El invento griego llamado Democracia y con mayor proyección se convirtió en uno de los pilares fundamentales de las sociedades occidentales contemporáneas. Sin embargo, la democracia nunca ha sido un gobierno de mayorías, o de los más, como decía Aristóteles. Desde sus tímidos inicios, la democracia fue el gobierno de una minoría. La misma sociedad ateniense restringió la participación política. Sólo los varones libres, los ciudadanos, podían elegir y ser elegidos. De tajo se excluyeron mujeres, niños, ancianos, esclavos, y extranjeros: el 90% de la población: La mayoría.
Luego de más de dos milenios sabáticos, los revolucionarios franceses, tras guillotinar a la monarquía y esterilizar a la iglesia, trajeron la democracia de vuelta. Sin embargo, y aunque se presumía de “universal” en el papel, de nuevo la democracia se vio confinada en la realidad. Al igual que en la Atenas de Pericles, en la Europa moderna, en las Trece Colonias independientes y en la América republicana, solo quienes cumplieran con todos los requisitos gozaron de sus mieles: varones adultos, propietarios, heterosexuales, alfabetos, cristianos: La minoría. Después de su largo viaje, la democracia de hoy es más amplia. -incluidos desposeídos, mujeres, homosexuales, analfabetos…-: la mayoría.
ORGULLOSAMENTE MINORÍA ABSOLUTA |
Entonces, ¿habrá democracia hoy, aunque sea formalmente? porque hoy sí son “los más” quienes elijan. Pero, ¿cuáles son los intereses de ésta, nuestra sociedad de hoy, la sociedad de los más? Ninguno, me temo. Y no porque las necesidades de la sociedad se hayan satisfecho, sino porque ya no existe una verdadera sociedad. Solo nos queda una masa de individuos chocando y luchando por salvarse del hambre, de la miseria, del olvido, del desempleo, de la penuria. Luchando por ser alguien, no importa cómo: corrupción, ilegalidad, informalidad.
¡Qué ironía! la democracia se hace inviable precisamente cuando la mayoría puede elegir. Hoy, precisamente hoy, cuando la comunicación es global, cuando la tecnología desarrolla nuestra independencia, cuando hay comida e industria para alimentar y vestir a casi el doble de los habitantes del planeta. Hoy, la democracia se extingue, es solo un simulacro. Y lo peor, sólo hay el día de elecciones.
Hoy, “nuestros representantes” simbolizan intereses individualistas, mezquinos. Son intereses de minorías encumbradas en los sillones financieros y políticos. De aquellos que hipnotizaron, manipularon y sometieron a las mayorías a punta de individualismo, de hambre y miseria, de telenovelas, de créditos, de “noticias del entretenimiento”. De pan y circo.
Y así como ayer, los políticos de hoy no son sino el reflejo de su sociedad: reflejos vacuos. No es si no echar un vistazo para ver los líderes de este siglo: un Bush, un Fidel Castro, un Chávez, un Rodríguez Zapatero. Cuanta diferencia con un Lincoln, un Kennedy, un Bismark, un Betancourt, un Caldera o un Churchill.
Pues bien, a pocos meses de elecciones primarias en Venezuela, solo habrá que escrutar los votos de “los más” y ya. Como un simple ejercicio de rutina. Igual, su suerte está echada. Razón tendrá el jurista del Imperio romano Domicio Ulpiano cuando sostuvo que justicia no es dar a todos lo mismo sino dar a cada quien lo que se merece.
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