Cuando sir Winston Churchill, en el Parlamento
británico y según las épocas, cruzaba de la bancada conservadora a la liberal y
de la liberal otra vez a la conservadora (mientras lo llamaban tránsfuga), lo
hacía porque estaba quejoso de los conservadores, porque resultaban demasiado
liberales para su gusto, y de los liberales porque le acababan pareciendo
excesivamente conservadores. Al final, ni liberal ni conservador: acabó siendo
simplemente el amortizado borrachín y algo ácrata Churchill, «las cosas de
Winston».
Yo si me termino de ir de una vez del liberalismo español, confío que
con billete de vuelta, también será porque he encontrado que fuera de él siento
momentáneamente mucha más libertad para decir lo que pienso. Entre los que
piden la extrema libertad siento que ahora no tengo toda la libertad. El
liberalismo a veces acaba siendo un club cerrado para iniciados encantados de
haberse conocido. Por ejemplo, yo no puedo escribir como liberal que no soporto
la juerga que se traen ahora no pocos liberales españoles con la crisis,
indisimuladamente excitados porque se está acabando con su bicha, el Estado,
aunque sea al precio de acabar con cualquier otra cosa. Puedo comprender e
incluso compartir el cumplimiento del déficit, pero me parece excesivo tanto
entusiasmo.
El
día en que a los liberales les recorten también su empleo en nombre del
liberalismo pedirán, con el mismo entusiasmo, la vuelta del ´Estado
Providencia´, porque si un empresario español es aquel que quiere ser privilegiado
por la Administración, un liberal español es aquel estatista que aún no ha
experimentado la dureza de la puta calle. Si yo escribo esto como liberal
ortodoxo, me tacharían de tomarme demasiado en serio lo de ser liberal, hasta
tomarme demasiadas licencias opinativas. «Ah, pero yo pensaba que los liberales
dicen cosas libremente», «Hombre, una cosa es el liberalismo y otra tomarse
ciertas libertades», me responderían, como en la Transición se decía aquello de
que «la libertad traerá a España el libertinaje».
Me da pudor decir todo esto
porque los únicos que ´linkean´ mis artículos son sanos liberales y páginas en
internet dedicadas a promulgar la buena nueva del liberalismo, y no quiero
defraudarles, pero quizás tenga que pernoctar algún tiempo en el
conservadurismo con renovados bríos al liberalismo, como Churchill cambiando de
bancada, porque ahora mismo esto de que nos gobierne la prima de riesgo y no
nadie que nos haya sido presentado no me convence del todo. No hay peligro que
siga el itinerario de Jorge Verstrynge, que del regazo de Fraga pasó a
deslizarse por el PSOE, saludar al pasar al comunismo y terminar dándose una
calabazada con teorías antisistema, pero no me termino de creer que lo mejor
para España sea que casi todo el mundo del marido de la Cospedal abajo cobre
ochocientos euros al mes, hasta que lleguemos a la relación sueldo/coste de
vida de aquellos países de detrás del Telón de Acero en que una entrada al
fútbol valía lo que un pollo, y un pollo la mensualidad entera. En cambio, a
ciertos popes liberales les falta vivar por cada angostura nueva que en esta
España abatida vayan a pasar las familias. Reconozco que no disfruto lo mismo
que ellos.
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