lunes, 14 de mayo de 2012

ANTONIO JOSÉ MONAGAS, PIDO LA PALABRA, VENEZUELA, GRAN MAZACOTE

Indiscutiblemente, Venezuela vive momentos sombríos. Momentos éstos provocados por la desidia gubernamental que impide contrarrestar los problemas que su misma incompetencia ha desatado. 

Problemas que además se han acumulado para devenir en la crisis de institucionalidad que asfixia la resentida democracia que languidece al verse azorada por precariedades, insuficiencias, deficiencias, y carencias. Y por supuesto, expoliaciones causadas por la afrenta del alto gobierno toda vez que sus ejecutorias responden a un socialismo con el cual intenta darse una distribución igualitaria de la miseria sumada a una repartición equitativa de la desdicha para entonces alcanzar un estado de postración donde impere el temor que necesita el totalitarismo para determinar sus decisiones de rebote a todo lo que comprometa objetivos de desarrollo económico y social.

Con base en esta lógica que pareciera absurda por semejar un parapeto del más rancio extracto político, el actual régimen viene disponiendo sus actuaciones las cuales lucen precisas en medio de un país cuyo temperamento le ha valido condiciones sentimentales para sumirse en una onda de desesperada resignación o de silente protesta. Sin embargo, siguen cociéndose habas por parte de quienes creen manejar al país con un poder absoluto, obcecado y enloquecido. O sea, los actuales gobernantes, o como pueda llamarse a quienes enmarañan la República hasta su máxima expresión, siguen pensando que convertir el país en tierra de demonios y dragones en continuo enfrentamiento constituye la mejor alternativa para fraguar la revolución propia de una gestión gubernamental que busca dividir la sociedad para entonces imponer sin resistencia alguna su obtuso socialismo del decimonónico siglo XIX.

Conducir a Venezuela a instancia de la mera voluntad de un hombre o de sus cálculos e intereses, resulta un contrasentido de desproporcionada magnitud. Y es el criterio que sigue el oficialismo para controlar el destino patrio lo cual deja ver todo un exabrupto que en nada se corresponde con el proyecto de país por el cual se lucha desde todos los ámbitos posibles, en nombre de la democracia que quiere restaurarse.

En consecuencia, comienza a recogerse una cosecha de barbarismos, contradicciones y anomalías que bien suponen lo que fue sembrado. Hoy el país se tornó en un cultivo de conflictos, desavenencias, desencuentros, ilegalidades, abusos, maledicencias, malandanzas. En fin, todo un conjunto de arbitrariedades y desgracias que sólo tienen posibilidad de reproducirse cuando el terreno se abono con odio, irreverencia y repugnancia, como en efecto se ha dado en estos años de régimen militarista-populista.

En este plano de avivados conflictos, el régimen ha incitado una consternación de tal tamaño que ha fracturado las esperanzas de libertades que anhela cualquier venezolano con consciencia democrática. Por eso ha pretendido desarticular toda realidad posible mediante la provocación de contravalores como el irrespeto, la irresponsabilidad, la intolerancia, la humillación, la bravuconería, la impunidad, el sectarismo, la soberbia y el insulto a todo nivel. Y para eso se ha valido de una denodada fuerza desplegada desde los medios de comunicación, a través de amenazas y del ejercicio de la coacción al margen de la ley y con el concurso de la violencia.

En la mitad de esta crisis también de valores, el país político perdió la capacidad de asombro ante los desguaces incitados por la presente gestión gubernamental cuya obstinación lleva a que sus dirigentes presuman que están lográndose objetivos sociales y económicos que sólo sirven como justificaciones a un discurso tan estrafalario como demagógico. A un discurso tan vacío como falaz e intrigante, por cuanto solamente excita a ilusos, ofuscados, tramposos, facinerosos, corruptos y sinvergüenzas. Por esas razones de pesarosos efectos, el país se convirtió en tierra de transgresores, bandoleros, intolerantes y delincuentes dado sus hechos de maloliente realidad. Tanto, que ahora Venezuela es un gran mazacote.

