Triunfó en las elecciones del pasado 5 de junio Ollanta Humala por tres puntos respecto a su rival, lo cual naturalmente incluye el voto de peruanos en el exterior, especialmente en Bolivia, Venezuela y Argentina debido a las numerosas comunidades que residen en estos países. Los resultados provisorios los fueron adelantando empresas como Datum con informaciones a boca de urna y más adelante la ONG Transparencia en base al conteo rápido. Finalmente fuentes oficiales confirmaron el triunfo del candidato de Gana Perú.
El congreso estará muy dividido de modo que el flamante presidente no podrá imponer sus ideas fácilmente sin concertar y acordar con otras fuerzas políticas ya que en el congreso unicameral contará aproximadamente con 47 de las 130 bancas disponibles. De todos modos, el mercado bursátil tuvo su “lunes negro” desplomándose en más de un 12% lo cual hizo que las operaciones cerraran anticipadamente, caída que en días sucesivos tendió a recuperar posiciones pero en medio de incertidumbres varias.
En la primera entrevista concedida desde la victoria electoral, entre otras cosas, Humala le dijo a Patricia Janiot de CNN en el programa “Frente a Frente” en la sección “Panorama Mundial” de esa emisora que se proponía reformular el rol subsidiario del Estado al efecto de que pueda participar activamente en inversiones, para acortar la brecha de las desigualdades económicas y que consideraría una nueva propuesta en el sistema de pensiones. Manifestó que las puertas estaban abiertas para que todos los que compartan su visión programática lo acompañen en la gestión y que deseaba estrechar vínculos con EE.UU. en su lucha contra el narcotráfico y que no comparte para nada el informe de ex mandatarios que sugieren ir liberando las drogas alucinógenas para usos no medicinales. También aseveró en los tramos más jugosos de la entrevista que no compartía con su padre el hecho de mezclar etnias en su lucha ideológica, por ello es que insistía en su visión nacionalista sin necesidad de introducir elementos religiosos ni raciales y, finalmente, dijo que no suscribía las posturas del gobierno del general Velasco “porque era una dictadura y nosotros asumimos con el voto popular”.
Ese mismo día, 7 de junio, Hugo Chávez en su reunión con Rafael Correa en Ecuador, frente a una pregunta de uno de sus subordinados en Telesur afirmó: “Saludamos este triunfo como el triunfo de un pueblo, el triunfo de Ollanta es la derrota de las burguesías enquistadas, tienen bancos, televisión y medios de comunicación. El Estado burgués, como decía Antonio Gramsci, cultiva la sumisión; como decía Fidel Castro, juega con los reflejos condicionados. Lo invitamos a Caracas y Rafael Correa a Ecuador, coincidimos con él en la nueva razón”.
En esta carrera electoral, Humala cambió las 197 páginas de un discurso radicalizado de izquierda por 5 páginas más bien enigmáticas y crípticas siguiendo los consejos de sus asesores de campaña en el sentido que debía moderar sus propuestas para resultar ganador en la nueva contienda por la presidencia. En este sentido se pronuncia Juan Paullier al decir que las marchas y contramarchas otorgan cierta “aura de misterio” a las propuestas.
Eduardo Bueno León desde México sostuvo que la polarización ha sido manipulada por los medios, tal como también afirma Verónica Insausti quien agrega que el candidato nacionalista ganó a pesar de la prensa. Desde Colombia, Mario Jaramillo celebraba el triunfo puesto que estima que cortará los vínculos con la política neoliberal. Félix Jiménez, profesor de la Pontificia Universidad Católica de Perú (de donde también es egresado en ciencias políticas el militar Humala) apunta que el nuevo presidente no modificará su programa por más que se haya visto forzado a moderar el lenguaje en esta última campaña.
Robert Koyak y Sophie Kevany en The Wall Street Journal escriben que Humala al “crear un nuevo sistema público de pensiones en Perú podría terminar minando los fondos privados del país y prácticamente liquidando el elemento clave que explica el espectacular crecimiento del mercado de capitales peruano”. En el editorial de la BBC se consigna que este triunfo puede “elevar el control estatal sobre la economía” y “aumentar el gasto fiscal de manera insostenible”. Eduardo Juárez, analista de Juan Magot y Asociados, destaca la incertidumbre que ha generado el resultado de estas elecciones con lo que concuerda Luis Oganes, jefe de investigación económica de J. P. Morgan de New York. El sociólogo Carlos Reyna enfatiza la línea estatista de Humala y destaca la incapacidad de los neoliberales para gobernar, lo cual fue también señalado por Carmen Olaiza del Frente Socialista Peruano-Bolivariano. Fernando Buen Abad desde Buenos Aires dijo que ahora es el tiempo del ALBA y de UNASUR frente a los embates del imperialismo neoliberal.
Por otro lado, los ex ministros Fernando Rosipiglios que concluye que el triunfo de Humala constituye “una catástrofe”, el cauteloso Pedro Pablo Kuczynski se mostró muy preocupado por el resultado de esta segunda vuelta en los comicios peruanos y en el mismo sentido se expidió Rubén Vargas. Por su parte, Roger Noriega —ex asistente de la Secretaría de Estado estadounidense para Asuntos del Hemisferio Occidental y ahora en el American Enterprise Institute— denuncia que Chávez envió 12 millones de dólares para las campañas, vía Bolivia y a través de los agregados militares en la embajada venezolana en Lima.
El 9 del corriente mes de junio, el mismo día en el que Humala inició su viaje por Latinoamérica que culminaría el próximo 15, La Nación de Buenos Aires publicó un editorial sobre Perú en el que se lee que “existe temor por la eventual aparición de políticas estatistas, muy en boga últimamente en parte de la región que terminen dilapidando el esfuerzo de los últimos años” y agrega que “la probabilidad de que el nuevo presidente incremente el control estatal en los mercados, así como grupos de derechos humanos no olvidan que Humala ha sido acusado de haber pagado sobornos para no ser enjuiciado por presuntos abusos”.
