miércoles, 25 de enero de 2012

PEDRO S. LIMIÑANA: MÁS ALLÁ DEL ESTADO DE BIENESTAR (DESDE TENERIFE. ESPAÑA)

Pero a raíz del desmoronamiento del socialismo real, el pacto se ha ido deteriorando progresivamente hasta llegar a nuestros días en los que parece definitivamente roto, a la luz de los ataques del capital, los mercados se dice ahora, a un ya de por sí maltrecho Estado de bienestar que para muchos empieza ya a ser simplemente un Estado de estar, cuando no de malestar.
Quienes militan a favor de la causa del pensamiento liberal conservador, o sencillamente neoconservador, han encontrado en la crisis el mejor argumento para atacar al Estado de bienestar, pues ahora más que nunca éste se muestra inviable, dicen, por no ser económicamente sostenible. Esta corriente del liberalismo se halla representada políticamente en España en las filas del Partido Popular, donde, como se sabe, también tienen cabida otros conservadores que nada tienen de liberales. Pese a todo, y aunque la derecha nunca vio con buenos ojos la concepción social del Estado, esas son cosas de socialdemócratas cuando no de comunistas disfrazados, lo cierto es que siquiera sea por motivos electoralistas, es lo que tiene la democracia, la reivindicación del Estado de bienestar está incrustada en el discurso de prácticamente todas los partidos políticos, incluido el PP, instalado en el Gobierno desde el pasado mes de diciembre.
El tan celebrado y defendido teóricamente como denostado en la práctica Estado de bienestar surgió en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, fruto del pacto llevado a cabo entre liberales y socialdemócratas: mientras los primeros renunciaron al Estado mínimo y reconocieron que el Estado debe garantizar no sólo los derechos civiles y políticos sino también los económicos, sociales y culturales, los segundos renunciaron al marxismo y con ello a llevar a cabo la gran transformación y la construcción de la utopía socialista. El resultado fue la proliferación de una gran clase media que durante años ha servido de colchón amortiguador de los conflictos sociales y por ende de garante de la paz social, así como la consolidación del Estado social y democrático de derecho, el cual constituye la forma más desarrollada de la democracia representativa.
Pero a raíz del desmoronamiento del socialismo real, el pacto se ha ido deteriorando progresivamente hasta llegar a nuestros días en los que parece definitivamente roto, a la luz de los ataques del capital, los mercados se dice ahora, a un ya de por sí maltrecho Estado de bienestar que para muchos empieza ya a ser simplemente un Estado de estar, cuando no de malestar.
Ahora que el Estado de bienestar agoniza, quizás sea el momento de plantearnos si éste representa el modelo de sociedad que queremos. Pues no debemos olvidar que ni tan siquiera en los años de su máximo esplendor, el Estado de bienestar arremetió nunca contra las grandes desigualdades sociales, pues entre sus objetivos no se contaba el de erradicar las diferencias extremas en lo que a la distribución de la riqueza se refiere, sino sólo garantizar el acceso a todos los ciudadanos a una mínimas condiciones materiales de vida y a unos servicios sociales básicos. Así las cosas, se me antoja que si no queremos renunciar a la búsqueda de la justicia, debiéramos reivindicar un tipo de sociedad que vaya más allá del Estado de bienestar, que apunte a la distribución igualitaria de la riqueza y del poder y que, en suma, se oriente hacia la realización del comunismo libertario.

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