sábado, 12 de noviembre de 2011

LA PROPUESTA DEL PRESIDENTE DE VOLVER A LA RETROACTIVIDAD ES POLÍTICA.- RED POR LA DEFENSA AL TRABAJO, LA PROPIEDAD Y LA CONSTITUCIÓN.

Lo que el gobierno tendría que explicarle a los venezolanos es ¿por qué no se crearon los fondos de pensiones, viviendas y aplicó el sistema de salud contemplado en la Ley del Trabajo vigente?

Cuando analizamos la propuesta presidencial de volver a la retroactividad de las prestaciones sociales nos encontramos que el estado venezolano es el mayor empleador con casi tres millones de trabajadores.

Por lo tanto la retroactividad a quien le crea un grave problema fiscal es al gobierno, ya que no discute la contratación colectiva vencida con sus trabajadores, tiene retraso en las cancelaciones de los beneficios laborales acordados, debe por pasivos laborales unos 50.000,oo millones de bolívares fuertes y tiene atrasos en el pago de las prestaciones sociales de los trabajadores que han salido de la administración pública por jubilación o retiro de más de BsF 10.000,oo millones. Un verdadero irrespeto a los derechos de los trabajadores.

Hoy el gobierno asume la reforma a la ley del trabajo del año 1997 como un robo a las prestaciones sociales de la masa laboral. Esto no es cierto, ya que los trabajadores estarían en mejores condiciones si se hubiese cumplido con los fondos de pensiones,  y  a la fecha, en los casi 13 años de este gobierno, por lo menos los trabajadores tuvieran ahorrados en ese fondo por más de BsF 60.000,oo millones lo cual les produciría beneficios adicionales como intereses o dividendos de las colocaciones efectuadas con estos recursos, y los que salieran jubilados obtendrían un monto adicional al serles entregado lo ahorrado.

El gobierno no cumplió con este importante instrumento de ahorro laboral que les hubiera permitido una mejora importante en sus beneficios del ahorro de la antigüedad de los trabajadores.

Otro de lo aprobado en la reforma a la ley del trabajo era el ahorro habitacional para la construcción de viviendas; si esto se hubiese aplicado por lo menos se habrían construido 1.500.000 viviendas en estos casi 13 años, pero no se aplicó ya que el gobierno desde su inicio comenzó a descalificar los grandes desarrollos urbanos que estaban llevando a cabo promotores privados.

Hoy el gobierno controla los fondos para la construcción de vivienda y los desarrollos habitacionales los lleva adelante, buena parte, con empresas extranjeras a costos más altos. Las viviendas construidas por el estado son públicas, no se les vende a los trabajadores como establece la reforma a la Ley del Trabajo.

Qué pasó con el sistema de salud?  establecido en la reforma laboral y que le permitía a los trabajadores y a sus familiares obtener una asistencia hospitalaria de primera y era optativo solicitar el servicio hospitalario en hospitales públicos o privados.

Después de 13 años el gobierno arremete contra la Reforma a la Ley del Trabajo como la responsable de la situación difícil en lo económico y social que tienen a los trabajadores venezolanos angustiados por el alto costo de la vida, falta de viviendas, hospitales públicos colapsados y sus ingresos salariales así como sus prestaciones sociales cada día son menores.

El gobierno insiste en buscar culpables a sus errores y equivocaciones la única razón por la cual no se aplicó la reforma laboral es porque el gobierno lo consideró contrario al socialismo ya que en los beneficios para los trabajadores en un sistema del Socialismo Siglo XXI no se contempla que tengan viviendas propias, ahorros y aumento de su capital personal ya que eso es capitalismo.

Vicente Brito
Presidente

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ZENAIR BRITO CABALLERO: ¡CONFORMISMO Y POBREZA MENTALQUE TRISTEZA!

Algunos economistas venezolanos especialmente los del gobierno socialista-comunista, expertos en perturbar los asuntos, reducen la condición del hombre a su mínima expresión. Según ellos, la mayor pretensión del ser humano sería alcanzar el más alto desempeño en el oficio que le haya correspondido, y hacerlo sin mayores salvedades o inconformismos que no tienen caso. 

