A los ojos del oficialismo no escapa otro dato singular: la franja de electores que prefiere reservarse su intención de voto (casi un 20%) alcanza rangos absolutamente inusuales en nuestra historia electoral
El oficialismo se siente intimidado.
Ni las encuestas de opinión pública le tranquilizan; al contrario: aunque el
comandante-presidente todavía lleva la delantera, no existe una atmósfera
decisiva de triunfo. Los estudios confirman que las cosas se encuentran en
movimiento y que el actual cuadro está sujeto a transformaciones seguras en los
próximos seis meses. Nunca antes la oposición había estado tan bien valorada.
La confianza en ella se ha
incrementado a niveles que alarman a la revolución (43%): en este punto Chávez
dejó de tener el monopolio. Tampoco es el único capaz de generar esperanza y
seguridad. Los apremios del Gobierno están justificados. Para algunas empresas
de investigación, en especial la que mayor credibilidad tiene en los pateaderos
rojos, es justamente el grado de confianza lo que proyecta con mayor precisión
el ánimo y las tendencias electorales. Por eso la situación de hoy no le
plantea certezas al "proceso", pues sus adversarios le están dando la
pelea y han conseguido proyectarse como una opción, si no tan confiable como la
que Chávez representa (57), sí al menos altamente competitiva.
A los ojos del oficialismo no escapa
otro dato singular: la franja de electores que prefiere reservarse su intención
de voto (casi un 20%) alcanza rangos absolutamente inusuales en nuestra
historia electoral. El silencio reina en ese segmento que definirá el resultado
del 7-O: un silencio insinuante que bien puede reflejar miedo, recelo,
indecisión o escepticismo. El caso es que la corpulencia de ese sector impide
proyecciones concluyentes y es la razón principal por la cual resulta imposible
tomar las encuestas de hoy como instrumentos para predecir lo que ocurrirá en
el cuerpo a cuerpo de octubre. Es probable que más adelante se despeje la
incógnita, aunque a nadie debe extrañar que ella se mantenga hasta el final de
la contienda, si acaso el miedo fuera el ingrediente que la explique.
No deja de ser llamativo que quien
mejor ha interpretado por estos días lo que los estudios de opinión están
señalando es el propio presidente Chávez, que ha desestimado una diferencia de
20 o 30 puntos entre él y el abanderado de la Unidad. El Presidente, que
previene a los suyos de los efectos malsanos del triunfalismo, sí reconoce que,
además de la intención explícita del voto, los estudios de opinión pública
proporcionan otros números que también hablan y que, al hacerlo, exponen un
coyuntura bastante más compleja para su causa.
El silencio del 20% del
electorado, junto a la brecha de entre 13 y 15 puntos en los niveles de
confianza, no plantea una fisura infranqueable para una oposición que ha ganado
tanta estima y que obtuvo mayoría de votos en las parlamentarias.
Argelia.rios@gmail.com
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