La mentira es lo absoluto del mal. Víctor Hugo
No es la supuesta muerte del presidente de la
república, ni siquiera su grave enfermedad, la veraz y oportuna noticia del
momento: es el desenmascaramiento brutal de la tiranía a través de las
revelaciones de uno de sus gestores, acechado por la amenaza de muerte que ya
acosa a todos los miembros del régimen. Acuciado por el asesinato político de
Aguilarte y Moreno a manos de sicarios de la tiranía, se vio obligado a desatar
nuestro Vladivideo. No será el último.
Al
más informado, lúcido y destacado periodista venezolano, Nelson Bocaranda,
debemos el conocimiento más exacto – si es que cabe – de la suerte y azares del
mal que aqueja a nuestro presidente de la República. Siguiendo el más estricto
guión del totalitarismo imperante en Cuba, a cuyos brazos ha encomendado su
vida, el teniente coronel Hugo Chávez ha blindado todo intersticio informativo
que hubiera podido mantener informado al país que supuestamente gobierna sobre
el estado real de su enfermedad. Una práctica propia de las peores dictaduras,
obligadas a rodear al Supremo del mayor
misterio y hermetismo, de modo a impedir cualquier resquebrajadura de su
omnímodo poderío.
Es
lógico: un hombre enfermo muestra trazas de mortalidad, el mal que nos acecha a
todos, pero que le está prohibido a los tiranos. La enfermedad no forma parte
de los atributos que debe exhibir el Mesías. El hombre fuerte es impermeable no
sólo a los avatares de la política, el rechazo o la biología: es inmune a los
males que doblegan al hombre común. De allí el horror a la filtración, al
conocimiento, a la divulgación de sus debilidades.
Todo
ello explica el secretismo con que se ha manejado el cáncer presidencial, que
contrasta con la rápida, científica y suficiente información con que la
democracia paraguaya o la brasileña, incluso el régimen kirchnerista argentino,
informaran “veraz y oportunamente” del cáncer de sus mandatarios. Es más: sólo
este absurdo hecho, el secretismo, demuestra que Venezuela no es una
democracia. De allí el favor inconmensurable que le debemos a Nelson Bocaranda
por haber logrado traspasar el telón de acero del secretismo cubano. Y así,
debilitar la mordaza impuesta desde La Habana.
Hay
un aspecto, no obstante, que es lícito y pertinente subrayar: la vía de la
información filtrada y el brutal contraste entre el secretismo y el rumor – información
no confirmada oficialmente – coadyuva indirectamente a los fines del Poder:
banaliza, trivializa y le resta poder comunicacional a la gravísima información
así obtenida. Peor aún: permite que el ciudadano asuma como normal lo que
constituye una auténtica aberración, anecdotizando una crisis de proporciones
descomunales. Llegados a ese punto, la información obtenida por vías
clandestinas u oficiosas puede ser manipulada por la fuente originaria y
convertirse en instrumento poderoso de su guerra sucia. En la que los aparatos
de inteligencia cubanos, deudores de todos los aparatos de inteligencia del
estalinismo soviético, son sin duda los más eficientes del mundo.
De
allí los efectos nocivos del rumor de la supuesta muerte de Hugo Chávez,
producido y filtrado desde La Habana y
repicado irresponsablemente por el demoledor poder de la red, usado como eficaz
instrumento de distracción ante la noticia
protagonizada simultáneamente por Eladio Aponte Aponte, de un poder de
aniquilación tan potente como los vladivideos que empujaron al abismo a la
dictadura de Alberto Fujimori.
La
oposición venezolana ha demostrado ser de certidumbres más frágiles que las que
blindan la poderosa maquinaria represora del régimen. Suele dejarse manipular
por el rumor de manera extremadamente ingenua. Y brincar de un tema a otro de
la agenda política según el humor con que se la distraiga desde la maquinaria
de guerra sucia del Poder.
Como
en esta ocasión: no es la supuesta muerte del presidente de la república, ni
siquiera su grave enfermedad, la veraz y oportuna noticia del momento: es el
desenmascaramiento brutal de la tiranía a través de las revelaciones de uno de
sus gestores, acechado por la amenaza de muerte que ya acosa a todos los
miembros del régimen. Acuciado por el asesinato político de Aguilarte y Moreno
a manos de sicarios del oficialismo, se vio obligado a desatar nuestro
Vladivideo. No será el último.
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