Indiscutiblemente, Venezuela vive
momentos sombríos. Momentos éstos provocados por la desidia gubernamental que
impide contrarrestar los problemas que su misma incompetencia ha desatado.
Problemas que además se han acumulado para devenir en la crisis de institucionalidad
que asfixia la resentida democracia que languidece al verse azorada por
precariedades, insuficiencias, deficiencias, y carencias. Y por supuesto,
expoliaciones causadas por la afrenta del alto gobierno toda vez que sus
ejecutorias responden a un socialismo con el cual intenta darse una
distribución igualitaria de la miseria sumada a una repartición equitativa de
la desdicha para entonces alcanzar un estado de postración donde impere el
temor que necesita el totalitarismo para determinar sus decisiones de rebote a
todo lo que comprometa objetivos de desarrollo económico y social.
Con base en esta lógica que pareciera
absurda por semejar un parapeto del más rancio extracto político, el actual
régimen viene disponiendo sus actuaciones las cuales lucen precisas en medio de
un país cuyo temperamento le ha valido condiciones sentimentales para sumirse
en una onda de desesperada resignación o de silente protesta. Sin embargo,
siguen cociéndose habas por parte de quienes creen manejar al país con un poder
absoluto, obcecado y enloquecido. O sea, los actuales gobernantes, o como pueda
llamarse a quienes enmarañan la República hasta su máxima expresión, siguen
pensando que convertir el país en tierra de demonios y dragones en continuo
enfrentamiento constituye la mejor alternativa para fraguar la revolución
propia de una gestión gubernamental que busca dividir la sociedad para entonces
imponer sin resistencia alguna su obtuso socialismo del decimonónico siglo XIX.
Conducir a Venezuela a instancia de la mera
voluntad de un hombre o de sus cálculos e intereses, resulta un contrasentido
de desproporcionada magnitud. Y es el criterio que sigue el oficialismo para
controlar el destino patrio lo cual deja ver todo un exabrupto que en nada se
corresponde con el proyecto de país por el cual se lucha desde todos los
ámbitos posibles, en nombre de la democracia que quiere restaurarse.
En consecuencia, comienza a recogerse
una cosecha de barbarismos, contradicciones y anomalías que bien suponen lo que
fue sembrado. Hoy el país se tornó en un cultivo de conflictos, desavenencias,
desencuentros, ilegalidades, abusos, maledicencias, malandanzas. En fin, todo
un conjunto de arbitrariedades y desgracias que sólo tienen posibilidad de
reproducirse cuando el terreno se abono con odio, irreverencia y repugnancia,
como en efecto se ha dado en estos años de régimen militarista-populista.
En este plano de avivados conflictos, el
régimen ha incitado una consternación de tal tamaño que ha fracturado las
esperanzas de libertades que anhela cualquier venezolano con consciencia
democrática. Por eso ha pretendido desarticular toda realidad posible mediante
la provocación de contravalores como el irrespeto, la irresponsabilidad, la
intolerancia, la humillación, la bravuconería, la impunidad, el sectarismo, la
soberbia y el insulto a todo nivel. Y para eso se ha valido de una denodada
fuerza desplegada desde los medios de comunicación, a través de amenazas y del
ejercicio de la coacción al margen de la ley y con el concurso de la violencia.
En la mitad de esta crisis también de
valores, el país político perdió la capacidad de asombro ante los desguaces
incitados por la presente gestión gubernamental cuya obstinación lleva a que
sus dirigentes presuman que están lográndose objetivos sociales y económicos
que sólo sirven como justificaciones a un discurso tan estrafalario como
demagógico. A un discurso tan vacío como falaz e intrigante, por cuanto
solamente excita a ilusos, ofuscados, tramposos, facinerosos, corruptos y
sinvergüenzas. Por esas razones de pesarosos efectos, el país se convirtió en
tierra de transgresores, bandoleros, intolerantes y delincuentes dado sus
hechos de maloliente realidad. Tanto, que ahora Venezuela es un gran mazacote.
