Los pueblos pueden acostumbrarse a todo. Sucede lo mismo con los individuos. Lo que hace algunos años era absolutamente inaceptable, ahora se tolera dejando constancia, de vez en cuando, de nuestro rechazo. Y lo que antes era difícilmente tolerable, ahora está dentro de un rango de normalidad que nos preocupa. Los que viven al lado de las aguas negras terminan por no percibir el mal olor. Así, las esperanzas van quedando confiscadas por una especie de resignación pesimista que cierra a la gente sobre sí misma, apartando preocupaciones sociales o políticas, para que cada quien se ocupe de lo suyo, de sobre vivir, de cuidar la familia, el negocio, el empleo y la salud. No importa no avanzar ni crecer. Es suficiente estar vivo, más o menos sano y mantener la posibilidad de un ingreso para la subsistencia. Se trata de una actitud muy extendida. Nos preocupa, aunque entendamos las motivaciones, que mucha gente se limita a esperar que otros resuelvan, que sean terceros quienes asuman los riesgos de la lucha frontal indispensable para salir del régimen.
Estas reflexiones vienen a la mente cada vez que el pensamiento es ocupado por la imagen de los presos y exilados políticos. No podemos abandonarlos. La insensibilidad no puede llegar al extremo de sólo lamentarnos con la esperanza de que el próximo gobierno los libere. La lucha por la libertad plena de estos compatriotas debe ser firme, constante y dirigida a obtener resultados en el menor tiempo posible. Indigna verificar que bajo el mandato del vende patria existan tantos o más presos y exilados que en la dictadura perezjimenista. También podríamos inventariar los muertos, los torturados y los humillados por la vía del descrédito o la confiscación de propiedades tanto en el campo como en la ciudad. Medios de comunicación cerrados o gravemente amenazados, políticos y periodistas vetados o permanentemente acosados por los esbirros de un régimen capaz de las peores tropelías para silenciar la creciente disidencia existente.
Los pueblos tienen derecho a la legítima defensa. En Venezuela desapareció el Derecho. No hay Constitución, ni Ley, ni orden, ni autoridad capaz de velar por los derechos de la persona humana que consagran la libertad y la propiedad por encima de cualquier interés gubernamental. El país es víctima de unas aves de rapiña. Sin embargo, la mayoría silenciosa aunque pasiva físicamente, condena la tiranía. El régimen sólo podrá mantenerse sobre la base de la represión y de la violencia física e institucional. No hay manera legítima para mantenerse por el camino electoral. Perdió la mayoría. Pero si tuvieran un mínimo de apego a la justicia, asumirían la derrota más livianos, sin presos ni exiliados políticos. En el camino hacia esta nueva Navidad, envío un abrazo fraterno de solidaridad a todos ellos. Especialmente a los compañeros detenidos en el Helicoide, a cargo del SEBIN, por razones que todos comprenderán. No los olvidaremos jamás.
oalvarezpaz@gmail.com
Lunes, 12 de diciembre de 2011
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