domingo, 12 de junio de 2011

MOISÉS NAÍM: LA CONVERSIÓN DEL IDIOTA

La pregunta inevitable es si el Humala que gobernará Perú es el original o el que abrazó el liberalismo
 "Cree que somos pobres porque ellos son ricos y viceversa, que la historia es una exitosa conspiración de malos contra buenos en la que aquellos siempre ganan y nosotros siempre perdemos (él está en todos los casos entre las pobres víctimas y los buenos perdedores), no tiene empacho en navegar en el ciberespacio, sentirse online y (sin advertir la contradicción) abominar del consumismo... ¿Quién es él? Es el idiota latinoamericano". Esto lo escribió Mario Vargas Llosa en 1996 como introducción al Manual del perfecto idiota latinoamericano, el excelente libro de Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa, su hijo. Tanto la introducción como el libro hacen una demoledora disección de las malas pero populares ideas que han tenido a América Latina empantanada en el subdesarrollo y la corrupción. También ofrecen un muy preciso retrato hablado del tipo de personas que creen en estas ideas y las promueven.

La pregunta inevitable es si el Humala que gobernará Perú es el original o el que abrazó el liberalismo

Ollanta Humala, el recién electo presidente del Perú, calificaba hace dos meses como uno de estos perfectos idiotas. El programa de gobierno que inicialmente ofreció al electorado peruano pareciera haber sido copiado casi textualmente del Manual... Pero mientras que el libro se burla de esas ideas, y muestra cómo han fracasado dondequiera que han sido puestas en práctica, Humala y sus aliados las proponían seriamente como su plan para gobernar al Perú. La trayectoria política del exteniente coronel Humala, sus declaraciones, discursos y entrevistas, su cercanía a las pamplinas de la doctrina etnocacerista (ni pregunte de qué se trata), su golpismo y militarismo y su alianza con Hugo Chávez y otros personajes similares lo hacen un ejemplo icónico de lo que describe el Manual.

Pero eso era antes. Ahora -y súbitamente- Ollanta Humala es otro. Se ha convertido. Botó su programa de gobierno inicial y propuso otro purgado de las ideas que el Manual llama idiotas, se distanció de sus más estridentes familiares y de aliados inconvenientes como Hugo Chávez, se puso corbata y adoptó un discurso moderado y más sereno. También se tornó más conciliador con sus anteriores objetos de escarnio: los empresarios, Estados Unidos, los inversionistas extranjeros, las empresas mineras de las que tanto depende el Perú y de adversarios políticos como, por ejemplo, el expresidente Alejandro Toledo, contra quien auspició un golpe de Estado en 2005.

¿Qué pasó?

Pues que Ollanta Humala no tiene nada de idiota. Se dio cuenta de que si no se convertía no ganaba las elecciones. En la primera vuelta de las presidenciales peruanas el 70% de los votos fueron para candidatos que repudiaban las ideas que Humala entonces defendía. Era obvio que si no ajustaba su oferta a lo que el país pedía, en la segunda vuelta sería derrotado por Keiko Fujimori, la hija del expresidente. Humala cambió y ganó.

Ahora la pregunta inevitable es si el Humala que gobernará al Perú es el original, el seguidor del Manual, o el recién converso -el que abjuró del etnocacerismo (repito: ni pregunte)- para abrazar el liberalismo. Todo parece indicar que, por ahora, el próximo presidente del Perú intentará emular más a su actual mejor amigo, Luiz Inácio Lula da Silva, que a su exmejor amigo, Hugo Chávez. Y ¿por qué no? Brasil es uno los grandes éxitos del momento y Venezuela una de las grandes oportunidades perdidas. Habría que ser idiota para no darse cuenta. Y las realidades políticas económicas, institucionales e internacionales del Perú le imponen a Humala limitaciones que Chávez nunca tuvo. Además, no hay nada más educativo que estar en el palacio presidencial y descubrir que las ideas que parecen buenas en la oposición son en realidad imposibles de implementar desde el Gobierno.

