Al optar por no reunirse con los
cristianos que han sido castigados por su fe, Benedicto XVI corre el riesgo de
irritar a los feligreses de la isla.
Cuando apenas falta una semana para la
llegada de Benedicto XVI a Cuba, la segunda visita papal en 14 años, una
alegría por anticipado debería estar embargando a los cristianos de la isla.
Pero esos valientes soldados de Cristo que se han alzado contra la represión
política, el estado de ánimo que prevalece es el de una profunda frustración.
Durante 53 años, el régimen
totalitario de Cuba ha vuelto un infierno la vida de la población. Pero Castro
no ha escatimado en gastos para poner en marcha una inteligente campaña de
propaganda internacional. La supervivencia del régimen ha dependido de la
represión al estilo de la Alemania Oriental cubierta por una cara sonriente
para el consumo internacional. La estrategia ha funcionado y los defensores de
los derechos humanos cubanos han sufrido sus humillaciones con poco apoyo moral
del resto del mundo.
DAMAS DE BLANCO EN CUBA |
Los disidentes cubanos esperaban que
la visita del papa les ayudara a dejar al descubierto a los retorcidos
carceleros que dirigen la prisión en la isla. Entonces, ¿ccómo interpretar el
hecho de que el pontífice no se reunirá con ninguno de los defensores
cristianos de los derechos humanos en la isla? Estas personas han soportado
abominables actos de terror de estado para ser testigos de la fe. Se han ganado
el reconocimiento papal. La palabra decepción ni siquiera empieza a describir
sus frustradas esperanzas.
No es que no lo hayan pedido. Lo han
rogado. Desde La Habana, el ex preso político cubano Ángel Moya calificó la
situación de la siguiente manera: "[La dictadura cubana] tratará de
manipular la presencia del sumo pontífice en Cuba", dijo al sitio web
"Pedazos de la isla". "Por esa razón estamos haciendo un llamado
a la opinión pública internacional y a nuestros hermanos exiliados, para que
envíen un mensaje a Benedicto XVI para que se reúne (sic) con los opositores.
De tal forma le dejaremos saber lo que realmente ocurre aquí en la isla…",
añadió.
Berta Soler, esposa de Moya y portavoz
de las Damas de Blanco, quienes desde 2003 han resistido golpizas, arrestos y
hostigamientos por parte del régimen por asistir a misa en grupo y protestar
por los arrestos políticos fueron mucho más allá. A través del nuncio
apostólico en La Habana, Soler hizo llegar una solicitud formal de las Damas de
Blanco para ver al papa, "aunque sea un minuto".
Muchos otros cristianos en la isla han
hecho peticiones similares. Desde Estados Unidos, Carlos Eire, profesor de la
Universidad de Yale, escribió un poderoso llamado en nombre de las Damas de
Blanco para la edición del 5 de marzo de la revista National Review Online.
"Como la mujer de Canaán que le gritó a Jesús, 'Señor, ayúdame', o la
mujer que tocó el dobladillo de la túnica de Jesús con la esperanza de una
cura, ellas intentan atraer la atención, llenas de fe, mendigando contra toda
probabilidad. En una isla donde todos se han vuelto mendigos, ellas ruegan por
el don más raro y precioso de todos: su presencia". La oficina del
cardenal cubano Jaime Ortega dijo a las Damas de Blanco que la agenda del papa
es muy apretada.
Algunos disidentes se preguntan de qué
lado está el cardenal. En los últimos años jugó un papel decisivo en ayudar al
gobierno a deportar a decenas de presos políticos que se habían convertido en
un lastre para la imagen del régimen. A pesar de que recientemente ofreció una
misa para el dictador venezolano Hugo Chávez, enfermo de cáncer, los pedidos de
Soler para una misa por los disidentes muertos han quedado sin respuesta.
El cardenal ha señalado que el propósito
del viaje es "una nueva evangelización" y que, por supuesto, la
difusión del evangelio es la obra del Señor. Pero cuesta ver cómo los conversos
serán ganados si el papa deja de lado a los marginados y se codea con los
poderosos.
El jueves 15 de marzo, 13 cristianos
que se refugiaron en la iglesia Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, en La
Habana, para exigir que el papa escuchara sus quejas contra el régimen fueron
sacados por la policía, según se informó a pedido del cardenal Ortega. Luego, el
viernes, el Vaticano anunció que si Fidel Castro desea reunirse, "el papa
estará disponible".
En caso de que todo esto no sea
suficiente para destruir la confianza cubana en el papa como un aliado, el
diario gubernamental Granma expresó en un editorial de la semana pasada que
"estamos seguros de que Su Santidad guardará con cariño el recuerdo de
esta isla del Caribe, que valora su visita como una manifestación de confianza
y expresión renovada de las excelentes e ininterrumpidas relaciones entre la
Santa Sede y Cuba".
Todos los cubanos saben que la
"revolución" persiguió a los fieles. Fueron enviados a los pelotones
de fusilamiento o a los calabozos, las escuelas e iglesias católicas fueron
cerradas y la isla fue declarada un paraíso ateo.
Ahora, sin embargo, Fidel está
recordando a los cubanos que las relaciones con Roma nunca se rompieron y
afirma que todo el tiempo se ha llevado fabulosamente bien con el papa.
¿Permitirá el papa Benedicto, que ciertamente no es un simpatizante de Castro, que
el régimen se salga con la suya?
A menos que tenga algo bajo la manga,
la visita puede llegar a ser un grave error de cálculo. Los cubanos saben que
son rehenes en su propio país. Si el papa es percibido como alguien que está de
acuerdo con esta gran mentira, sólo aumentará el sentimiento de traición hacia
el cardenal Ortega y no hará nada para fortalecer a la Iglesia en Cuba.
Escriba a O'Grady@wsj.com
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