No es necesario protestar por las cadenas que coartan la libertad, se trata más bien del aporte en trabajo y esfuerzo a la prosperidad de la sociedad venezolana en general, sin reparos en las consecuencias que sobrevengan por los modos de explotación y uso de la riqueza.

En este sentido, una fábrica que vierte sustancias tóxicas en una corriente de agua no sería preocupación del simple trabajador, que debe ocuparse sólo de las labores propias sin entrometerse en asuntos que no le competen -también es cierto que de hacerlo pone en riesgo su trabajo y la posibilidad de un empleo futuro-; dedicación, empeño y amor a lo que se hace, y por lo que se recibe una paga, sin que importe nunca “el resultado final”,

 Así de simple. Es lo que estos economistas llaman “la visión túnel”. Considera esta teoría que somos seres anónimos de una estructura social abstracta y global, en la que cada quien aporta a procesos cooperativos de producción que involucra a millones de individuos de un modo impersonal e indirecto.
Se trata de la interacción entre lo micro y lo macro de la economía. El “resultado final” del proceso productivo, conceptúan, es mejor ignorarlo pues lo único en lo que se tiene injerencia es en lo micro, tarea que desempeña cada quien en su trabajo. 

No hay remedio entonces, pues el hombre va a estar supeditado a condicionamientos sociales y económicos que obran como si se tratara del propio destino, sin poder anticipar en nada hacia dónde conducen o cuales han de ser las consecuencias.

La economía contiene esta suerte de incertidumbre, pues es muy difícil controlar los resultados de cualquier actividad productiva.
Asistimos pues, al resurgimiento de tendencias reaccionarias que se oponen a las manifestaciones de libertad, a la conciencia social por la crisis económica, a las protestas por reformas educativas y, en general, al rechazo por la sobreexplotación de los recursos naturales, en términos de una concepción de sociedad y de hombre demasiado conformista y retardataria. 

Dicen, p. ej., de los estudiantes que protestan por reformas educativas, son unos ignorantes de la realidad social y de las leyes del capitalismo, y por tal razón están equivocados en las consignas y reclamos respecto a la educación, por ser un asunto que desconocen y del que no tienen por qué preocuparse, pues lo único que les concierne es el estudio, asistir a clases y salir a trabajar cuando llegue la ocasión. 

No les queda más que resignarse a la versión de hombre de Ítalo Calvino: “El hombre puede verse reducido a ser una langosta…y confesarse satisfecho, no discutir ni mucho ni poco el hecho de ser langosta sino sólo el mejor modo de serlo”. Es decir, aceptar las cosas tal y como son y no hacer nada por modificarlas. ¡Desempeña bien tu trabajo! Sólo esa, es la recomendación, fruto de la pobreza mental de algunos economistas pro gobierneros socialistas-comunistas, que por supuesto no son todos. 


Zenair Brito Caballero 
britozenair@gmail.com
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RAFAEL GROOSCORS CABALLERO: EL POR QUÉ SOMOS DE “LA OTRA OPOSICIÓN”

            En un evidente exceso autocrítico, muy confundidos,  nos habíamos dicho que por ahora no nos convenía continuar exponiendo nuestras ideas acerca de la insuficiencia de la estrategia de la MUD –la oposición oficial--  para salvar a Venezuela de su caída hacia el precipicio al cual la ha  enrumbado el pernicioso socialismo del actual régimen. No deberíamos continuar diciendo, por ejemplo, que “las primarias son secundarias” y que habría que ir, más allá de los Partidos Políticos, para encontrar, en y con la sociedad civil venezolana,  la “unidad perfecta”, mucho más ambiciosa que la unidad posible, la cual,  con mucho esfuerzo,  alcanzaron …¡al fin, en la MUD!.... los operadores tradicionales de la democracia criolla. Desde luego, no deberíamos hablar de “la otra oposición” ni mucho menos de “la segunda mesa” de la unidad. Nos habían reclamado el lenguaje, aparentemente destructivo, de un ideal consensuado, como cuando en los severos ejercicios del razonamiento dialéctico lo que se postula por negación, termina por ser afirmado. Nos habían dicho, con acritud, que nuestras ideas “espantaban” a los indecisos, naturalmente antichavistas, quienes ahora sí se sentirían dispuestos a votar por el candidato escogido en primarias, para vencer a Chávez y salvar a Venezuela.
           