Nadie, sin embargo, puede garantizar que de la misma manera que Ollanta Humala experimentó una repentina conversión al liberalismo económico y político no vaya a sufrir una recaída en la cual reaparezcan los instintos, ideas y mentores que guiaron su conducta hasta hace un par de meses. Afortunadamente, su pragmatismo nos da una pista acerca de cómo monitorear su compromiso con sus nuevas creencias: los precios internacionales de los minerales que exporta el Perú. Si se mantienen altos, las políticas de Humala se parecerán más a las de Lula. Y si los precios caen, se le enreda la economía y se le hace más tentador apelar a las tácticas usuales de los populistas, sus políticas se parecerán más a las de Hugo Chávez. Al final, su cálculo será determinado por factores tan poco ideológicos -y tan poco idiotas- como estos.

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OSWALDO ÁLVAREZ PAZ: VENEZUELA SIN PRESIDENTE EFECTIVO (DESDE EL PUENTE)

Avanza la destrucción institucional adelantada por el régimen actual. La Constitución dejó de ser el pacto indispensable para garantizar el respeto, la convivencia y el mínimo de normalidad que necesitan las cosas para funcionar. Sin respeto a la ley, ni a los más elementales derechos de la persona humana, los ciudadanos quedan indefensos. 

Los problemas se multiplican. El clima es de fatiga frente a la ineficacia y corruptelas ideologizadas a todos los niveles. La nación queda en manos de la arbitrariedad, de los caprichos de gobernantes ineptos y de la habilidad para sobrevivir de la gente. En el año 13 de su mandato no hay nada que pueda justificar lo  que sucede. Hugo Chávez está sin pretextos y con la amplísima carta de crédito que recibió vencida y sin recursos. Se recurre al endeudamiento, al trueque o a la descapitalización cuando se está en quiebra. Este nuevo endeudamiento solicitado por el Presidente y aprobado por la babosa Asamblea Nacional con encendidas proclamas patrioteras, penosas y ridículas, es una hipoteca inmoral del futuro para pretender seguir gobernando indefinidamente desde el presente. Una verdadera traición. La historia jamás lo absolverá.

El Presidente se va de gira por Brasil y Ecuador. Docenas de nuevos acuerdos y convenios para suplir carencias del gobierno que los gobernados podrían suplir de manera suficiente. Donaciones militares a Ecuador y más deudas con la contratista carioca por excelencia que pareciera tener en Lula su principal agente de negocios. Termina el viaje en Cuba. Lo ha hecho otras veces, pero en esta oportunidad aún desconocemos las verdadera naturaleza de los males que se anuncian para justificar la hospitalización, la intervención quirúrgica, la mudanza del alto gobierno para allá y la presencia a su lado de toda la familia, con la excepción del padre quien está enfermo. Este menosprecio por la medicina venezolana para operar un simple “absceso pélvico” refleja una actitud básica peligrosa. No se ha dicho, para el momento de escribir esta nota, cuanto durará la ausencia del Presidente, ni cómo será la recuperación. El estado venezolano está sin Jefe y las cabezas del régimen están mudadas para La Habana.

Recomiendo leer los artículos 233, 234 y 235 de la Constitución sobre las faltas absolutas, las temporales y sobre la autorización para ausentarse del territorio nacional que necesita el Presidente. Cada quien sacará sus conclusiones. No es un ejercicio ocioso, a pesar del control que tiene de todas las ramas del poder público, lo que impediría que cumplieran con su deber en caso de darse los extremos exigidos. Pudiera ser, pero la nación tiene derecho a plantearlo. A exigir su renuncia o destitución por abandono del cargo o la verificación de incapacidad física o mental. Nunca está de más tener presente cuales son los deberes y obligaciones que debe cumplir y los caminos posibles cuando no sucede.

