sábado, 5 de mayo de 2012

CARLOS LARROY, ARMAS SILENCIOSAS PARA GUERRAS TRANQUILAS, FUENTE CLARROY.WORDPRESS.COM, DESDE ESPAÑA

Leo con pasión “Armas silenciosas para guerras tranquilas”, de Noam Chomsky. Explicación de estrategias empleadas por la clase dirigente que, a través de los medios de comunicación, consiguen calar en la población mensajes a priori impopulares que posteriormente se transformarán en medidas tomadas por el gobierno de turno sin excesivo rechazo por parte de la sociedad. Algunas de ellas son estrategias que, desde un punto de vista ético, son bastante denostables e incluso antidemocráticas, ya sean en la teoría -el contenido de la reforma o medida- o en la forma de llevarlas a la práctica -la estrategia en sí-, pero que, gracias a la utilización de este tipo de tácticas silenciosas, la opinión pública acaba por verlas como necesarias e irremediables.

Comenta Chomsky varias de estas estratagemas. Una de ellas sería la que él denomina estrategia de distracción. Quizá la más sencilla de comprender y la más utilizada. Se trata de una táctica sucia que consistiría en desviar la atención del público de los problemas importantes que afectan a una sociedad y de los cambios que han decidido tomar las élites políticas y económicas sin tener en cuenta la opinión del ciudadano. Es decir, un tema especialmente relevante, que debilitaría por lo general a un gobierno dado, se oculta o pierde importancia al aparecer de forma fraudulenta las denominadas cortinas de humo: se crea una noticia impactante de forma intencionada que eclipsa al tema polémico, evitando que el público pueda escuchar, reflexionar y criticar, en su caso, sobre el tema trascendente que ha sido ocultado. Una técnica, a poco que se reflexione, tan vieja como el tiempo.

Esta misma estrategia no precisa únicamente de una cortina de humo para funcionar. También puede distraerse la atención del público si los medios de comunicación le conceden menos importancia al tema trascendente o deciden inundar sus contenidos informativos con noticias insignificantes, sucesos escabrosos y similares. O simplemente, como dice Chomsky, “manteniendo al público ocupado, ocupado y ocupado, sin dejarle tiempo para que pueda pensar” por sí mismo.

Chomsky habla de muchas otras estrategias silenciosas, cuyo empleo, desgraciadamente, es común. Entre ellas están, por ejemplo, la estrategia problema-reacción-solución (crear un problema ficticio o una cortina de humo, con la reacción y la solución favorable ya tomadas de antemano por un gobierno dado y así quedar reforzados por una supuesta buena gestión), la estrategia de diferir (tomar medidas que presuntamente hay que llevar a cabo ya para evitar un futuro que se antoja poco menos que apolíptico. Por cierto, estratagema que está utilizando actualmente el Gobierno central para ampliar la edad de jubilación cuanto antes), llegar al público a través de las emociones en vez de por la razón, crearle autoculpabilidad resaltando su ignorancia y la necesidad de que sean las élites las que tienen que tomar las decisiones por su bien, etcétera.

Pero me gustaría quedarme con otra, la que Chomsky llama estrategia de gradualidad. Para llevar a la práctica una medida que la élite política y económica ve como necesaria, pero altamente impopular, la solución estriba en ir llevándola a puerto mediante pequeñas medidas que acabarán por conseguir, sumadas, la reforma completa que se quería conseguir desde un principio. Es decir, para aprobar una medida que sería a priori inaceptable por la ciudadanía, basta con aplicarla gradualmente, esto es, a cuentagotas y con un espacio de tiempo, entre medida y medida, prudente. Esta es la estrategia utilizada por el actual Gobierno español a la hora de llevar a la práctica las reformas para salir de la crisis, la mayoría de ellas impuestas por la Unión Europea. Todo es una cadena bien montada, con decisiones separadas por el tiempo y nunca tomadas a la vez, cuando en realidad forman parte de un conjunto: el malestar social podría ser tan grande que el Gobierno vería caer sus previsiones de voto en las encuestas más aún de lo que están ahora.

Primero se llevó a cabo una reducción del gasto social, más tarde se cerró sin acuerdo y por decreto una reforma laboral que llevó a la huelga general del 29 de septiembre de 2010. Seguidamente se siguió con más ajustes, todos ellos para salvar la deuda pública (aumento de impuestos, eliminación de subvenciones y ayudas sociales) y ahora estamos en medio de una reforma de pensiones que no tiene visos de que vaya a contar con el tan deseado acuerdo social, al menos en lo que se refiere a la ampliación de la jubilación hasta los 67 años.

Imaginen el malestar social que hubiera causado en la población española si todas estas medidas, que han sido separadas convenientemente -un año largo-, se hubieran tomado todas en conjunto, a la vez, en un solo paquete. Seguramente las huelgas hubieran sido históricas y la crispación de los ciudadanos para con su Gobierno se habría traducido en una enorme bajada de popularidad. Porque, en realidad, las medidas que se iban a tener que tomar ya se sabían desde hace tiempo: la reforma de las pensiones forma parte de las reformas anticrisis del Gobierno, que ha preferido dosificarlas para evitar males mayores.

Por tanto, esta estrategia de gradualidad ha conseguido mitigar los efectos negativos que hubieran causado en la opinión pública todas las medidas tomadas a la vez y el daño que ha sufrido el Gobierno es mucho menor comparado con el que hubiera padecido dada esta hipótesis. Y así, todo ha funcionado relativamente. O, al menos, sin muchos sustos.  Pero no debe obviarse, sin embargo, lo más importante: que por mucha dosificación que haya habido, en poco más de un año y medio, entre una reforma y otra hábilmente separadas por un adecuado espacio de tiempo, este país ha perdido una gran parte del Estado del Bienestar del que gozaba antes de que llegaran las turbulencias. Buenas armas silenciosas para que las pocas guerras sociales que ha habido hayan sido tranquilas.

http://clarroy.wordpress.com/2011/01/13/armas-silenciosas-para-guerras-tranquilas/

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