Pero observamos que pasan los días y no aparecen los signos de un cambio hacia una nueva estrategia, capaz no sólo de vencer al “enfermo”, tarea en la cual podría ayudarnos la Providencia, sino de apuntar hacia la instauración de una empresa salvadora del destino inmediato de Venezuela. No puede ser que no seamos capaces de entender que las circunstancias, ya metidos en el Siglo XXI, nos obligan a concebir una propuesta que no se limite a “salir de Chávez”, a sustituir un caudillo por otro y hacer caso omiso si no a los fracasos, a las insuficiencias programáticas que sufrieron todos los demás gobiernos anteriores, cuando se analiza la magnitud material y humana del fenómeno Venezuela, como unidad histórica, llamado desde hace tiempo a convertirse en uno de los primeros países de la América Latina, mucho más allá de México, Brasil, Chile y la Argentina.
          
Hay seis millones de venezolanos –los de la abstención--  que no votan, porque, de alguna manera, protestan el discurso político, de unos y de otros; el discurso “socialista” del líder bolivariano gobernante, así como  el discurso “social demócrata” de los aspirantes de la oposición formal. ¿Por qué tienen que sentirse motivados por unos “challengers” que apenas sí prometen que serán distintos  a quien esperan suceder en la primera magistratura? ¿No nos damos cuenta de que no avanzamos en la lucha contra la pobreza y que cada vez hay más desempleo, hambre y miseria en nuestro entorno humano; que crecen los índices de insalubridad pública; que la educación de nuestra gente es cada vez más precaria; que nuestra economía se desploma, con un fisco endeudado y unas otrora grandes empresas al borde de la quiebra? ¿Qué toda la infraestructura pública del país se hunde? ¿Que no producimos ni siquiera para alimentarnos y que cada vez más dependemos del petróleo –el “excremento del diablo”, como lo llamó Pérez Alfonso— para subsistir? ¿Que ya nadie habla de la petroquímica y de los miles de miles de productos en los cuales pueden transformarse nuestros hidrocarburos? ¿No nos damos cuenta de nada de esto y que al respecto no proponemos nada que active nuestra imaginación e ilumine nuestra esperanza? Se acaba Guayana. Ya no hay mineral en el cuadrilátero ferroso del Imataca; ya nos olvidamos de producir acero y sus interesantes aplicaciones industriales, en transformación primaria. Sidor se nos fue de las manos. Nos olvidamos que Venezuela era --.¡era!-- uno de los principales países del mundo en la producción de aluminio, con la bauxita en óptima calidad y suficiente cantidad, ubicada en el mismo cónclave geográfico donde el agua sobraba para su conversión en poderosa fuente de energía. ¿Es este recuento de perversos descuidos lo que vamos a dilucidar en las primarias o vamos a resolver en las elecciones de octubre? ¿Qué puede importarnos Chávez, vivo o muerto, enfermo o sano, cuando no somos capaces de comprender qué es lo que la historia nos impone y cuál es el mensaje verdaderamente “revolucionario” que esperan oír esos otros seis millones de venezolanos, quienes conjuntamente con nosotros conforman “la otra oposición”?
           
Más que los nombres de los líderes, lo que debería conjugar, unir, concertar y concentrar a los venezolanos en una superestructura política, en otra MUD, más amplia y sin excluir a la otra, tendría que ser un programa, un plan de acción a corto, mediano o largo plazo, acordado por las mentes más lúcidas del país, sin apego dogmático a ningún manifiesto ideológico. Una gran propuesta plausible, de comprobada factibilidad, que apunte hacia la superación de nuestra sociedad, sin sacrificio de ninguno de los valores esenciales de la democracia. Sobre todo el valor de la libertad, pero muy especialmente el referido a la igualdad, en cuanto cada uno de los casi treinta millones de venezolanos tiene potencialmente algo o mucho que aportar a una nueva nación, conformada como una potencia confederada, autonómica, gobernada por todos y no por una secta o un hombre o un partido, sino por instituciones legítimamente representativas del sentir nacional.  
           