Lunes, 13 de junio de 2011
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ZENAIR BRITO CABALLERO: LA SOCIEDAD DE LA DESCONFIANZA

Es bien conocido el aprecio por las personas que con su ejemplo se convierten en modelos a seguir, sobre todo por los jóvenes, en el esfuerzo de hacer de la existencia la más alta expresión de grandeza, dignidad y realización bajo los preceptos de ética y exigencia moral. Se tiene confianza en ellas por su buen carácter, cultivo personal y buena educación.
Hoy se desconfía del otro porque la dignidad y el respeto no representan nada y pareciera que todo se oculta tras las palabras y los formalismos. Un manto de duda se extiende y cubre la vida social dado que vivimos en una sociedad de “la sospecha”. La transparencia, el valor de la palabra, la reputación personal, y hasta la buena educación no tienen el significado de antes cuando la sociedad valoraba las buenas maneras y el temperamento de las personas.
En la actualidad se piensa que por debajo de las apariencias las personas se inclinan por el engaño y la mentira. Esta es la razón del giro radical en los valores. No se trata de inculcarlos por medio de la educación, el ejemplo y el ejercicio de preceptos cívicos, porque como están las cosas, por las manifestaciones de tantas formas de delincuencia, la ética y la moral no tienen el alcance de antes. 
Así que para conservar la cohesión social se hace necesario el uso de lo que en retórica se llaman valores derivados. Consiste en un recurso al uso cuando los cimientos de una sociedad entran en una zona gris de irrespeto y falta de consideración por conductas inapropiadas que afectan la convivencia y la legitimidad de las instituciones. Puestos los valores en crisis no queda otra que la intervención de la autoridad. 
El problema se desplaza del conflicto entre deberes y el fuero interno de la persona a la solución tecnológica —caso del polígrafo con el mentiroso, programas de computación para pillar al tramposo, etc. —. La transferencia de valores por el recurso educativo, el ejemplo y las buenas acciones, da paso al poder de la tecnología y a la disuasión bajo la siguiente premisa: ¡No importa el modo de tu proceder, hagas lo que hagas, tarde que temprano se descubrirá el mal que hayas hecho!  Algo debió ocurrir para que esto haya sucedido. Es como si la preservación de la moral fuera asunto de funcionarios encargados de tal fin. No se hablaría entonces de conciencia y autonomía moral por cuanto la responsabilidad de las conductas ya no pertenece al fuero interno, sino a instancias de poder de carácter institucional. 
La misión de formar en valores sociales y autonomía moral se diluye, pues no logra inculcar el sentido de responsabilidad respecto a la conducta y las consecuencias de ciertas acciones en las que incurre la persona. Si es de esperar por una instancia de autoridad para la sanción de las acciones incorrectas, entonces diríase que se ha fallado en la formación del carácter para el libre albedrío y la ética que lo sustenta. No una sociedad de vigilancia y castigo, cada vez más sofisticada en el control social, sino una que minimiza las instancias y los mecanismos de represión porque las personas se consideran en igualdad de condiciones y procuran la interiorización consciente y voluntaria de los valores, por el bien común.
britozenair@gmail.com
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CARLOS BLANCO G: CUBA Y OTROS SONES (TIEMPO DE PALABRA)

