sábado, 31 de marzo de 2012

PEDRO PAÙL BELLO: EL OTRO PROCESO.

En América Latina, hay dos “procesos”, para usar la muy manida expresión de los amigos del señor Chávez. Por una parte está el proceso que, en tiempos en los que estamos, se ha hecho “tradicional” por común. Es el proceso que, normalmente, han conducido los gobiernos del Continente que siguen ciertos patrones establecidos y ciertas “recetas”, casi siempre provenientes de regiones e instituciones extrañas a nuestra realidad. Ha habido un “modelo” --digamos tradicional--  de gobernar que no atiende directa, verdadera y sinceramente las necesidades y aspiraciones de las grandes mayorías de nuestros pueblos, que se sienten y están al margen, excluidos de la atención y de los propósitos de sus gobernantes. Que más parecieran ser “rellenos”, apenas útiles para legitimar gobiernos, pero que no son centro de preocupación ni objetivo principal de los planes, programas e intenciones de éstos.
Los rostros verdaderos de ese pueblo doliente se ocultan tras montañas de papeles que la burocracia genera en su estolidez, para ser olvidados en “importantes” reuniones que multiplica la dirigencia. Mientras, los partidos políticos, que se han ido alternado en  gobiernos de nuestros paises, de manera progresiva han venido perdiendo apoyo real y no cuentan más con aquéllas multitudes que, entusiasmadas, los respaldaron y acompañaron en el pasado.
Debo confesar que estamos en un vacío que, por omisión, hemos dejado abrir quienes no compartimos ni el populismo, ni el llamado neo-liberalismo salvaje y menos aún ese cadavérico proyecto de “socialismo del siglo XXI”, propiciado por los eternos derrotados de la ultra-izquierda latinoamericana, reliquias de un pasado doloroso que fue enterrado bajo el Muro de Berlín.  Están imbuidos, ellos, en el “proceso” tan caro al señor Chávez y a su corte de alucinados.
Pero, al menos en América Latina, los pueblos que tanto ellos invocan   --pueblos de los excluidos, de los desamparados, de los marginales--   han entendido que solamente ellos mismos y sólo mediante sus propias acciones de empeño y tenacidad, alcanzarán, más temprano que tarde, acceder a los derechos y beneficios de una vida digna en Sociedad, como corresponde a la condición de persona humana que el Creador a todos ha regalado. Ignoran, los actores del proceso que está haciendo aguas en Venezuela, todo lo que estos pueblos están trabajando, en el tiempo presente, por rescatar su dignidad.
Ignoran que los llamados “pobres,” desde hace màs 20 años, se están organizando desde la frontera norte de México hasta Tierra del Fuego. Que están tomando en sus propias manos la gestión de sus vidas personales y familiares mediante acciones concertadas a través de diversas formas comunitarias de organización y de acción, pero no para hacer ninguna guerra, ninguna revolución de destrucciones y venganzas, sino para no depender de los cantos de sirena de un liderazgo en el que ya no creen, el peor de ellos el de nuestra más reciente y presente experiencia venezolana.
Ignoran que los esfuerzos de estos “pobres” están creciendo desde las bases donde hoy habitan y están  logrando progresiva, pero sistemáticamente, conquistar cuotas importantes de poder en gobiernos locales.  Hay ejemplos, desde hace  más de veinte años, en multitud de localidades del Continente. En Perú, para dar algunos lugares, en la propia ciudad de Lima; en Cuenca, Ecuador; en Sao Paulo; en Manizales de Colombia; en varias zonas de Buenos Aires; en Talca, Chile; en Montevideo; en Quetzaltenango de Guatemala; en la región de Pará en Brasil; también en Brasil en Fortaleza y Maruhuapí; en Bolivia, en las cercanías de Cochabamba; en Santiago de Chile las mujeres mapuches; en todo el Uruguay...
¿QUÉ HAN LOGRADO?
A veces apoyados por ONGs, pero en igual proporción mediante actuaciones generadas a partir de sus propias organizaciones, han creado Mesas de Concertación que son verdaderos consejos de articulación entre el poder público local y municipal con las ONGs y los grupos de participación; han logrado compartir atribuciones con los Concejos Municipales en cuanto a las decisiones que les atañen.