grooscors81@gmail.com.-

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ANDREA SMALL CARMONA: ENTREVISTA JAIME REQUENA, INVESTIGADOR Y GERENTE GENERAL DE LA FUNDACIÓN UNIMET

"Con este Gobierno se ha reducido la producción científica"
         El autor del libro Ciencia y Poder señala que aunque los conflictos entre ciencia y política siempre han existido, nunca habían sido tan graves como en la gestión de Hugo Chávez

        El mayor de los retos es hacer que el Gobierno, la academia y las empresas privadas que aportan los recursos puedan establecer un diálogo efectivo, dice Requena

E n la historia de la ciencia venezolana son muchos los conflictos que se han suscitado entre los responsables de hacer investigación y los gobiernos de turno. Jaime Requena, biólogo venezolano, miembro de número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales y actual gerente general de la Fundación Universidad Metropolitana, hace un recuento de esa situación en su más reciente libro titulado Ciencia y poder: eco de sus conflictos.
       
El texto, publicado en octubre de este año con el apoyo de la Fundación Fondo Editorial Simón Rodríguez, la Gobernación del Táchira y la Lotería del Táchira, es una recopilación de textos sobre política científica venezolana, difundidos en varios medios de comunicación nacionales e internacionales entre 1980 y 2010. A partir de allí, Requena hace un análisis de cuáles han sido las relaciones entre los gremios científicos, el poder público y el sector productivo desde hace 30 años, con especial énfasis en el panorama vigente.

--En su libro sostiene que la ciencia venezolana vive momentos difíciles.

--Yo diría que ahora más que nunca antes. Eso puede comprobarse con la medición de varios indicadores.  La producción de artículos publicados es uno de ellos.
        Con este Gobierno se ha reducido la producción científica a valores que nunca habíamos tenido. Hasta no hace mucho, yo diría 15 o 18 años, Venezuela era referente regional obligado en cantidad de publicaciones en revistas arbitradas y especializadas. Solíamos asesorar a países como Brasil, Colombia y Argentina en materia de inversión y estímulo a la producción de conocimientos. Estamos en franco retroceso porque no se nos permite avanzar. Es importante mencionar que los problemas entre científicos y autoridades no nacieron con este Gobierno, siempre los ha habido. Pero nunca se habían deteriorado tanto las relaciones como con la gestión de Hugo Chávez.

--¿Puede mencionar algunos de esos conflictos anteriores al gobierno de Chávez?

--A mediados de los ochenta, durante la Presidencia de Jaime Lusinchi, el Gobierno intentó desconocer los derechos laborales de los investigadores extranjeros que habían trabajado aquí por décadas y que habían entregado su carrera a la ciencia venezolana. Curiosamente, este ha sido el único conflicto que se ha documentado como resuelto en la historia de la ciencia venezolana.  Otro muy famoso, fue el caso de Luis Razetti, cuyas investigaciones científicas lo llevaron a hacer algunas críticas al gobierno de Juan Vicente Gómez, cuyo gabinete lo obligó a renunciar a la Presidencia de la Academia de Ciencias. Como estas, hay muchas otras historias.

--¿Cuál es el problema más grave asociado a las políticas públicas que enfrenta la producción científica en este momento?

--Un criterio de inversión oficial centralizado, que está determinado por la ideología política. Un ejemplo de ello es la partida presupuestaria que se asignará a las universidades con el presupuesto de 2012, equivalente a 1% del PIB. Todo el mundo sabe que la mayor parte de la producción científica se gesta en las universidades. Solamente a través de la Ley Orgánica de Ciencia, Tecnología e Innovación se recaudará un monto correspondiente a 3% del PIB. Si de allí saliera el financiamiento para las universidades, ¿dónde queda el restante 2%? Te lo puedo decir: se asigna con criterios poco claros a investigadores con credenciales que nadie conoce y que fueron insertados en el sistema con los cambios ejecutados al antiguo Programa de Estímulo al Investigador. Eso, sin hablar de los temas de investigación que el Gobierno decidió apoyar y que dejan sin recursos a buena parte de la ciencia básica y aplicada que se hace en el país.

--Entonces, ¿cuál es el reto?