La ex de la cartera de economía del mandatario en funciones, Mercedes Aráoz, recordó que Ollanta Humala “ofreció mucho” en su campaña y el presidente de la Bolsa de Comercio, Roberto Hoyle, refrescó el hecho de que en el equipo del candidato victorioso hay personas “radicales”. En realidad su equipo de “moderados” para la transición liderado por la vicepresidente Marisol Espinoza no dice ni significa nada. El nuevo presidente declaró a la agencia EFE que su ministro de economía será “independiente” pero “comprometido con el planteamiento de la gran transformación del país”. Y al periódico español ABC, el mandatario electo le aseguró —al contrario de lo que enfáticamente proponía hace solo unos meses— que “no se nacionalizarían empresas”, como si el manejo del flujo de fondos de las empresas requiriera su estatización para lograr el cometido del entrometimiento del Leviatán al mejor estilo fascista.
En entrevista publicada en El Comercio de Lima el 12 del corriente, Humala aseveró que indultará a Alberto Fujimori (de su condena a 25 años de reclusión) por razones de salud, ya que “nadie tiene porque morir en la cárcel”. El mismo día, en entrevista televisada por NTN24, Olinda Merzhal le efectuó un reportaje Raúl Wiener, periodista y crítico acérrimo del llamado “neoliberalismo”, quien dijo conocerlo muy de cerca a Ollanta y se pronunció por un “cambio de estructuras productivas en Perú” y que el episodio de la Bolsa fue “resultado de especulaciones, especialmente de las empresas mineras” porque los empresarios quieren controlar al ministro de economía “para poder controlarlo todo”. También puso de manifiesto lo que a su juicio es la “gran habilidad de Ollanta” que consiste en mantener relaciones con Chávez conservando su propio perfil y quebrar el proyecto de Alan García respecto a la alianza peruana con Chile y Colombia, en lugar de apoyarse en el UNASUR. De todas maneras juzgó que Alan García “tal vez por el enorme tamaño que ha adquirido, siempre cae bien parado” y que se dedicará a sabotear al gobierno que ahora asume en la esperanza de reaparecer nuevamente en 2016 en el timón. Concluyó diciendo que compartía la idea de indultarlo a Alberto Fujimori (preso por latrocinios varios y por reiterados abusos a los derechos de las personas) “como muestra de reconciliación” (¡nada menos!) y, entre risas, suscribió lo que dijo había leído en otro medio en cuanto a que “el peligro no es que Ollanta sea Chávez sino que sea Obama”.
Carlos Tapia, del partido ganador, se quejó por las presiones para que se deignen miembros del gabinete destacando que “Humala es el que ganó las elecciones y no los empresarios”. En una dirección parecida se pronunciaron los economistas Daniel Schydlowsky al pronosticar que habrá cambios en la tributación al sector minero y, por otro lado, Kurt Burneo que define la futura política como con “marcado énfasis” en los programas sociales. En cualquier caso, un termómetro revelador de la próxima gestión lo constituirán los nombramientos de segundas y terceras filas, más que el de los propios ministros eventualmente dirigidos a cubrir expectativas en este primer tramo.
Es cierto que en diversos niveles se han producido cambios en las mentalidades de ciertos políticos sea por oportunismo (sobre todo por esto) o por convicción, pero en este caso, leyendo entre líneas y, sobre todo, en las líneas, no parece que sea la situación. De cualquier modo, soy más propenso a creer en los cambios —nunca abruptos sino lentos y dolorosos— de los intelectuales que de los cazadores de votos. En el tema que ahora nos ocupa, mi opinión personal es que la gestión que comenzará el 28 de julio revertirá lo poco bueno logrado en los últimos tiempos y será entre mala y pésima para los intereses de los peruanos, especialmente para los más necesitados que siempre son los principales perdedores cuando se alaba la tan mentada “redistribución de ingresos”, es decir, volver a distribuir por la fuerza lo que en el supermercado ya había realizado pacíficamente la gente, lo cual, a su turno, como queda dicho, al consumir capital, se reducen los salarios e ingresos en términos reales.
Ya han salido a declarar empresarios que piensan que acercarse al calor oficial es una buena receta. Tal es el caso de la cabeza de la Confederación Nacional de Industrias Empresariales Privadas (Conifiep), Humberto Speziani, en el sentido de que “no vamos a entrar en una confrontación con el gobierno” y que “vamos a seguir creciendo, pero con mayor inclusión social” como si antes hubieran retenido lo que no les pertenecía y como si las tasas de capitalización y la buena gestión empresaria en Perú y en todas partes del mundo no generaran los más potentes y sostenidos beneficios sociales.
En lugar de aplicar políticas liberales —el neoliberalismo es un invento y una fantasía que no se asimila a ningún pensador serio, más bien una etiqueta que caracteriza a ciertos aventureros que cometieron todo tipo de fechorías— y abandonar a los pseudoempresarios prebendarios en su hedionda cópula con el poder de turno con los indefectibles mercados cautivos, rechazar los insolentes manotazos del estropicio estatal en cuanto a gastos siempre crecientes, deudas asfixiantes y regulaciones absurdas y contraproducentes, en lugar de eso decimos, resulta que se propone regresar a políticas cavernarias en la práctica aconsejadas por nefastas instituciones como el Fondo Monetario Internacional y equivalentes que estrangulan las energías creadoras con el apoyo logístico de legislaciones laborales que explotan miserablemente a quienes desean trabajar en paz.
(*) Alberto Benegas Lynch (h) es académico asociado del Cato Institute y Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina.
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