Han alcanzado llevar a su realización propuestas que provienen del sector popular; han constituido Foros Mixtos para el desarrollo económico de sus zonas; han hecho que sean reconocidas diversas expresiones de economías informales; han cambiado usos de suelos de zonas urbanas; han creado bancos de segundo piso;  han incidido en intervenciones en las que se reconoce al sector informal en áreas de servicios públicos, campo ambiental, recolección y aprovechamientos de desechos y basuras.
Existen Concejos Municipales que se han entendido con representantes de la Comunidad organizada y no solamente los ediles electos, para aprobar presupuestos participativos con posibilidades de que los pobladores determinen y controlen las secciones y partidas que se destinan a ellos; han logrado que se constituyan Fondos para financiar grupos de productores populares; han propuesto, como derechos constitucionales, políticas que concibe la población organizada; han hecho crear mecanismos contra su exclusión informativa.
En materia de hábitat y vivienda, hay importantes acciones de gestión participativa a niveles de barrio, sector, calle, etc. En Argentina, por ejemplo, hay regadas en casi todo el territorio de esa Nación muchas organizaciones sociales integradas por vecinos y empleados que han desarrollado cooperativas de participación comunitaria, las cuales, con autogestión (que no es necesariamente autoconstrucción), proveen servicios, construcción y mejoramiento de viviendas y pueden administrar directamente fondos públicos consignados para ello. Una de ellas  --hace ya veinte años-- controlaba el 40 por ciento de los ingresos municipales recaudados mediante impuestos y derechos de construcción en su Municipio. Hay multitud de casos de Fondos Rotativos de créditos para financiamientos de cooperativas y organizaciones comunitarias de vivienda. En el Uruguay, después de tres décadas, han desarrollado y fortalecido el sistema de cooperativas de vivienda de ayuda mutua, cuya Federación es, tal vez, la organización popular más importante de ese país, incluidas las Centrales de trabajadores, y una de las expresiones populares de mayor fuerza en el sub-continente.
El proceso popular en lo que concierne al hábitat no se limita a la producción social de éste y las viviendas, sino que interviene en temas como los de: la educación formal; abasto y consumo; salud en cuanto a atención y prevención; seguridad interna de sus zonas; equipamientos urbanos en general;  cultura y deportes; atención de grupos especiales, sean por defecto o por exceso; trabajos de atención para niños, jóvenes y ancianos; mejoramiento ambiental, con casos en los que tratan el agua y con ella se cultivan flores que generan economías. Hay, por lo demás, innumerables formas de generar recursos. Con ellos se fortalecen las economías populares.
Toda esta acción popular comunitariamente organizada, supone, como es obvio, una fuerte incidencia en el refuerzo de la lucha por los valores democráticos. La organización popular es esencialmente democrática, porque en ambientes de opresión y sin libertades no florecen las indispensables armonía, solidaridad y entendimiento entre los seres humanos.
Durante la última década el crecimiento del otro proceso, que no es dirigido ni manipulado por gobiernos o partidos, ha sido enorme. Si hace diez años había unas quinientas municipalidades que, en la América del Sur y en íntima relación con sus comunidades, desarrollaba tales actividades, esa cifra, para el presente, debe ser multiplicada por diez. El crecimiento y desarrollo de “el otro proceso” es continuo e irreversible.
Ese es el otro proceso. El proceso propio de esas mayorías que han sido llamadas marginales y excluidas porque no habían tenido acceso a los beneficios de la vida en Sociedad.  La democracia, para esa parte sufriente de pueblo que es el pueblo nuestro, es cada vez menos un conjunto abstracto de postulados según los cuales cada uno es “ciudadano”, abstracto sujeto de derechos intangibles e inalcanzables, para venir a constituirse, sobre la aspiración de realidades concretas que corresponden a las necesidades de un hombre situado, como lo llamó George Burdeau, esto es, inserto en un tiempo y en un espacio reales y en contacto con semejantes, también reales, con quienes comparte aspiraciones, pretensiones, angustias, ilusiones y esperanzas.
ppaulbello@gmail.com

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