martes, 13 de diciembre de 2011

RAUL AMIEL: CONTRATO SOCIAL PARA LA PROSPERIDAD DEMOCRÁTICA VAMOS DEL ESTADO POPULISTA A LA SOCIEDAD DEL BIENESTAR

La existencia de un proyecto de “Visión de País” que la ciudadanía haga suyo, que sea conocido y compartido, puede ser el punto de partida en respuesta a la necesidad de un Gran Acuerdo Nacional que debe tomar la Nación para su recuperación, reconstrucción y reconciliación con plena realización Política, Económica y Social
Un análisis de las demandas del entorno en lo económico, político, social, laboral, patrimonial, etc. es menester. Debemos esbozar un análisis por contraste de los resultados de hoy  versus las demandas no satisfechas; La sociedad fue, es y será implacable cuando no se haya demostrado al menos la intención seria de encaminarse hacia los estándares requeridos en esos resultados.
Debemos ofrecer una exhortación de acción a partir de la visión del país que se requiere construir en el futuro. Un programa que nos involucre a todos, pues sus lineamientos permiten a los sectores, organizaciones y ciudadanos ubicarse en el, porque perciben que tienen allí un lugar, un papel, y saben cual es, que no es otro que, el país que todos queremos poner en marcha.
Es inyectar un shock de optimismo y esperanza. Es un sueño en acción por una verdadera lucha frontal contra la pobreza y la iniquidad.
Deseamos una Venezuela libre y próspera. Pretendemos un Estado responsable, ordenado, eficiente y eficaz, el buen uso del dinero de los venezolanos, la reducción de la inflación, la reducción de la deuda pública, y el mejoramiento de la economía, entre otras cosas.
Una propuesta para una Venezuela de éxito.
El bienestar de la persona humana, la familia y -por tanto- la sociedad constituyen el objetivo de nuestro pensar. El fin de la acción política es la persona humana y su familia. El Estado es útil, pero no como un fin en sí mismo sino como el medio para facilitar las condiciones para que las personas y las familias logren un mayor bienestar.
Oportunidad para todos.
Venezuela debe ser tierra de oportunidades para todos, sin discriminaciones ni privilegios. Todos deben tener, de una vez, oportunidad de un empleo productivo y de cambiar de empleo para lograr mejores condiciones económicas o de otra índole.
Un gobierno para la gente.
Los Venezolanos merecen y necesitan un Gobierno amigable. Un gobierno inclusivo quitará las limitaciones a la iniciativa privada y a la generación de empleos, respetará a las minorías y la libertad de expresión y fomentará el debate nacional con liderazgo y convicción.
Libertad, responsabilidad y orden.
El principal elemento de la libertad es la responsabilidad. El irrespeto a la vida y a la propiedad es incompatible con una vida ciudadana en libertad, libre de temores e inseguridad en las casas, las escuelas o las calles.
Un país de propietarios.
Venezuela debe ser un país de propietarios. Hoy, muchos venezolanos que solo son dueños de su salario y de algunos pocos ahorros. Hoy día, cada familia que lo desee y se esfuerce, debería ser dueña de su casa de habitación, del mobiliario hogareño, de una computadora y de un medio de transporte familiar. Además, los venezolanos podrían, si así lo deciden, ser dueños de una empresa de servicios, agricultura, industria o fondo de pensión e inversión; participar plena y dignamente de la economía nacional y no solo como asalariados. Se puede y se deben titular las tierras en zonas populares urbanas y de las zonas del campo. Todos los ciudadanos tendrán la oportunidad de participar de forma activa en el capital de muchas empresas y en las grandes obras de infraestructura, mediante la titularización, como dueños, en vez de meros espectadores.
Una Venezuela respetada, moderna y visionaria.
Hay que romper las cadenas de la ineptitud y la ineficacia _del presente y del pasado_ que le han puesto freno al desarrollo y la prosperidad nacional. Las acciones deben estar basadas en la participación e inclusión de los pobres que hoy están en la base de la pirámide de ingresos. La infraestructura de carreteras, puentes, represas, acueductos, electrificación, puertos marítimos y aeropuertos, transporte urbano, servicios básicos en salud y educación se han quedado rezagadas bajo los esquemas del estatismo inoperante. Es necesario dar un cambio substancial y profundo para su rescate estructural y la construcción eficiente de nuevas obras.
Es el momento preciso para nuestra oportunidad
Poco a poco se va estrechando en Venezuela el espacio para los análisis, los diagnósticos y las diferentes interpretaciones de la realidad. La mayoría de los análisis y diagnósticos coinciden. Y coinciden porque la realidad ya es inocultable. La quiebra institucional del país salta a la vista. El futuro de las promesas de ayer es la realidad de hoy, quedando claro que con esta interpretación de la democracia (versión socialismo del siglo XXI)  ni se come, ni se cura, ni se educa. Han pasado las épocas en las que se podían minimizar estos fenómenos tratando de taparlos con alguna promesa esperanzadora.
