Hace años, la gente lanzaba el puño apretado y procuraba gritar lo más alto posible para que no se perdieran ninguna de sus palabras. Y luego, seguían su camino como si nada. Era la ley de la selva.
Nací en una sociedad democrática y me acostumbré solamente a ver asesinatos en las películas de la tele (sí, literalmente mataba el tiempo), veía a un inocente Drácula tratando de acabar con sus víctimas chupando su sangre con un par de colmillos, a pedir si quería algo, a jugar y pelear con mis hermanos y a pasar las páginas del Diario El Impulso haciendo un recuento mental de lo que había ocurrido el fin de semana.
El escritor checo Milán Kundera dice que el despertador es el primer acto de violencia del día y creo que tiene razón. Saltamos de la cama y de inmediato la loca carrera comienza: el aseo personal, preparar el desayuno y el de la familia, luego vestirte rápido, calentar el carro, te brincas los semáforos a costa de la vida de los demás para dejar los niños en el liceo o en la universidad y llegar temprano al trabajo, no pones reparos en empujar si necesitas pasar, adelantarte en las colas, escuchar tu música a todo volumen, amenazar a tu vecino, y ya no te quita el sueño hablar mal del gobierno, de la corrupción, del alto costo de la vida y hasta de las personas que no conoces.
Contemplas el resto del mundo y ya nada te extraña. Lees en los periódicos internacionales por Internet que unos locos una mañana deciden ametrallar a media escuela en los Estados Unidos, que hay masacres tribales en Libia, Yemen o Egipto, proliferación de grupos terroristas en Iraq, mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, una guerra interminable en el Medio Oriente, ajuste de cuentas, narcotráfico y paramilitares en Colombia, y en los barrios y ciudades venezolanas la delincuencia desenfrenada con hombres y adolescentes armados atracando, robando, violando, secuestrando y asesinando.
Niños de diez años que amenazan a su madre con un cuchillo. Y me pregunto ¿Qué nos pasó a los venezolanos y a las venezolanas?, ¿Dónde nos perdimos y aprendimos que lo mejor era simplemente odiarnos, aborrecernos, detestarnos, en una lucha campal entre pobres y ricos?, porque en esta Venezuela revolucionaria y socialista del siglo XXI ser rico es malo y ser pobre es lo bueno
Claro, es más fácil cortar de tajo, ser un dictador antes que hacer el esfuerzo de ponerte a dialogar. Sin embargo, destruir no está en nuestra naturaleza. Tenemos padres, hijos, nietos, celebramos el DIA de la madre, del padre, del niño, disfrutamos un día en el campo , en la playa o en un Centro Comercial, nos sentimos orgullosos cuando logramos construir algo con nuestro esfuerzo y apreciamos la belleza sea que se presente en un rostro, en una pintura o en un atardecer.
A los venezolanos (as) nos gusta vivir bien y anhelamos una vida de bienestar; en fin, tendemos a buscar todo lo que nos dé vida. No es natural entonces, que busquemos la miseria y la pobreza y mucho menos la muerte. Tal pareciera que la virtud tiene que ser eliminada porque no es posible que entre tanta maldad, algunas y algunos tengan el descaro de querer ser honestos. Es como si quisiéramos eliminar de raíz toda bondad. Al mismo Dios. Al mismo Jesús
¿Pero, qué harás cuando hayas terminado? ¿Qué harás después de haber matado, mentido, incendiado, abortado, golpeado, calumniado, explotado, violado a niños y niñas, exterminado las especies, cortado los árboles, secado los ríos, contaminado el aire, silenciado voces, censurado? ¿Qué nuevo país construirás con lágrimas, injusticias, rencores, venganzas, indiferencia, con negligencia y olvidos intencionados?
¿Y al final del día, qué harás con el amor que no diste, con los abrazos que tus brazos guardaron, con los besos que tus labios no dieron? ¿Qué harás con esa infernal soledad? ¿Qué harás Hombre venezolano y mujer venezolana? ¡Piénsalo!