--Considero que el mayor de los retos es hacer que el Gobierno, la academia y las empresas privadas que aportan los recursos puedan establecer un diálogo efectivo y un sistema de aportes y desembolsos que beneficie a todas las partes. Eso es algo que debemos revisar dejando de lado tintes políticos. La mejor ciencia es la que se puede hacer con independencia de pensamiento.

--¿Cuál es el papel que juegan los medios de comunicación en esta dinámica?

--Es fundamental. Los medios son los aliados más importantes que tenemos. Sin ellos no habría manera de documentar la historia de la ciencia en Venezuela ni en ningún otro país. De hecho, este libro es un análisis que se desprende de una recopilación de trabajos de periodismo científico, publicados en diversos medios impresos nacionales. En este punto quiero hacer una especial mención a El Nacional, que siempre ha hecho grandes esfuerzos por mantener esa magnífica escuela heredada de Arístides Bastidas. El resto de los medios a veces publica cosas, pero es un tema que todavía falta por trabajar.

--¿Hace falta entonces más divulgación científica?

--Sin duda. Con todo y la crisis que actualmente atraviesa el sector, en Venezuela se hacen trabajos de investigación muy interesantes que merecen ser contados. Además, necesitamos más comunicadores dispuestos también a explicar cuál es la situación actual sobre políticas públicas en materia científica. Sólo así podremos llegar a la gente y explicarles que se trabaja para lograr mayor bienestar.

asmall@el-nacional.com

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ALBERTO BENEGAS LYNCH (H) *: CRISIS GLOBAL, BARAJAR Y DAR DE NUEVO (CATO INSTITUTE)

En momentos de escribir estas líneas, el mundo está en vilo porque parece que la idea del default griego va y viene sea quien esté a cargo del gobierno y de elecciones anticipadas y la eventual ratificación parlamentaria del rescate, en el contexto de las nuevas alquimias europeas: “salvatajes”, quitas, recapitalización de bancos, autorización del G-20 en Cannes de una nueva línea de crédito al FMI (!nada menos!) y, como señala The Economist, discusiones sobre la posibilidad de que “la cuna de la democracia” en algún momento se aparte de la eurozona y se tiente con el dracma. Aunque estos asuntos no se precipiten y se estiren algo debido a los recientes cambios de timón, la situación (desatada por gastos y deuda estrambóticos) no se resuelve con nuevos manotazos de ahogados, paliativos siempre circunstanciales y parches que no cubren agujeros y solo acentúan la sangría de los contribuyentes. Por otro lado, una detonación aun más estruendosa puede venir por el lado de Italia, una economía siete veces mayor a la de Grecia pero con algunas grietas de mayor profundidad. En tanto, el gobierno estadounidense también sigue en la danza macabra de gastos inauditos, déficit y deuda crecientes y subsidios a empresas inviables (siendo Solyndra el caso más explosivo por su quiebra estrepitosa), mientras mira a Europa con cierto pánico debido a estrechísimas relaciones comerciales. Situación toda sumamente difícil debido a asfixiantes regulaciones anticapitalistas, desmenuzadas con rigor por Niall Ferguson de Harvard en su acalorado debate con el ultraintervencionista Jeffrey Sachs de Columbia, en el programa televisivo de Fareed Zakaria.

Piénsese lo que se piense son las soluciones y las recetas cotidianas en los diversos países del orbe, hay pocos que dudan que estamos frente a una crisis de proporciones mayúsculas de la que solo vemos la punta del iceberg. Las causas de tamaños desbarajustes no se gestaron de la noche a la mañana, se remontan a lejanos tiempos. Los aparatos estatales vienen inflándose a pasos agigantados de hace añares. Solo consideremos que antes de la Primera Guerra Mundial, la participación del gasto público giraba en el orden del tres al ocho por ciento del producto bruto interno. Hoy en algunos lares del llamado mundo libre alcanza al sesenta por ciento y en general ronda el cuarenta. El respeto a los derechos individuales en aquella época era ampliamente reconocido y protegido.