En Venezuela no están fallando aspectos parciales de un sistema aceptable a partir de la nueva constitución del 99. Lo que está fallando, lo que nació fallado de entrada, es el sistema mismo. Construido sobre quimeras que nunca fueron más que hermosas expresiones de deseos; alimentado por utopías infantiles cuya inviabilidad política ha quedado palmariamente demostrada; sostenido por una cantidad increíble de hipocresía y eternamente dependiente de decisiones externas cuyo objetivo jamás coincidió con el interés nacional. El sistema sociopolítico actual — o el "proceso" como han dado en llamarlo — son sencillamente insostenibles.
¿Cómo resolver el problema? En primer lugar, lo que hay que tener en claro es que una crisis sistémica no representa un problema sencillo. Si queremos construir un buen sistema relacional, tenemos que conocer la diferencia entre lo urgente y lo importante; tenemos que saber qué debe hacerse primero y qué debe hacerse después; tenemos que saber qué está bien y qué está mal y, por último, también tenemos que saber por qué está bien lo que se acepta y por qué está mal lo que se rechaza.
¿Qué hacer? ¿Por dónde empezar? Habiendo dicho lo precedente, la pregunta inmediata es: ¿por dónde empezaríamos? ¿Cómo comenzaríamos a construir un nuevo "modelo", distinto del actual, con reales posibilidades de funcionar en forma satisfactoria? La enorme mayoría de la gente seguramente nos contestaría: "Hay que empezar por la economía."
Gran error: la economía es lo urgente. La política es lo importante. En Venezuela la economía anda mal porque la política anda peor. No es la política la que anda mal porque la economía es un desastre. La economía Venezolana no arranca porque no hay decisión política para hacer lo necesario a fin de que arranque o, mejor dicho, no hay ni suficiente poder político ni suficiente voluntad política para tomar las medidas que la hagan arrancar y funcionar decentemente. Peor todavía: ni siquiera hay una estructura política institucional medianamente satisfactoria a través de la cual eventualmente podría canalizarse una voluntad política orientada a recuperar la capacidad económica del país.
Consecuentemente, lo primero que Venezuela necesita es una estructura de poder político correcta que permita tomar las medidas necesarias para restaurar a la economía. En otras palabras: la recuperación del poder político es la condición necesaria que forzosamente debe preceder a la reconstrucción económica. De otro modo, las decisiones políticas tomadas carecerán de credibilidad; la falta de credibilidad inevitablemente se traducirá en falta de confianza y no hay economía en el mundo entero capaz de funcionar sobre la base de la desconfianza y la incertidumbre.
Desde el momento en que el órgano del poder político por excelencia es el Estado, la primer propuesta tiene que ser, pues, la de restaurar al Estado. Y restaurarlo no significa ni desmantelarlo para tener un Estado ineficaz pero barato; ni significa tampoco inflarlo hasta dimensiones elefantiásicas para tener un Estado muy benefactor pero ineficiente y, por añadidura, carísimo.
Lo que necesitamos es un Estado correctamente dimensionado que cuente con:
*          El poder necesario para superar las divergencias internas y lograr una síntesis de las fuerzas y los intereses contrapuestos que desgarran a la sociedad.
*          La capacidad de planificar a largo plazo en función de un futuro positivo para el país, con planes estratégicos coherentes que no resulten tergiversados después a propósito de cada coyuntura electoral.
*          La autoridad moral y el prestigio necesarios para conducir a la Nación construyendo consensos alrededor de objetivos concretos y viables.
LA RESTAURACIÓN DEL ESTADO IMPLICA, ASÍ, TRES GRANDES METAS:
1.         Restaurar las estructuras del poder político para que las decisiones necesarias se puedan tomar en tiempo y forma; y para que, una vez tomadas, se las pueda hacer cumplir de un modo efectivo y persistente.
2.         Realizar el planeamiento estratégico para establecer un nuevo Proyecto de Nación con metas, objetivos, cronogramas, recursos y responsabilidades.
3.         Poner la ejecución en manos de personas capaces y honestas, cuya personalidad, cuyo comportamiento y cuya idoneidad profesional generen la certidumbre necesaria para recuperar la confianza y la fe en el futuro.
Cualquier gran cambio político, en cualquier parte del mundo, en cualquier momento de la historia se ha compuesto de dos elementos principales:
A) Un factor impulsor representado por un cuerpo cultural formado por ideas, opiniones, ideologías, filosofías, mística, dogma, tradiciones, — es decir: todo lo que podríamos incluir en el concepto algo genérico de "ambiente cultural" — y, además,
B) Un factor aglutinante representado por un conjunto organizado de seres humanos que abarcaría a líderes, agrupaciones, partidos, organizaciones, corporaciones, facciones, instituciones, — es decir: todo lo que podríamos incluir en ese otro concepto genérico de "movimiento sociopolítico".
Para poner en marcha esta iniciativa de un “Contrato Social para la Prosperidad Democrática”, los actores sociales para emprenderlas están públicamente disponibles. Hacen falta la lucidez, el coraje y la voluntad política necesarios para asumir este desafío.
Venezuela coexistiendo con la comunidad mundial del Siglo XXI con equilibrada interrelación económica con los demás países, disfrutando de un clima de plena libertad, una democracia efectiva y una sociedad cohesionada, prósperamente rica, sana y abierta a las variables realidades culturales y científicas es posible.
Llegó la hora del Cambio. El protagonista eres tú. Tú eliges. Tú decides.
@raulamiel
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