Nuestros escritos no se caracterizan por
analizar o apelar a la cinematografía, pero el flamante filme sobre Margaret
Thatcher (protagonizado por la actriz “oscarizada” Meryl Streep “The Iron Lady” -La Dama de Hierro-)
reavivó polémicas y merece que hagamos la siguiente notícula, no desde la
óptica de la crítica actoral (no es nuestro métier) sino desde la perspectiva
de lo que ha significado la persona de Thatcher.
Meryl Streep |
Hace mucho tiempo había leído
el emblemático libro “Los Años de Downing Street”[1], y al ver el flamante
filme, se me vino al recuerdo muchos aspectos de la vida y obra de esta notable
y controversial estadista.
Fue nuestra enemiga en 1982, y bajo su
conducción las tropas británicas acabaron con la vida de algo de mas de 600
argentinos en la guerra de Malvinas, de modo que Thatcher bien nos puede inspirar un legítimo rechazo emocional, pero
también hay sobrados motivos para que nos inspire una profunda admiración
racional.
Nacida el 13 de octubre de 1925 en el seno de
una familia de modestos almaceneros, Margaret no necesitó de un “marido” que la
acomodara en el poder. Ella se hizo sola. Desde muy joven y a instancias de sus
sobresalientes calificaciones, fue becada para estudiar en la Universidad de
Oxford. Va de suyo que a diferencia de las tiranuelas del tercer mundo, los
títulos universitarios de Thatcher no sólo no están en duda, sino que se
doctoró en Química y se recibió de abogada.
Militó con toda energía en el Partido Conservador, el cual llegó a
liderar durante 15 años. Ejerció como Primer Ministro del Reino Unido desde
1979 a 1990 (fue tres veces electa), siendo el más longevo gobierno durante el
Siglo XX, además de ser la única mujer que ha ejercido dicho cargo en la
historia del Reino Unido.
Margaret Thatcher |
Al momento de asumir, en el Reino Unido había
desempleo, huelgas, disturbios constantes y los asesinos del IRA (versión
irlandesa de los Montoneros locales) atentaban sin piedad contra el orden
público. De inmediato Thatcher se dedicó a revertir el desastre político y
económico heredado por las políticas estatistas y socializantes que dejó la
desastrosa administración saliente del Partido Laborista, a la sazón
capitaneada por el Primer Ministro James Callaghan.
En efecto, durante su prolongada gestión
Thatcher privilegió decisiones que iban a beneficiar a los trabajadores, a
pesar de que estas fuesen antipáticas o pusiesen en riesgo sus perspectivas
electorales. Promovió desregulaciones en la economía, impulsó flexibilizaciones
laborales, realizó privatizaciones y progresivamente fue cerrando las empresas
estatales, a la vez que eliminó los
subsidios e incentivó la inversión privada. Luchó a capa y espada contra
la delincuencia sindical que la acechaba y siempre eligió el camino certero
(aunque el más sacrificado y menos rentable electoralmente) para beneficiar a
la clase trabajadora: les dio instituciones sólidas y libertad económica en vez
de elogios discursivos y humillantes subsidios asistencialistas.
Fue demás una heroica princesa en la lucha
contra el comunismo, y fue ella quien junto al Presidente norteamericano Ronald
Reagan y el Papa Juan Pablo II pusieron de rodillas al depredador moscovita
hasta promover su derrumbe en 1989.
Tras su salida del gobierno en 1990, la reina
Isabel II, le concedió a Thatcher un título nobiliario, como «Baronesa
Thatcher», de Kesteven en el condado de Lincolnshire, que le otorga el derecho
vitalicio a ser miembro de la Cámara de los Lores.
Años después, en 1998, fiel a su estilo ajeno
de la demagogia populachera a la que nosotros estamos tan habituados, cuando
las circunstancias así se lo impusieron y ya sin que ejerciera la función
pública, Thatcher no dudó en visitar y agasajar al Presidente chileno Augusto
Pinochet, cuando este último fuera detenido transitoriamente a instancias del
corrupto ex Juez Baltazar Garzón.
A diferencias de las tilingas locales, Thatcher
llevó desde siempre una vida incorruptible, signada por la austeridad, los
hábitos modestos, y hoy pasa su avanzada vejez con el mismo confort y la misma
sencillez que la de cualquier vecino londinense.
Los argentinos, a falta de una mandataria mujer
hemos tenido tres: Eva Perón (técnicamente no fue Presidente pero fue nombrada
como “Jefa Espiritual de la Nación”), Isabelita Perón y Cristina Kirchner (las
tres colocadas en ese sitial por compartir el lecho conyugal con sus
respectivos maridos/Presidentes). Alguna mala lengua dirá que entre las tres
mencionadas no hacemos una como Thatcher.
En sentido contrario, no faltará también quien lamente este artículo y
lo acuse de “cipayismo” o falto de nacionalismo. Pero si entendemos el
nacionalismo como el querer y pretender el bien para la Patria de uno, entonces
lo que hay que lamentar es que una persona con las cualidades de Thatcher haya
sido Presidente de un país enemigo en vez del nuestro. En efecto, no es lo
mismo estar dirigido por una dama que brilla con señorío y estilo en los
ambientes mas calificados, que estar bajo el yugo de una burda “compañera” de
Unidad Básica.
¿Será que los referentes sociales reflejan la
idiosincrasia de un pueblo?. Y si esto es válido: ¿Será por eso que El Reino
Unido es lo que es y nosotros somos lo que somos?.
No haremos ahora comparaciones odiosas que de
todos modos nos llevarían a discusiones inacabables. Pero apostamos uno contra
un millón, que el día de mañana Florencia Peña no va a ganar ningún “Oscar”
interpretando una película conmemorativa de
la “Dama del Bótox”.
nickmarquez2001@yahoo.com.
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