Muchas veces
recibí comentarios negativos sobre diferentes artículos de opinión que he
compartido con los lectores. También me llegaron expresiones de adhesión, pero
ese no es el punto. Después de todo, de eso se trata, de la diversidad, de
gente que está de acuerdo y otros que no.
Pero si
llama la atención como algunos insisten con la necesidad de dar nombres, de
mencionar personas, de evitar que las consideraciones expresadas sean
imprecisas en cuanto a quienes se refiere.
No es
habitual que decida escribir bajo este formato, refiriéndome a comentarios que
me hacen llegar, mucho menos aún de profundizar en lo que tiene que ver con un
estilo de plantear los problemas. Pero considero pertinente hacerlo en esta
oportunidad, para ir al hueso, y aprovechar la cuestión para dejar en claro,
esta visión.
No es
precisamente temor, cobardía, ni se trata de evitar planteos jurídicos, o cosa
que se le parezca, es mucho más simple, y al mismo tiempo pretendidamente más
reflexivo.
Lo concreto
es que creo con convicción que el mundo está gobernado por ideas y no por
personas. Si bien son los individuos los que ejercen el poder, y los que
cambian el rumbo de los acontecimientos, a la hora de ejecutar acciones o tomar
decisiones, ellos se apoyan en posiciones políticas preconcebidas, en
ideologías o sistemas de ideas que avalan su accionar.
Es cierto
que le imprimen su estilo personal e impronta y hasta su cuota de bondad o
perversidad manifiesta. Pero no menos cierto es que sus paradigmas culturales,
su estructura mental y parámetros fija el escenario y el marco dentro del cual
se mueven.
De hecho, la
inmensa mayoría de los problemas que el mundo vive, viene de larga data y
muchos ciudadanos parecen seguir esperando al “mesías político”, ese líder
carismático, genial, plagado de inteligencia y atributos que los rescate del
pantano. Y claramente eso no sucede.
Y no ocurre,
simplemente, porque las personas pasan, pero las ideas persisten si no son
revisadas, cuestionadas y replanteadas.
Es evidente
que ciertos personajes dejan su huella, en los más de los casos por su inmoral
actitud frente a la tarea, por sus métodos despreciables y mezquindad
manifiesta, y por sus defectos y debilidades, más que por sus aciertos,
fortalezas y atributos personales.
Es que,
hemos desperdiciado oportunidades, demasiadas tal vez, convencidos de que el
problema son las personas, los nombres, los lideres circunstanciales y
entonces, equivocadamente nos abocamos a contribuir con el final de sus ciclos
y declaramos una especie de batalla política “anti”, en la que el objetivo
principal es acelerar los tiempos para que cierto mandatario culmine su etapa
de poder.
Los que
seguimos creyendo que la democracia es el menos malo de los sistemas conocidos,
cuando el caudillo de turno no nos seduce con su visión, siempre intentaremos
prepararnos para que en la próxima renovación electoral se produzca el recambio
de modo pacífico e institucional. Los otros, los más intolerantes y
autoritarios, de esos que aun pululan por la sociedad, hasta admitirán formas
inaceptables, directas o indirectas, de dar por terminada abruptamente esa
etapa.
Pero lo que
muchos siguen sin comprender, es que ese esfuerzo, ese desgaste de energías en
intentar disputar el poder con el líder de turno, solo nos enfoca de modo
inadecuado y nos lleva irremediablemente a discutir personas.
En ese
esquema, demasiada gente termina enojándose con los valores personales del
mandamás, con sus modos y formas, su estilo y discurso, su impronta y entorno.
Son temas
del presente, de la coyuntura, pero hay que entender que la inmensa mayoría de
ellos, pasaran a formar parte del anecdotario de la historia política local y
de ningún modo influirán definitivamente en el rumbo de los acontecimientos.
Si queremos
cambiar la historia, debemos enfocarnos en la necesidad de discutir ideas,
aportar argumentos que permitan superar ideas que no funcionan, que no resisten
análisis alguno, y lo que es mas grave, cuyo impacto cotidiano genera
inequidad, injusticia e inmoralidad.
No es
posible que por discutir personas nos perdamos de bucear en lo profundo y
debatir sobre lo relevante. Que al líder actual lo suceda otro con idénticas
ideas, pero con modos diferentes, no nos permitirá cambiar la historia.
Seguiremos por la misma ruta y rumbo al mismo destino.
Es mas, a
veces, hasta se puede dar la paradoja que cambiar de partidos gobernantes, o
líderes circunstanciales, por otros mejores, con formas más refinadas, prolijas
y pulcras, con personajes más carismáticos, nos lleven más rápidamente al
destino inadecuado.
Sigo
pensando, que plantear nombres, hablar de situaciones puntuales, solo debe
hacerse de modo referencial, pero de ninguna manera central. Lo que debemos
discutir es el núcleo de creencias que una sociedad defiende. Es eso lo que
explica el lugar al que hemos llegado. No estamos como estamos por obra de la
fatalidad, la casualidad, o las mentiras de algún gobernante. Estamos como
estamos porque pensamos lo que pensamos, porque defendemos un sistema de ideas
incorrecto, un dogma inapropiado, un credo improcedente, respecto de nuestros
fines últimos.
Pretendemos
encaminarnos al éxito y crecimiento, al progreso y desarrollo, a la paz y a la
libertad, deseamos una sociedad mejor, más justa, donde podamos sentirnos
orgullosos de vivir, pero muchos creen poder llegar donde desean, con
intolerancia, autoritarismo, métodos violentos y practicas manipuladoras.
Lamento no
acordar con quienes prefieren la denuncia, el escrache y la acusación como
método para hacer política, periodismo o simplemente defenestrar al mandatario
de turno. Son muchos los que lo hacen. Demasiados tal vez. Prefiero esta senda
elegida, la de discutir ideas y no personas.
albertomedinamendez@gmail.com
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