Hasta contradictores de la sociedad abierta como Keynes con las sorprendentes estadísticas que exhibió en su libro sobre moneda le ha dado sobrado crédito a esa etapa de la civilización que va del Congreso de Viena a la mencionada conflagración, y socialistas como A. J. P. Taylor en su célebre historia de Inglaterra recuerda que “Hasta agosto de 1914 un inglés sensible y cumplidor de la ley podía pasar por la vida y prácticamente no notar la existencia del Estado, más allá del correo y la policía. Podía vivir donde quisiera y como le gustara. No tenía ningún número oficial ni cédula de identidad. Podía viajar al extranjero y dejar este país sin pasaporte y sin ningún permiso oficial. Podía adquirir con su moneda cualquier otra sin restricción o límite alguno. Podía comprar bienes de cualquier país del mundo en los mismos términos con que podía hacerlo localmente. A esos efectos, un extranjero podía pasar su vida en este país sin informar a la policía […] El inglés pagaba impuestos en una escala modesta, menos del ocho por ciento del ingreso nacional”.

Stefan Sweig en su autobiografía subraya como en el siglo de oro de la Viena cosmopolita, el respeto a la propiedad, la seguridad en los transeúntes y en los hogares, la solidez de la moneda, la estabilidad en el trabajo, las mejoras en los niveles de vida de todos era consecuencia de que los gobiernos gobernaban muy poco y por la calle era valorado y reconocido un cantante de ópera o un literato pero no un político que pasaba desapercibido: “nuestro emperador Francisco José, en sus ochenta años, nunca leyó un libro más allá del Reglamento Militar” pero “celebrábamos la libertad del individuo que estimábamos como el bien más sagrado de todas las cosas”.

Tal vez el mayor malentendido de nuestra época consista en el concepto de igualdad. En lugar de comprenderlo como igualdad de derechos ante la ley, se pretende la igualdad de resultados lo cual es incompatible y mutuamente excluyente con la primera igualdad mencionada puesto que para utilizar la ley como instrumento igualador de resultados necesariamente debe imponer la desigualdad de derechos. Y la consecuencia inexorable de este travestismo que se traduce en la destrucción de marcos institucionales clave es el mayor empobrecimiento. El delta entre mayores y menores ingresos o el Gini Ratio que mide la dispersión del ingreso no resultan datos relevantes, lo medular es que todos progresen, es decir, el mejoramiento en el promedio ponderado, lo cual se logra maximizando las tasas de capitalización que son fruto de marcos institucionales civilizados, entre lo que sobresale el respeto a los derechos de propiedad. Al fin y al cabo, las desigualdades de patrimonios e ingresos son el resultado directo de los juicios emitidos por la gente respecto de las distintas eficiencias para atender sus respectivos reclamos (a menos que se otorguen privilegios a pseudo-empresarios en cuyo caso se contradicen las bases de la sociedad abierta). Este es el sentido por el que el premio Nobel en Economía Friedrich A. Hayek ha resumido la idea en The Constitution of Liberty : “La igualdad de las normas de derecho es el único tipo de igualdad que puede asegurarse sin destruir la libertad”.

Sin entrar en asuntos demasiado técnicos, uno de los aspectos económicos más delicados se refiere al sistema bancario de reserva fraccional manipulado por la banca central que se traduce en que los bancos están de hecho en estado de insolvencia permanente, lo cual se pone en evidencia cada vez que ocurre un cambio en la demanda de dinero. Esto debe modificarse con urgencia en lugar de insistir en los inconducentes Acuerdos de Basilea (uno, dos y tres) cuyos gruesos errores se ponen en evidencia en detalle en el ensayo en colaboración de Kevin Down, Martin Hutchinson, Simon Ashby y James Hinchliffe titulado “Capital Inadequacies, the Dismal Failure of the Basel Regime of Bank Regulation” (Policy Analyisis, Washington DC, Cato Institute, No. 681, 2011).

Pero la crisis global es antes que nada consecuencia de un grave problema ético, puesto que de eso se trata cuando no se respetan los proyectos de vida de quienes no lesionan derechos de otros. En todo se ha metido el aparato de la fuerza del Leviatán. Hasta los llamados “moderados” aceptan esa insolente intromisión. Frente a cualquier problema se sugiere que se dicte una ley con lo que no se dejan resquicios para la libre disposición de la vida y la hacienda de cada cual. Los colegios y las universidades están plagadas de textos en los que de una u otra manera se cantan loas al apretujamiento del individuo hasta convertirlo en una caricatura humana que se asemeja más al rebaño servil y dúctil por las resoluciones siempre crecientes de gobiernos cada vez más voraces y adiposos.

