sábado, 21 de abril de 2012

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ-ABARCA / CONTRA ALGÚN LIBERALISMO / SEÑALES DE HUMO / DESDE ESPAÑA /

Cuando sir Winston Churchill, en el Parlamento británico y según las épocas, cruzaba de la bancada conservadora a la liberal y de la liberal otra vez a la conservadora (mientras lo llamaban tránsfuga), lo hacía porque estaba quejoso de los conservadores, porque resultaban demasiado liberales para su gusto, y de los liberales porque le acababan pareciendo excesivamente conservadores. Al final, ni liberal ni conservador: acabó siendo simplemente el amortizado borrachín y algo ácrata Churchill, «las cosas de Winston». 

Yo si me termino de ir de una vez del liberalismo español, confío que con billete de vuelta, también será porque he encontrado que fuera de él siento momentáneamente mucha más libertad para decir lo que pienso. Entre los que piden la extrema libertad siento que ahora no tengo toda la libertad. El liberalismo a veces acaba siendo un club cerrado para iniciados encantados de haberse conocido. Por ejemplo, yo no puedo escribir como liberal que no soporto la juerga que se traen ahora no pocos liberales españoles con la crisis, indisimuladamente excitados porque se está acabando con su bicha, el Estado, aunque sea al precio de acabar con cualquier otra cosa. Puedo comprender e incluso compartir el cumplimiento del déficit, pero me parece excesivo tanto entusiasmo.

El día en que a los liberales les recorten también su empleo en nombre del liberalismo pedirán, con el mismo entusiasmo, la vuelta del ´Estado Providencia´, porque si un empresario español es aquel que quiere ser privilegiado por la Administración, un liberal español es aquel estatista que aún no ha experimentado la dureza de la puta calle. Si yo escribo esto como liberal ortodoxo, me tacharían de tomarme demasiado en serio lo de ser liberal, hasta tomarme demasiadas licencias opinativas. «Ah, pero yo pensaba que los liberales dicen cosas libremente», «Hombre, una cosa es el liberalismo y otra tomarse ciertas libertades», me responderían, como en la Transición se decía aquello de que «la libertad traerá a España el libertinaje». 

Me da pudor decir todo esto porque los únicos que ´linkean´ mis artículos son sanos liberales y páginas en internet dedicadas a promulgar la buena nueva del liberalismo, y no quiero defraudarles, pero quizás tenga que pernoctar algún tiempo en el conservadurismo con renovados bríos al liberalismo, como Churchill cambiando de bancada, porque ahora mismo esto de que nos gobierne la prima de riesgo y no nadie que nos haya sido presentado no me convence del todo. No hay peligro que siga el itinerario de Jorge Verstrynge, que del regazo de Fraga pasó a deslizarse por el PSOE, saludar al pasar al comunismo y terminar dándose una calabazada con teorías antisistema, pero no me termino de creer que lo mejor para España sea que casi todo el mundo del marido de la Cospedal abajo cobre ochocientos euros al mes, hasta que lleguemos a la relación sueldo/coste de vida de aquellos países de detrás del Telón de Acero en que una entrada al fútbol valía lo que un pollo, y un pollo la mensualidad entera. En cambio, a ciertos popes liberales les falta vivar por cada angostura nueva que en esta España abatida vayan a pasar las familias. Reconozco que no disfruto lo mismo que ellos.


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