«Los ciudadanos del mundo no lo somos de espantapájaros, sino actores con deberes y fundamentalmente derechos frente a los cuales los representantes jurídicos de naciones están obligados a declinar su codicia y criminalidad en funciones de gobierno»
Cuando
estudio documentos que son «tratados internacionales», como la Declaración
Universal de Derechos Humanos y la Carta de la Organización de los Estados
Americanos, tanto más abatimiento me producen las explícitas y premeditadas
agresiones jurídicas de algunos «jefaturales mayores» de naciones de Ultimomundano
(me resisto a llamarlos «dignatarios», porque nada de «ilustres» tienen). La
realidad, que contrasta escandalosamente con el contenido de los textos de
marras, evidencia que hay un abismo entre gobernados que anhelan vivir con
apego al «Estado de Derecho» y mandatarios sujetos de imputaciones por
«desacato» de las normas universales.
Qué hermosa
carta para, infortunadamente, su premeditada violación: esa que debió blindar
la «Democracia» en territorios habitados por oprimidos en incesante resistencia.
«Jefaturales mayores» de países que tuvieron participación en la firma de
«magnánimos» documentos para la promoción, defensa y preservación de la vida
feliz en Ultimomundano, ahora marcialmente imponen el culto a las embalsamadas
momias del terror: «vejetes», que no «venerables ancianos», que nadie sabe si
pronuncian palabras en virtud de los avances científicos en materia de
tecnología médica. Mi lector examine los siguientes párrafos de la Carta de la
Organización de los Estados Americanos, ulterior a lo cual ruego juzgue mis
razonamientos con imparcialidad:
(…) Artículo
3.- «Son elementos esenciales de la Democracia Representativa, entre otros, el
respeto a los Derechos Humanos y las libertades fundamentales; el acceso al
poder y su ejercicio con sujeción al Estado de Derecho; la celebración de
elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y
secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de
partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los
poderes públicos»
(…) Artículo
4.- «Son componentes fundamentales del ejercicio de la Democracia la
transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la
responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los Derechos
Sociales y la Libertad de Expresión y de Prensa. La subordinación
constitucional de todas las instituciones del Estado a la autoridad civil
legalmente constituida y el respeto al Estado de Derecho de todas las entidades
y sectores de la sociedad son igualmente fundamentales para la democracia»
(…) Artículo
9.- «La eliminación de toda forma de discriminación, especialmente la
discriminación de género, étnica y racial, y de las diversas formas de
intolerancia, así como la promoción y protección de los Derechos Humanos de los
pueblos indígenas y los emigrantes y el respeto a la diversidad étnica,
cultural y religiosa en Las Américas, contribuyen al fortalecimiento de la
Democracia y la participación ciudadana».
(…) Artículo
10.- «La promoción y el fortalecimiento de la Democracia requieren el ejercicio
pleno y eficaz de los derechos de los trabajadores y la aplicación de normas
laborales básicas, tal como están consagradas en la Declaración de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) relativa a los Principios y
Derechos Fundamentales en el Trabajo y su Seguimiento, adoptada en 1998, así
como en otras convenciones básicas afines de la OIT. La Democracia se fortalece
con el mejoramiento de las condiciones laborales y la calidad de vida de los
trabajadores del Hemisferio» (Aprobada en la primera sesión plenaria, celebrada
el 11 de Septiembre de 2001).
Tendría que
ser lo que defino eufemísticamente «falaciega» cualquier persona que no
advierta cuánto, de forma alevosa e ininterrumpida, en Latinoamérica la
Organización de Estados Americanos (OEA) legitima con su silencio e
inoperatividad ante las descaradas violaciones de nuestros Derechos Humanos que
protagonizan los «petropredadores» y
«dolarfagozoarios». En no menos de cinco países, corrompidos legisladores
sancionan leyes inconstitucionales y contrarios a los tratados internacionales
con el maléfico propósito de mantener sumisos y temerosos a los individuos y
sus familias. Hasta el extremo insólito de pretender imponer «doctrinas
políticas» que son antítesis de la Democracia, como el «Comunismo» y «Fascismo
Nacionalsocialista» que fueron extraídos entre los utensilios hallados en
sarcófagos de momificados terroristas decimonónicos y de la Veintiúncenturia.
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