VENTANA
DE PAPEL
CONSTRUIR CIUDADANÍA
La necesidad de garantizar un proceso de
formación escolar en conciliación con la requerida concienciación de valores
sociales y políticos por los cuales se afianza la socialización del niño
escolar en el ámbito de sus más inmediatas realidades, ha sido objeto de
estudio por parte de investigadores de la Universidad de Los Andes. Sus
estudios dieron con la elaboración del Modelo Pedagógico de Valoración
Cívico-Escolar, MOVAL, el cual ha venido ensayándose en la Escuela Municipal 5
de Julio, de la ciudad de Mérida, con óptimos resultados. Para su aplicación,
este modelo ha contado con el valioso apoyo del Consejo Municipal de Los
Derechos del Niño, Niña y Adolescente y de la Dirección de Educación del
Municipio Libertador. Una de sus fases, consistió en formalizar la creación de
la República Escolar para lo cual fue inminente organizar el gobierno escolar
correspondiente a tan significativa figura política.
A los fines de la elección respectiva,
el protagonismo del Consejo Nacional Electoral fue determinante por cuanto
permitió que los ciudadanos escolares asistieran a un proceso comicial ordenado
según el mecanismo de ley. Dicho evento constituyó un momento único. En lo
sucesivo, el MOVAL será factor funcional para estimular el aprendizaje en tanto
que contribuirá a relacionar la escuela con la comunidad mediante actividades
que buscarán afianzar actitudes en el plano de los derechos y deberes pautados
por la Ley Orgánica de Protección del Niño y del Adolescente. Todo, en aras de
construir ciudadanía desde la escuela vista como República Escolar.
¿POPULISMO EN LA UNIVERSIDAD?
La decisión tomada por el Tribunal
Supremo de Justicia, en cuanto a obligar a la universidad autónoma a
contravenir la vigente Ley de Universidades mediante la transgresión de su
proceso eleccionario, ha evidenciado los vicios que han venido estableciéndose
al emularse los resabios que son característicos del populismo gubernamental.
De esa manera, el ambiente que viene viviéndose recientemente en la universidad
venezolana a consecuencia del proceso electoral ordenado por el Poder Judicial,
como medida para favorecer la participación irresponsable de factores políticos
extraños a la vida académica, ha animado un populismo del mismo tenor del que
orienta la gestión pública a partir de la cual ha venido acuciándose una crisis
de la institucionalidad democrática. Esta situación ha determinado que el
ambiente universitario se vea empañado por acciones que poco hablan de lo que
la propia universidad enseña. Igual que lo que ejemplifica el bochinche del
aparato público representado por la maraña de decisiones que atropellan el
difícil discurrir del sistema político nacional, es el panorama que se percibe
en la universidad. Ello ha desbordado la inmoderación de quienes pretenden
acudir a un proceso eleccionario aspirando a dos cargos en simultáneo.
El caso que vive la Universidad de Los
Andes en el marco de unas elecciones a juro, es demostración de un cinismo de
marca olímpica. Con el cuento del amparo que controvertidamente establece el
artículo 80 del actual reglamento electoral, hay quienes apuestan al doble
juego: o por un cargo o por el otro. Es decir, la terquedad se asocia con
mezquindad para abultar el populismo en la universidad.
PODREDUMBRE QUE SALPICA
Venezuela ha retrocedido a épocas del
oscurantismo, cuando el autoritarismo y la anarquía fungían como criterios de
ley para que el monarquismo actuara de conformidad con los arbitrariedades que
primero convinieran. Para nadie ha sido un secreto la forma desmedida de cómo
se ha administrado la justicia venezolana. La corrupción ha imperado desde el
mismo momento que comenzó a pregonarse el socialismo como sistema de gobierno
sin que la Constitución lo declarara como tal en lo más recóndito de su
contenido. Siempre se supo de manejos dolosos protagonizados por el alto
gobierno.
Siempre fue así de tal forma que las
decisiones que inculparon injustamente a tantos venezolanos inocentes, como el
caso de la juez Afiuni, de los comisarios de la Policía Metropolitana, del
diputado Mazuco y de otros tantos casos, así como del asesinato del fiscal
Anderson y de muchos venezolanos más, son el resultado de la podredumbre de una
justicia corrupta lo cual será la única razón para que el gobierno pierda su
popularidad y el poder político. Mucho tardó el país para reaccionar como en
efecto ha comenzado a dar cuenta de su descontento Es podredumbre que salpica.
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