Nací en una sociedad democrática y me acostumbré solamente a ver asesinatos en las películas de la tele (sí, literalmente mataba el tiempo), veía a un inocente Drácula tratando de acabar con sus víctimas chupando su sangre con un par de colmillos, a pedir si quería algo, a jugar y pelear con mis hermanos y a pasar las páginas del Diario El Impulso haciendo un recuento mental de lo que había ocurrido el fin de semana.
El escritor checo Milán Kundera dice que el despertador es el primer acto de violencia del día y creo que tiene razón. Saltamos de la cama y de inmediato la loca carrera comienza: el aseo personal, preparar el desayuno y el de la familia, luego vestirte rápido, calentar el carro, te brincas los semáforos a costa de la vida de los demás para dejar los niños en el liceo o en la universidad y llegar temprano al trabajo, no pones reparos en empujar si necesitas pasar, adelantarte en las colas, escuchar tu música a todo volumen, amenazar a tu vecino, y ya no te quita el sueño hablar mal del gobierno, de la corrupción, del alto costo de la vida y hasta de las personas que no conoces.
Contemplas el resto del mundo y ya nada te extraña. Lees en los periódicos internacionales por Internet que unos locos una mañana deciden ametrallar a media escuela en los Estados Unidos, que hay masacres tribales en Libia, Yemen o Egipto, proliferación de grupos terroristas en Iraq, mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, una guerra interminable en el Medio Oriente, ajuste de cuentas, narcotráfico y paramilitares en Colombia, y en los barrios y ciudades venezolanas la delincuencia desenfrenada con hombres y adolescentes armados atracando, robando, violando, secuestrando y asesinando.
Niños de diez años que amenazan a su madre con un cuchillo. Y me pregunto ¿Qué nos pasó a los venezolanos y a las venezolanas?, ¿Dónde nos perdimos y aprendimos que lo mejor era simplemente odiarnos, aborrecernos, detestarnos, en una lucha campal entre pobres y ricos?, porque en esta Venezuela revolucionaria y socialista del siglo XXI ser rico es malo y ser pobre es lo bueno
Claro, es más fácil cortar de tajo, ser un dictador antes que hacer el esfuerzo de ponerte a dialogar. Sin embargo, destruir no está en nuestra naturaleza. Tenemos padres, hijos, nietos, celebramos el DIA de la madre, del padre, del niño, disfrutamos un día en el campo , en la playa o en un Centro Comercial, nos sentimos orgullosos cuando logramos construir algo con nuestro esfuerzo y apreciamos la belleza sea que se presente en un rostro, en una pintura o en un atardecer.
A los venezolanos (as) nos gusta vivir bien y anhelamos una vida de bienestar; en fin, tendemos a buscar todo lo que nos dé vida. No es natural entonces, que busquemos la miseria y la pobreza y mucho menos la muerte. Tal pareciera que la virtud tiene que ser eliminada porque no es posible que entre tanta maldad, algunas y algunos tengan el descaro de querer ser honestos. Es como si quisiéramos eliminar de raíz toda bondad. Al mismo Dios. Al mismo Jesús
¿Pero, qué harás cuando hayas terminado? ¿Qué harás después de haber matado, mentido, incendiado, abortado, golpeado, calumniado, explotado, violado a niños y niñas, exterminado las especies, cortado los árboles, secado los ríos, contaminado el aire, silenciado voces, censurado? ¿Qué nuevo país construirás con lágrimas, injusticias, rencores, venganzas, indiferencia, con negligencia y olvidos intencionados?
¿Y al final del día, qué harás con el amor que no diste, con los abrazos que tus brazos guardaron, con los besos que tus labios no dieron? ¿Qué harás con esa infernal soledad? ¿Qué harás Hombre venezolano y mujer venezolana? ¡Piénsalo!
britozenair@hotmail.com
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