En este sentido, la situación es como la describe Tocqueville: “aquellos lugares en los que primó un gran progreso moral y material, tienden a dar eso por sentado” y ese es el momento fatal puesto que la libertad requiere —exige— que se conozcan sus fundamentos y se los difunda, de lo contrario se revierten esos valores y principios sobre los que se edifica la sociedad abierta y el derrumbe es seguro. Como tantas veces hemos insistido, todos estamos interesados en que se nos respete, independientemente de cuales sean nuestras inclinaciones y actividades, por ende, todos tenemos la obligación moral de contribuir a  mantener el edificio de la libertad y el consecuente respeto recíproco. Si solo se declama pero no se hace algo cotidianamente, el resultado está a la vista, esta es la explicación de la decadencia, a diferencia de lo que hacen los gramscianos quines trabajan a diario en el estudio y la difusión de su ideario autoritario.

Para oponerse a esta maldición recurrente se necesita honestidad intelectual y coraje moral. Es indispensable “barajar y dar de nuevo” en el sentido de reconsiderar los crímenes —en sentido figurado y literal— que ha comedido el monopolio de la fuerza, el agente teóricamente encargado de velar por nuestro derechos que los ha conculcado a mansalva, sin piedad para nadie que se pretenda interponer al barrido de las libertades de las personas. Tal como previó Hamlet en la quinta escena del primer acto, estamos “fuera de quicio” y, por eso, en la tercera escena del quinto acto ofrece la solución al enfatizar que “las enfermedades que crecen drásticamente, deben ser curadas con medidas drásticas, o no serán curadas en absoluto” (lo cual ya había anticipado en su tan reiterada y poco comprendida respuesta al “ser o no ser”).

Por ahora, si nada se hace de fondo para cambiar la situación, seguiremos la tendencia que utilizamos metafóricamente y que Julio Cortázar marca en sentido literal en su “Casa tomada”: estamos en retirada, mientras los intrusos e invasores al mundo civilizado agrandan exponencialmente sus posiciones en nuestro  propio territorio (esto dicho a pesar de las tenebrosas e inaceptables simpatías del autor del cuento por la sanguinaria tiranía castrista y su apoyo incondicional al adefesio sandinista).

Ortega y Gasset ha resumido bien el asunto que venimos tratando: “Si usted quiere aprovecharse de las ventajas de la civilización, pero no se preocupa usted por sostener la civilización…se ha fastidiado usted. En un dos por tres se queda usted sin civilización. Un descuido y cuando mira usted en derredor todo se ha volatilizado”. En mi país, la Argentina, hoy es frecuente la cantinela de que “la oposición es un desastre, todos fragmentados y no hacen nada” a lo que suelo responder con escasa dosis de diplomacia “¡que oposición ni oposición! ¿qué haces vos querido?”

Personalmente me he sumado a tantos trabajos que apuntan a revisar y reconstituir las instituciones en muy diversas direcciones, al efecto de permitir que se abran de par en par las ventanas por donde entrará nuevamente el oxígeno vivificador a un mundo que pueda llamarse legítimamente libre y digno. Esto justificará nuestra existencia frente a nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, para que nunca puedan decir que no intentamos trasmitirles un ámbito decente en el que puedan vivir sus vidas en plenitud y sin las amenazas y acechanzas del canibalismo de megalómanos incrustados en los pasillos del poder.

* Académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.

