A continuación, la transcripción de un segundo extracto
de la obra de Andrés Eloy Blanco: “Vargas, albacea de la angustia”. Son
párrafos del discurso pronunciado por Vargas en la Junta General de la
“Sociedad Amigos del País” (03-02-1833):
“El amor al trabajo o una honesta ocupación es la base
principal de la comodidad individual, así como de la felicidad y orden
públicos; y este amor al trabajo es en todos los climas y pueblos del globo el
resultado de la estructura misma del gobierno, de sus leyes e instituciones
acertadas, y de la útil cooperación de los gobernados por un sistema de
asociación. Así como una nación es el conjunto de todos los ciudadanos, así la
felicidad nacional es la suma de todas las felicidades individuales… De aquí es
que la sabiduría de los gobiernos debe dirigir sus miras a que ningún ciudadano
necesite de un trabajo demasiado penoso para proveerse de lo indispensable, que
aquel nunca sea estéril, y que las riquezas heredadas o adquiridas, no dejen al
rico, por opulento que sea, entregarse al ocio y la molicie sin cargar con la
ignominia pública y el desprecio de sus conciudadanos.
Es necesario asociar en el corazón de cada venezolano, el
gusto del trabajo, con la esperanza de su remuneración, el dulce goce de sus
necesidades satisfechas, con el más dulce todavía de la esperanza fundada de
asegurar la satisfacción de las venideras. Entonces, esa alternativa de trabajo
y descanso, de lisonjeras esperanzas y satisfacciones, de goces anticipados y
goces poseídos, formarán una felicidad sin interrupción en todos ellos, un
orden y un bienestar nacional. Cuando el Gobierno haya conseguido este
importante fin, habrá formado ya la ventura pública, a pesar de que ni en los
particulares ni en el Estado existe la opulencia, porque no son las grandes
riquezas de algunos lo que constituye la fortuna de un pueblo gobernado según
la forma del nuestro. En los gobiernos monárquicos y mucho más en los
despóticos, aquellas son necesarias y a veces indispensables a las comodidades
de la vida, pues en donde quiera que la ley sin fuerza no puede proteger al
débil contra el poderoso, la opulencia viene a ser un medio de asegurarse
contra la injusticia y las vejaciones del fuerte, y contra el menosprecio,
compañero inseparable de la debilidad. Una gran fortuna es en tales casos un
escudo contra la opresión, un título eficaz para enseñorear a los débiles. El
país donde existe este orden de cosas, no importa la nomenclatura de sus
instituciones, cierto es que sufre de hecho un régimen despótico… El ejemplo
brillante de una República todavía joven (Estados Unidos) y ya el asombro del
mundo, de ningún modo contraría la actitud de estos principios, bien que la
avidez de las riquezas sea ya el carácter prominente de sus habitantes; porque
el amor al trabajo fue su instrumento y origen, y su entusiasmo es el resultado
del conato a la superioridad del rango, tan natural en el hombre. Más, este
conato, saliendo de los límites, puede establecer a la larga una desigualdad
prominente y duradera, puede echar de hecho una aristocracia trascendental que,
ejerciendo su influencia en una ocasión oportuna, conmueva la estructura del
Gobierno, o al menos desenvuelva o arraigue insensiblemente esa turba de
hábitos perniciosos de mala fe, de inconsideración a los medios de adquirir, de
un lujo fantástico y vicioso, de la misma molicie, y la ociosidad que envenenan
las virtudes cívicas, fundamento el más sólido de los gobiernos populares…”
Añadir leyenda |
“En vano invocaremos para disimular la apatía y
consolarnos de las desgracias que esta amontona sobre nosotros el ponderado
obstáculo de la influencia del clima. Hay ciertos errores o preocupaciones que
consagran como verdadera una aquiescencia pasiva, o la desidiosa indiferencia
de su examen; pero que se desploman desde que se entra en la investigación de
sus fundamentos. A fuerza de oír decir o de leer que la naturaleza del clima
influye en la religión, forma de gobierno, costumbres y leyes de los pueblos,
hemos dado por sentado que esta influencia ejerce sobre los hombres tal poderío
que sus diversas condiciones en estos puntos pueden marcarse por las latitudes
del globo, o explicarse por las circunstancias de la localidad. “Asombrados
igualmente (dice el autor del “Espíritu”) del peso insoportable del despotismo
oriental, y de la larga y cobarde paciencia de esos pueblos, sometidos a tan
odioso yugo, los occidentales, orgullosos de su libertad, han ocurrido a causas
físicas para explicar este fenómeno político. Ojalá se borre del alma de los
venezolanos, tan errónea cuanto infausta creencia! Permítaseme detenerme en su
refutación, porque es fundamental de las verdades que inculco…”
“De las verdades que inculco.” Es frase de educador. Es
frase de Albacea, de Creador. Así se anteponía a los falsos postulados del
Gendarme Necesario…”
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