domingo, 11 de marzo de 2012

CARLOS BLANCO: DOLORES ANDA EN PROBLEMAS. TIEMPO DE PALABRA


Dolores anda en problemas no maneja la situación creada por la enfermedad de Zeus

EL DIVÁN

Dolores la roja, anda en problemas. No logra manejar la situación creada por la enfermedad de Zeus. El Olimpo está convertido en hospital de campaña, con dioses menores ocupados de la radioterapia, las vendas, el mercurocromo y el alcanfor. Lo que más turba su espíritu es lo que rodea al abatido que, en las tardes, deambula sin que sus pasos sean registrados por la historia. No encuentra sosiego, pendiente de La Cosiata que, como la otra de 1826, en manos de Adán-Nicolás-Páez, no quiere desconocer la autoridad de Hugo-Bolívar sino de Diosdado-Santander.

Dolores me convoca a su departamento para la cena. Apenas entro veo en la cocina a El Químico que mueve frascos. Me imagino que estará en la preparación de un extraño potingue, pero apenas me acerco, advierto que en realidad elabora el aderezo para la ensalada. Lo veo despeinado, barbado, irritado, y hago gesto de sorpresa.

-Esto se nos va por el sumidero-, dice el antiguo explosivista.

-¿Qué? ¿La salsa?

-No, la revolución o lo que podría haber sido o lo que quisiéramos que hubiera sido una revolución o lo que aspirábamos que alguien pudiera denominar sin vergüenza revolución, dice.

Al carecer de tiempo para consolar a quien no merece consuelo, pregunto por la camarada. Apenas lo hago, siento unas manos olorosas a almendra y leche que me cubren los ojos; eran los mismos dedos de siempre, largos, robustos, terminados en uñas de reina, apenas barnizadas con un rosado lánguido. Volteo con asombro: allí estaba la emperatriz escarlata envuelta en una túnica de seda, como si viniera de una conferencia olímpica, mientras el viento que atraviesa los espacios de su residencia delinea opulencias de seda desde el hombro hasta Extremadura y sugiere osadías al envolver con impudicia cada una de sus piernas. Ahora estoy seguro que Dios debe haberse tomado unos minutos extra en la confección de este cuerpo perfecto, coronado por una cabeza llena de ideas confusas.

-Aunque con tus escritos me expones al escarnio público, te sigo informando. He visto que en twitter llegan a decirte que mis confidencias son porno-política-, musita mientras se persigna de manera equivocada.

-Tú no te sabes persignar.

-No importa. Desde que comenzó la enfermedad tenemos que aprender ritos religiosos porque, como decía aquel científico, en mi pueblo dicen que si uno se persigna, los milagros ocurren aunque no se crea en ellos.

ESTAMOS CUCÚ.

Me cuenta que ha visitado al psicoanalista, el afamado doctor Von Schneider quien tiene dos consultorios, uno para los del "proceso" y otro para las víctimas de éste. Los settings son diferentes, especialmente la música que en el caso del primero combina la nueva trova cubana y los himnos militares soviéticos, porque dice que estimula la neurosis revolucionaria que hace que los pacientes hablen sin continencia como en un peculiar y personal Aló Paciente.

Estoy algo fastidiada de Karl -nombre de pila del psicoanalista-, porque hablo y hablo y hablo y luego de 50 minutos me dice que la sesión ha terminado. Vuelvo y pasa idéntico; en forma ocasional hace una pregunta, me sugiere pensar en esto o aquello, y lo noto empeñado en que piense en lo que no quiero pensar, en que hable de lo que no quiero hablar, especialmente de Hugo. A veces creo que es un espía alemán, aunque es argentino, criado en Biruaca, estado Apure. Estoy confusa, dice.

Para mi sorpresa se acuesta en el diván de la sala en donde se encuentra la cámara hiperbárica, pero mirándome de frente, mientras le dice al mayordomo que traiga "los drinks y el jamón ibérico que me acaba de regalar el Embajador". Se acomoda en su diván, yo enfrente, y El Químico a su lado.

-Te he insistido en que la cosa está difícil, porque Hugo reina pero no gobierna, y la zamurá tira de un lado y de otro, y él no puede hacer mucho. Fíjate el desorden: más de 1.000 oficiales votaron en tus primarias y no pasó nada. Entre los damnificados de Fuerte Tiuna también hubo muchos que votaron y no pasó nada. No era posible hacer la lista; nadie quería hacer listas, aun los que siguen fieles a Hugo.

-Pero, ¿qué querías tú que pasara?, digo con extrañeza.

-Yo no objeto- se apresura. Lo que digo es que en otro tiempo esto era impensable. Ahora la nueva doctrina es que la lealtad de la oficialidad es con el pueblo, el-pue-blo -remarca-, no con el proceso, que el pueblo decida...

-¿Y ese cambio?, insisto.

-Si supieras. Hay oficiales que entregan cargos por enfermedades inexistentes porque no quieren estar aquí a la hora de los hornos...

VOTOS, CALLES Y ESTRELLAS.

Me entusiasma lo que dice porque la transición puede ser menos traumática de lo que he supuesto. El Químico advierte mi contento, mientras el mayordomo nos invita a pasar al comedor grande en una mesa con adornos florales, rosas, claveles y gladiolas rojos. Traen el foie gras ante la protesta de El Químico: "yo no trago hígado de pájaro y menos medio crudo". Apenas prueba el plato mientras se divierte con pan y mantequilla. Más adelante se congracia con la carne preparada a la borgoñesa que enloquece a Dolores desde que fue la primera vez a Saint Martin. El Químico habla:

-Ustedes viven de ilusiones y tú -se dirige a Dolores- has sido envenenada por tu loquero. Hugo gana las elecciones desde la cama: miren las encuestas.

-Pero, esta es la vez que más pareja ha empezado la competencia, le digo.

-Necesitamos un rato en la oposición, señala Dolores.

El Químico se acomoda los lentes, se rascabuchea el bajo vientre y lanza su reláfica: "Aquí no estamos discutiendo de votos sino de voluntad de poder. Ustedes -me mira- no la tienen; Diosdado, Elías, Nicolás, Adán, aun en su infinita modestia intelectual, se les hace la boca agua con el poder. No van a entregar a menos que ustedes tengan más de 60% de los votos y eso no va a ocurrir... No es que no quieran entregar; es que no pueden... la trama ya no los deja".

-Yo sé que no quieren entregar, el problema es que van a tener que hacerlo. El país y la comunidad internacional se alzarían.

-El país sólo se alza si el CNE dice que ustedes ganan-, suelta este alquimista.

-Lo dirá... la oposición toma las previsiones, vuelvo a intervenir.

Dolores se levanta del diván, su túnica perturba, sus pies perfectos se juntan y sus manos también: "Ustedes para ganar necesitan sacar más votos que Hugo, tener más gente en las calles que Hugo, y más estrellas y soles en los cuarteles que Hugo. Algo difícil".

Pienso en que quiero llamar a los espíritus de la sabana para que me iluminen.

La túnica que esculpe el cuerpo de Dolores desaparece entre recámaras y cortinajes para dejar delante de mí a El Químico, quien ve esfumarse a la camarada, como a la revolución, entre mármoles y sedas.

Twitter @carlosblancog

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