Cuba y otros sones. 
Hugo Chávez ha comprado su credencial de revolucionario entregándole el país al gobierno cubano. Un precio muy alto, que ha conducido a la progresiva disolución de la República bajo el mando de una dirección -como la cubana- cuyo único propósito es garantizar su perpetuación en el poder. Los convenios que firma con Cuba son una parodia para encubrir el tejemaneje entre los gobiernos, porque la realidad es que la dirección estratégica del régimen chavista está en este dispositivo binacional que los venezolanos no han elegido ni aprobado. El control que ejerce la cúpula cubana sobre el Estado venezolano viola todo lo violable. Un precio muy alto para que el Comandante-Presidente sea considerado un revolucionario cuando sin la bendición de Fidel Castro no habría pasado de ser un militar latinoamericano golpista más. No se trata sólo de la simpatía que el de aquí siente por el de allá; ni siquiera ese influjo cuasi-intelectual que ha llevado al de aquí a convertirse en marxista como el de allá, pero por ósmosis, sin haberse leído a Marx como con imprudencia e impudencia confesara en un momento de supremo descontrol oral. El asunto es que Venezuela ha tenido que pagar esta credencial emitida por los cubanos con unos 112.000 barriles diarios de petróleo, refinerías, triangulaciones para que las ganancias se queden en la isla, viviendas, y otra finezas, a cambio de mano de obra -en muchos casos generosa- de jóvenes cubanos hiper-explotados por sus jefes, sin que se incluya en éstos el malandraje policial y militar que ha agarrado el control de estructuras esenciales del Estado nacional. El nudo de la cuestión es que hay un gobierno que siente más afinidad con un régimen extranjero que con la mayoría de los venezolanos. Este refocilarse entre los jefes de Cuba y de Venezuela contrasta con el desprecio que siente el de aquí por sus compatriotas; no sólo por los de oposición sino por los chavistas también.
El artículo de Armando Durán sobre Caracas documenta esa inquina contra lo propio. El odio a los de la oposición está documentado; el caudillo no siente obligación alguna ni política ni afectiva con ellos porque los considera representantes del imperio y apátridas, como los califica con frecuencia. Pero es que tampoco quiere mucho a sus propios partidarios: si protestan es porque se han dejado influenciar por los imperialistas, si solicitan es que no comprenden que un revolucionario debe ser austero, si se silencian no son tomados en cuenta para nada. Véase si no, que la mayoría de los dirigentes -¡los dirigentes!, no la base- son ignorados en las decisiones que Chávez toma junto a los cubanos. El quejido de diputados, gobernadores y alcaldes, y hasta ministros, es patético; ya Chávez considera que le queda grande a Venezuela, por lo que el desprecio a los venezolanos es una actitud que se le cuela en la rabia, el gesto y los tics, que se le notan cada vez que hay reclamos en la calle. La dirección cubana ha puesto especial atención en el control sobre el aparato policial, militar y de inteligencia de Venezuela, por eso es que cada vez que se levanta una alfombra en algún lugar crítico de la estructura del Estado, salta un camarada cubano, estudiadamente simpaticón, poco controversial, pero que se toma muy en serio el papel de jefe. En el campo militar la creación de la Milicia Nacional tiene propósitos de contrainsurgencia doméstica, mientras que la Fuerza Armada, a estas alturas, devastada, se proyecta como instrumento conjunto de Raúl Castro y Hugo Chávez, lo que queda demostrado con la Escuela Militar de la ALBA. Es de cavilar sobre lo que piensan los militares institucionales. 
CASAS DE CARTÓN.
Nadie sabe quién pagará los platos rotos de una política como la que en materia de vivienda desarrolla el gobierno. Los incentivos que ha desarrollado son tan perversos que hay quienes han comenzado a construir ranchos para que les den casa porque la prioridad está en aquéllos que desean sustituir sus ranchos. Este narrador conoce casos en los que hay quienes tienen ya su casa y han procedido a la construcción de ranchos con el propósito de intercambiarlos luego por casas que, eventualmente, alquilarían o revenderían. La visión es tan limitada por parte del régimen que cree que el tema de la vivienda es tierra, cabilla y cemento, con una pequeña omisión: los seres humanos. Muchas de estas casas están sin urbanismo alguno; sólo las casas del tío rico, PDVSA, vienen con todo, no así las de las gobernaciones y alcaldías. Es claro que el gobierno no va a construir las viviendas prometidas, pero en la tesis de que esta oferta funciona como una lotería, bastará que pocos logren obtener unas casas para disparar la esperanza en otros. Por esta razón, en vez de dedicarse a competir sobre el tema genérico de la Misión Vivienda y ofrecer lo mismo que Chávez, lo conveniente es analizar los resultados concretos, cómo son las casas, qué tienen y qué no tienen, qué pasa con los servicios, quiénes son los beneficiarios y quiénes son los vivos en esta historia, si son sólo los rojos los favorecidos. La Misión Vivienda es una nueva forma de discriminación política y de exclusión social; no está concebida como una manera de incluir a los que no comulgan con el régimen sino para generar una nueva exclusión; casas para todos con la condición de que adhieran al gobierno. En este sentido se hace vulnerable como propuesta de acción pública. 
HUMALA: YO NO SOY CHÁVEZ. 
Ollanta Humala consideró que para ganar las elecciones tenía que romper con Chávez y para lograrlo buscó dos fiadores de alto valor dentro de Perú: Mario Vargas Llosa y Alejandro Toledo; y otro de relevancia política mundial: Lula. El problema de hoy no es si Humala va a ser fiel a los nuevos compromisos o si va a serlo con los viejos, los de su radicalismo golpista; esto no se sabe. Lo que sí se sabe es que rompió (al menos provisionalmente) con Chávez y que volver a su regazo le costaría una campaña formidable en contra de quienes ahora le dieron el margen necesario para ganar. Además, para Humala ya no es negocio estar con el caudillo venezolano, entre otras cosas porque si Perú sigue como va con políticas distintas a las de Chávez, no lo necesita para nada porque éste es un país de altísimo crecimiento, entre los que crece más en América Latina. Entonces, ¿para qué comprarse un problema? Lo que se ilustra con este viraje del nuevo Presidente peruano es que Chávez ahora no protege sino que vulnera, no ayuda sino que perjudica. Se le aceptan los dólares pero en la forma más disimulada posible no vaya a ser que retraten al receptor junto a quien poco a poco se convierte en un bacalao, casi imposible de cargar en el lomo. Ya el caudillo no es aquél que brindaba prestigio junto con la carreta de dólares que lo acompañaba sino el personaje que tiene que recurrir a los cubanos para articular sus políticas, para luego terminar refugiado en la carpa de Gadafi. 
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ARGELIA RIOS: CONFRONTAR O NO CONFRONTAR