VENTANA DE PAPEL
CONSTRUIR CIUDADANÍA

La necesidad de garantizar un proceso de formación escolar en conciliación con la requerida concienciación de valores sociales y políticos por los cuales se afianza la socialización del niño escolar en el ámbito de sus más inmediatas realidades, ha sido objeto de estudio por parte de investigadores de la Universidad de Los Andes. Sus estudios dieron con la elaboración del Modelo Pedagógico de Valoración Cívico-Escolar, MOVAL, el cual ha venido ensayándose en la Escuela Municipal 5 de Julio, de la ciudad de Mérida, con óptimos resultados. Para su aplicación, este modelo ha contado con el valioso apoyo del Consejo Municipal de Los Derechos del Niño, Niña y Adolescente y de la Dirección de Educación del Municipio Libertador. Una de sus fases, consistió en formalizar la creación de la República Escolar para lo cual fue inminente organizar el gobierno escolar correspondiente a tan significativa figura política.
A los fines de la elección respectiva, el protagonismo del Consejo Nacional Electoral fue determinante por cuanto permitió que los ciudadanos escolares asistieran a un proceso comicial ordenado según el mecanismo de ley. Dicho evento constituyó un momento único. En lo sucesivo, el MOVAL será factor funcional para estimular el aprendizaje en tanto que contribuirá a relacionar la escuela con la comunidad mediante actividades que buscarán afianzar actitudes en el plano de los derechos y deberes pautados por la Ley Orgánica de Protección del Niño y del Adolescente. Todo, en aras de construir ciudadanía desde la escuela vista como República Escolar.

¿POPULISMO EN LA UNIVERSIDAD?
La decisión tomada por el Tribunal Supremo de Justicia, en cuanto a obligar a la universidad autónoma a contravenir la vigente Ley de Universidades mediante la transgresión de su proceso eleccionario, ha evidenciado los vicios que han venido estableciéndose al emularse los resabios que son característicos del populismo gubernamental. De esa manera, el ambiente que viene viviéndose recientemente en la universidad venezolana a consecuencia del proceso electoral ordenado por el Poder Judicial, como medida para favorecer la participación irresponsable de factores políticos extraños a la vida académica, ha animado un populismo del mismo tenor del que orienta la gestión pública a partir de la cual ha venido acuciándose una crisis de la institucionalidad democrática. Esta situación ha determinado que el ambiente universitario se vea empañado por acciones que poco hablan de lo que la propia universidad enseña. Igual que lo que ejemplifica el bochinche del aparato público representado por la maraña de decisiones que atropellan el difícil discurrir del sistema político nacional, es el panorama que se percibe en la universidad. Ello ha desbordado la inmoderación de quienes pretenden acudir a un proceso eleccionario aspirando a dos cargos en simultáneo.
El caso que vive la Universidad de Los Andes en el marco de unas elecciones a juro, es demostración de un cinismo de marca olímpica. Con el cuento del amparo que controvertidamente establece el artículo 80 del actual reglamento electoral, hay quienes apuestan al doble juego: o por un cargo o por el otro. Es decir, la terquedad se asocia con mezquindad para abultar el populismo en la universidad.

PODREDUMBRE QUE SALPICA

Venezuela ha retrocedido a épocas del oscurantismo, cuando el autoritarismo y la anarquía fungían como criterios de ley para que el monarquismo actuara de conformidad con los arbitrariedades que primero convinieran. Para nadie ha sido un secreto la forma desmedida de cómo se ha administrado la justicia venezolana. La corrupción ha imperado desde el mismo momento que comenzó a pregonarse el socialismo como sistema de gobierno sin que la Constitución lo declarara como tal en lo más recóndito de su contenido. Siempre se supo de manejos dolosos protagonizados por el alto gobierno.
Siempre fue así de tal forma que las decisiones que inculparon injustamente a tantos venezolanos inocentes, como el caso de la juez Afiuni, de los comisarios de la Policía Metropolitana, del diputado Mazuco y de otros tantos casos, así como del asesinato del fiscal Anderson y de muchos venezolanos más, son el resultado de la podredumbre de una justicia corrupta lo cual será la única razón para que el gobierno pierda su popularidad y el poder político. Mucho tardó el país para reaccionar como en efecto ha comenzado a dar cuenta de su descontento Es podredumbre que salpica.
amonagas@cantv.net
@ajmonagas

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