El
legendario “Danny el Rojo”, aquel joven mercurial que nos convocaba a
conquistar el cielo por asalto y que lideró las barricadas del Mayo francés
allá por el lejano 1968, hoy, transformado en diputado ecologista, nos dice que
el debate electoral en Francia es aburrido y poco han aprendido los franceses
de él, si nos atenemos a los temas y/o a la profundidad de la discusión. ¿Dónde
está el gran debate?, subraya.
Lo
acompaña en esta apreciación crítica The Economist, el cual señala que la
campaña electoral es la más frívola de los países occidentales e ignora de
manera impresionante los grandes problemas económicos. Una negación de la
realidad, en definitiva, según la revista.
Como
se sabe, dentro de 2 semanas tendrá
lugar la primera ronda de las elecciones en aquel país. 10 candidatos en liza
evidencian hasta qué punto está dividida la opinión en el hexágono galo.
Estas
elecciones se producen en un entorno nacional, regional europeo y mundial
complicado. Las consecuencias económicas y sociales de la crisis fiscal y
financiera ya han derribado a varios gobiernos y liderazgos. Y Francia,
obviamente, no escapa a esta ventolera, a pesar de que sus circunstancias
particulares no pueden ser comparadas con las de otros países europeos, mucho
más débiles.
Este
torbellino incluso ha producido desencuentros entre los miembros de la Unión,
que han despertado también cuestionamientos a los principios sobre los que se
levanta la integración regional.
Aunque
pareciera que lo peor ya pasó y que de todos modos se requerirán varios años
para la recuperación, el
euroescepticismo ha cobrado cierto impulso, y sobre esta ola se han montado
algunos proyectos políticos que, de tener éxito, podrían lesionar a mediano
plazo las bases de la gran aventura europeísta. (Esperamos que estas ideas
fracasen, por el bien no solo de los europeos)
No
obstante, la madre del cordero son los planes de recorte presupuestario y las
reformas laborales que la nueva situación impone. Su capacidad para generar
convulsiones sociales no es desdeñable, y ojalá no vaya a mayores.
Si
hacemos una operación de ubicación político-topográfica de los candidatos que
se disputan el favor del electorado, en la centro-derecha y derecha estarían
Nicolás Sarkozy y Marine Le Pen, en el centro François Bayrou, y en la
izquierda, François Hollande, Jean Luc Melenchon, y Eva Joly,
principalmente.
Los
problemas más sensibles para los franceses son el desempleo y un mermado poder
de compra. En general, la economía, además del problema de la deuda, tiene en
la competitividad una asignatura pendiente que viene siendo señalado desde hace
años y no se corrige. Incluso, desde las instituciones europeas, se ha
planteado pero no se ha hecho mucho al respecto.
Las
encuestas otorgan al socialista Hollande 28 % de intención de voto, mientras
que a Sarkozy 27. En una segunda vuelta
el primero se impondría a ése animal político que es Sarkozy, 56% vs 44%. Sin
embargo, éste en la actualidad, supera al primero en las preferencias del
electorado de la Francia profunda. Asimismo, se avizora un porcentaje de
abstención alto que afectaría más a Hollande.
Para
algunos observadores, Sarkozy habría defraudado las expectativas que generó en
las pasadas elecciones; debe recordarse que hasta logró el apoyo de sectores de
la centro-izquierda entonces. Hollande,
por su parte, se catapulta con el descontento producido por la situación
económica y recoge los apoyos de la sempiterna izquierda nacional.
La
extrema derecha representada por Le Pen vuelve por sus fueros y está ubicada en
un porcentaje cercano a las elecciones pasadas (14%). En la segunda ronda se
decantaría, sobre todo, hacia Sarkozy.
Sobre
los votantes del troskista Melenchon (15%), “el pequeño Chávez a la francesa”,
y el centrista Bayrou (12%), lo más probable es que en su mayoría se inclinen
por Hollande en el ballotage. Es muy probable que el socialista se vea obligado
a negociar con Melenchon, cuya votación se encuentra en ascenso a esta fecha.
Pareciera
que la suerte está echada, aunque la amenaza abstencionista puede torcer los
pronósticos de las encuestas. Derecha o izquierda es el dilema, mientras se
mantienen los crónicos problemas de fondo que la sociedad francesa no termina
de solventar.
Lo
que se presenta claro es que el triunfador deberá tomar medidas económicas y
fiscales severas, la tormenta aún no ha pasado y las amenazas están latentes.
Obviamente, ninguno de los candidatos con probabilidades de ganar mencionará la
soga en la casa del ahorcado.
The
Economist, acertadamente, dice que ninguno de los candidatos propone medidas
para reducir los “alucinantes niveles impositivos” o recuperar la
competitividad. La propuesta de aumentar impuestos de Hollande (75% a las
rentas altas) y su hostilidad hacia la empresa privada y la creación de riqueza
mostrarían una visión anacrónica de éste sobre los asuntos económicos. El
semanario, igualmente, se lamenta de que Sarkozy haya abandonado su propuesta
de reformas “a la alemana”.
A
ambos candidatos corresponde preparar al país, de manera responsable, para las
medidas duras que habrán de tomarse indefectiblemente si se quiere reactivar la
economía.
La
experiencia griega y la más reciente española, con el nuevo gobierno de Rajoy,
indican que aquellas medidas desencadenarán movimientos de protesta. Es de
esperar, tarde o temprano, que en Francia ocurra lo mismo, independientemente
del que triunfe en las elecciones y una vez que pasen los cien días del “état
de grâce” que todo país da a los candidatos que ganan.
emilio.nouel@gmail.com
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