No basta con proclamar su necesidad. 
Lo primero es definir de qué se trata una confrontación adecuada al momento actual. A estas alturas debería estar claro que cualquiera de ellas no sirve al propósito de perforarle a Chávez su base electoral. 

La oposición posee experiencia y cartapacios completos acerca de las conveniencias o no de algunas formas de combatir al Presidente y su “proceso”. Ciertos temas -como el del nacionalismo- fueron monopolizados hace tiempo por el Presidente. Es urgente diseñar un nuevo relato en torno a este y otros asuntos, pero se requiere mucho más que voluntarismo: el tratamiento profesional fue y sigue siendo indispensable.
Por años, el país ha estado expuesto a una narrativa revolucionaria fundada en manipulaciones que tienen sustento en las creencias y lugares comunes más básicos de la mitología popular. Es inútil desconocer que todas ellas han sido reforzadas. Hoy, ciertamente, hay un único camino: la oposición está obligada a plantearse un duelo con el poder establecido y a prepararse con seriedad para darlo con éxito. El arrojo y el coraje no son ingredientes suficientes si sus contenidos están descaminados. Hay temas donde es obligante polarizar con Chávez y otros donde hacerlo significaría un despropósito.

En la antesala de la victoria del 26S no hubo el “cuerpo a cuerpo” que algunos sugieren por estos días. Esa victoria opositora fue el producto de una dura ofensiva en el plano de la denuncia sobre el desmadre de los problemas sociales. En esa oportunidad, la oposición tomó la delantera y lució superior a su contendor. Un buen contraste también representa una forma de confrontación: tal vez dos salvajes en el ring no sirve al objetivo de inspiración que el cambio demanda para imponerse. O quizá sirva, aunque, por lo visto, nadie lo sabe a ciencia cierta. Diferenciarse sí es importante.
No deja de ser desconcertante que este asunto no haya sido resuelto y que, al contrario, se encuentre todavía en el listado de asignaturas pendientes. Las discusiones públicas sobre el tema reflejan de algún modo el carácter improvisado de las luchas que se le han planteado al jefe bolivariano. Al mismo tiempo, son una demostración del estado y del funcionamiento de la Unidad, en cuyo seno -se suponía- serían dilucidados, con criterio estratégico, estos y otros tantos dilemas a los que se enfrenta y se enfrentará la oposición en el trayecto crucial hacia 2012.
Hace falta una jerarquización desprovista de segundas intenciones: años atrás, lo prioritario era la conexión con los sectores populares; hace unas semanas, el programa unitario. Ahora, un candidato con mano de plomo y verbo encendido… En realidad, nada de esto hace parte de la confrontación con Chávez, sino de la batalla interna. El verdadero duelo sigue pendiente. 

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