domingo, 4 de marzo de 2012

KALENA DE VELADO: SOBRE LA SITUACIÓN ACTUAL DE EL SALVADOR

Como liberal, quisiera reflexionar sobre la situación actual de El Salvador, marcada hoy no solo por el relativismo, sino también por las corrientes seudoliberales o laicistas.
Después del intento fallido de parte de la ciudadanía por convencer a la clase política (en especial al FMLN), a realizar un cambio en la Constitución en esta legislación, tal como lo marca la ley, definiendo al matrimonio como aquella alianza entre un hombre y una mujer, parece conveniente repasar qué significa el liberalismo.
Primero, quiero reafirmar que no es homofóbico ni discriminatorio el movimiento por fomentar el matrimonio natural. De igual forma que impulsar el deporte no insulta a los cómodos; así como preservar con una ley de origen al Champagne que viene de esa zona francesa no es afrenta hacia la horchata o el fresco de jocote. De lo acontecido en la Asamblea Legislativa recientemente rescato que se estableció un verdadero diálogo intersectorial para dejar claro a los políticos cuáles valores culturales considera la ciudadanía como imprescindible que se respeten, independiente de las modas o tendencias jurídicas a escala global.
Mencionar criterios de la fe para defender el matrimonio natural no es ir en contra de un estado laico ni significa querer legislar con la biblia en vez de la Constitución. Hay que ser pragmáticos: el cristianismo en el mundo es un hecho histórico incontestable, algo que no se puede negar. “Un árbol sin raíces, se seca.” Las conquistas como la razón, la libertad y la dignidad de la persona, que están en el origen del liberalismo, son de origen cristiano, pero además son de alcance universal, por lo que son defendidas y aceptadas por todos.
Habría entonces que hacer una distinción entre estado laico y laicista. “Por laico entiendo el estado que está separado de cualquier Iglesia y actúa de modo autónomo. El pensamiento laico se desarrolla de modo racional, pero no excluye la dimensión religiosa. El laicismo, por el contrario, es una ideología que se propone eliminar la dimensión religiosa de las personas... Los valores liberales y democráticos nacen del cristianismo. Por tanto, todos los demócratas deberían estar atentos a esos valores de la tradición que dio origen a la cultura occidental. Defender los valores propios de la tradición judeocristiana es un deber de todos, porque la democracia necesita fundamentos sólidos, compartidos por todos los ciudadanos. Por eso me parece a mi que no son estas conquistas exclusivas de los cristianos. Si ha tenido lugar un feliz hallazgo, este ha de ser disfrutado y respetado por todos, también por parte de un ateo, un agnóstico o un creyente de otra religión distinta de la cristiana... Sostengo que Occidente ha ido demasiado lejos en la apostasía y en la renuncia de sus propias raíces judeocristianas. El ‘todo vale’ acaba por ir en contra del hombre, sea este cristiano o no. Una conquista que ha durado siglos, sangre y no pocos errores debe ser mantenida no porque sea cristiana, sino porque es un acierto y la mejor de las posibles para todos los ciudadanos... No hace falta ser creyente para apreciar los valores de una civilización” (Marcello Pera, Agnóstico).
En el hermoso árbol liberal hay que proteger, ahondar y profundizar sus raíces judeocristianas, porque si no iríamos a un suicidio cultural. Rescatarlas no es un acto religioso, sino de mera supervivencia.
kvelado@yahoo.es

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