "En conclusión, la elección venezolana trasciende las
fronteras. Es un asunto propio de Estados Unidos y de la Unión Europea".
El objetivo no presenta dudas. Es una
respuesta a una realidad que le causa preocupación al chavismo. La legitimidad
electoral es fundamental para el futuro del régimen. Perderla, por los
permanentes abusos de poder, no solo produciría su aislamiento internacional
sino un debilitamiento estructural que, ante la enfermedad de Hugo Chávez,
podría comprometer la propia estabilidad del Gobierno.
Este tema debe haber
sido tratado, repetidas veces, en esas angustiantes y solitarias noches de Miraflores.
Allí, el habilidoso Rangel, que aspira la Vicepresidencia para poder optar a la
Presidencia en caso de una crisis, debe haber utilizado su más fina dialéctica,
para convencer de esos reales riesgos al temeroso Hugo Chávez. Debe haberle
susurrado: "tan grave crisis requiere del manejo de un hombre que como yo
no lo abandoné el 11 de abril".
Hugo Chávez se aprendió la lección
casi al caletre: "Estados Unidos sabe que la burguesía jamás ganaría unas
elecciones en Venezuela, por ello no es casual la injerencia estadounidense en
el proceso electoral del 7 de octubre. Existe un plan conspirativo en marcha
contra la voluntad del pueblo. Esto ocurre porque la oligarquía sabe que no
puede ganar las próximas elecciones y que el pueblo venezolano decidió vivir en
paz y democracia". No satisfecho con esta filípica tomó varias medidas
buscando impactar a la opinión pública: crear el Consejo de Estado, designando
a Rangel y a Luis Brito García como demostración de gran confianza, y retirarse
de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El objetivo de esta maniobra
se mantiene: presionar a la oposición para que reconozca de antemano la
legitimidad del proceso electoral.
La oposición no puede aceptar esta
presión: el resultado electoral, si triunfa el chavismo, es ilegítimo. Esta
verdad hay que decirla al mundo. Un proceso electoral requiere de iguales
condiciones y oportunidades para todos los participantes. En Venezuela no las
hay. La pregunta que surge de inmediato es la siguiente: ¿debe la oposición ir
a las elecciones en tan desfavorables condiciones? Estoy convencido que sí. Las
posibilidades de derrotar a Hugo Chávez son reales. De allí que haya muchos
chavistas, entre ellos Rangel, que les interesa suspender las elecciones.
Eso
sí, tienen dos grandes problemas: Hugo Chávez quiere ser candidato aunque le
cueste la vida y Henrique Capriles se fortalece, cada día más en la opinión
pública, por su mensaje renovador y su creciente carisma.
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