Este artículo fue publicado originalmente en El Diario de América (EE.UU.) el 10 de noviembre de 2011.


http://www.elcato.org/crisis-global-barajar-y-dar-de-nuevo


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EDITORIAL DIARIO RIO NEGRO: NEOLIBERALISMO MARXISTA (DESDE ARGEN TINA)


Jin Liqun, cuando advirtió que, si bien el Estado benefactor sirve para que los rezagados puedan disfrutar de la buena vida, también debilita la voluntad de trabajar duro y por lo tanto causa más pobreza.
Los habitualmente denostados "neoliberales" no son los únicos que creen que la crisis económica europea es la consecuencia previsible del Estado benefactor de los países más desarrollados del continente y que para superarla será necesario desmantelar muchos programas de ayuda social. Comparten plenamente su opinión los jerarcas del Partido Comunista chino. Lo confirmó hace poco el jefe del fondo oficial de inversión de China, Jin Liqun, cuando advirtió que, si bien el Estado benefactor sirve para que los rezagados puedan disfrutar de la buena vida, también debilita la voluntad de trabajar duro y por lo tanto causa más pobreza. 

En cuanto a las leyes laborales que están procurando defender los sindicatos y los partidos políticos izquierdistas de Europa, a juicio de quien está en condiciones de decidir cómo invertir los 400.000 millones de dólares del fondo soberano chino, "inducen pereza e indolencia". En otras palabras, comunistas chinos como Jin Liqun coinciden con la canciller alemana Angela Merkel y otros que atribuyen las dificultades de los integrantes menos dinámicos de la Unión Europea a la haraganería de una proporción excesiva de sus habitantes, razón por la que se resisten a invertir su dinero en lo que temen resultaría ser una especie de agujero negro.

Desde el punto de vista no sólo de los progresistas occidentales sino también de muchos que se consideran conservadores, el lenguaje empleado por Jin Liqun es anacrónico, para no decir antediluviano, más apropiado para un fanático del Tea Party norteamericano que para el representante de un gobierno que sigue llamándose comunista. En el Occidente, la izquierda moderada ganó "la batalla cultural" hace varias décadas, con el resultado de que sus planteos forman parte del sentido común de casi todos los políticos e intelectuales. En nuestro país, las actitudes resultantes son virtualmente hegemónicas. Insinuar que en última instancia los pobres son responsables de su propio destino y que muchos desocupados son vagos equivale a "culpar a la víctima" que, como todos saben, debe su condición desafortunada a la perversidad del sistema capitalista o a la indiferencia de la sociedad. En base a este presupuesto, muchos gobiernos, incluyendo el kirchnerista, dan por descontado que para lograr un grado mayor de equidad socioeconómica hay que "redistribuir" el ingreso y aumentar los subsidios para quienes perciben menos. Aunque a veces los políticos hablan de la necesidad de difundir "la cultura del trabajo", con escasas excepciones parecen convencidos de que lo que más importa es la solidaridad del gobierno de turno ya que la desigualdad se debe a la codicia de los pudientes.

La actitud de las elites tanto políticas como empresarias de China y de otros países del este de Asia es muy distinta. A diferencia de los dirigentes occidentales, creen que es fundamental estimular el esfuerzo de cada uno y no sienten ninguna simpatía por quienes se resisten a hacer su aporte al bienestar común. Por lo demás, no se trata de una forma de pensar limitada a los grupos dominantes; en el mundo entero se ha hecho célebre el fuerte compromiso de casi todos los chinos y coreanos con "la cultura del trabajo" y con la educación. Así las cosas, deberían sentirse preocupados los entusiasmados por el resurgimiento vertiginoso de China bajo un régimen nominalmente comunista, el que apenas treinta años atrás optó por una versión sui géneris del capitalismo dirigista, y por el presunto fracaso de las desagradables recetas "neoliberales" que se han ensayado en Europa y, a su modo, en nuestro país. Si, como algunos prevén, China pronto se consolida como una superpotencia financiera, a cambio de su ayuda exigirá reformas mucho más draconianas que las pedidas por el FMI. Mientras que los directivos del organismo dominado hasta ahora por Estados Unidos, miembros de la Unión Europea y el Japón se han sentido obligados a pensar en lo que sería tolerable en los países del Primer Mundo, los chinos están acostumbrados a basar sus recomendaciones en pautas que son incomparablemente más rigurosas. Tratarán a los demás como tratan a sus propios compatriotas y, desde luego, no vacilarán en presionar a gobiernos de países en apuros para que dejen de subsidiar a quienes en su opinión son vagos parasitarios.

http://www.rionegro.com.ar/diario/opinion/editorial.aspx?idcat=9542&idArt=751096&tipo=2

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