Los políticos sólo se esfuerzan por hacer lo posible imposible. O sea, se especializan en hacer de cada solución un problema para lo cual juegan al engaño apostando a la mentira. Es lo que en Ciencia Política se denomina “populismo”.
Las realidades son relativas. Engañan a quien deja engañarse. Aunque son múltiples las razones que juegan al engaño, nada es tan peligroso como dejarse engañar por quien miente más. Sin la voluntad necesaria para buscar el sentido exacto de las cosas, es fácil hundirse en las mentiras. Sobre todo, cuando tienen la carga de perversidad que le confiere quien, desde las alturas del poder, manipula la situación a su más descarado antojo.
Desde esta perspectiva, puede decirse que la política es tan controvertida que se presta para mezcolanzas de este impúdico género. Tanto que el actor estadounidense Groucho Marx, manifestaba que “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Por eso se dice, y con razón, que los políticos sólo se esfuerzan por hacer lo posible imposible. O sea, se especializan en hacer de cada solución un problema para lo cual juegan al engaño apostando a la mentira. Es lo que en Ciencia Política se denomina “populismo”.
Desde el populismo se pretende construir una visión tan fantasiosa del mundo que, quienes caen en tan sutil trampa viven una ilusión apegada a sus sentidos tanto que su imaginario llega a disfrutarla. Sólo que en algunos casos, dicho disfrute es demasiado precario pues la persona se ve obligada a entender que el momento de lo ilusorio nunca existió. Por tanto debe “aterrizar” produciéndose un duro golpe cuando alcanza a explicarse qué provocó tan brusco desencanto.
En otros casos, el crédulo tontamente sigue aferrado al imaginario que le ha procurado el populismo a través de la palabra hueca del dirigente o del funcionario que presume sabérselas todas cuando advierte que su discurso sigue cultivando seguidores sin importarle la condición de engañados que cándidamente ostentan. De ahí que el político francés Charles de Gaulle afirmaba que “como los políticos nunca creen lo que dicen, se sorprenden cuando alguien sí lo cree”. Es entonces que sobre esta población apuntan sus baterías y abren su demagógico “fuego” convencidos que de mantener su aguerrido ataque, podrían garantizarse el arribo a la cima del poder político.
Sin embargo, el problema se suscita cuando un balance de la situación en cuestión deja ver que hay personas que persisten en vivir engañados buena parte de sus vidas. Mientras que hay otros, conscientes, que reconocen su equivocación y se encaminan por decisiones firmes y claras. Aún así, resulta inadmisible e insólito que siga existiendo una clase política aferrada a una falsa realidad. Ni tampoco existirá por cuanto es sólo producto de la locura de quienes por imberbes o eunucos políticos se atreven a perseverar en un engaño que ni siquiera ellos se lo creen. Solamente para ganar espacio a su favor con el concurso de un proyecto político ideológico de gobierno ambiguo e insostenible. A decir de la jerga popular, no hacen otra cosa que “pescar en río revuelto”. Así cualquier afanoso o roñoso podría afincarse en el poder, “de engaño en engaño”. Sólo que en lo que respecta Venezuela, el país ya despertó de tanto engaño. Ahora sabrá sacudirse tanta mentira descaradamente declarada como gestión de gobierno.
VENTANA DE PAPEL
VENEZUELA ES UN SÓLO HUECO
El hundimiento de las vías en todo el país, es un reflejo palpable de la displicencia gubernamental. No hay vía pública, nacional, regional o local que se salve de la indiferencia revolucionaria. La sordidez para atacar los compromisos que acarrea el mantenimiento vial, se convirtió en “cuchillo” para su propia garganta. El frágil estado de la infraestructura del país, explica la inconsistencia del proyecto de gobierno asumido como oferta electoral que le valió al arribo al poder en 1998. Ni siquiera la multiplicación y exagerada diversificación del Ejecutivo Nacional, ha servido para paliar la falta de mantenimiento y de inversiones necesarias para su expansión conforme a las necesidades del país.
Ante esta situación, resulta vergonzoso el modo dispendioso como se han utilizado los inmensos recursos que se han dispuesto por concepto de ingresos petroleros para que hoy día Venezuela sea un solo hueco. Un inmenso hueco al que ha contribuido a agrandar la terrible condición de edificios públicos a lo que hay que sumarle la casi paralización de la producción de la industria primaria con sede en la región de Guayana, principalmente. Mientras tanto, la obstinación gubernamental se empeña en castigar al sector industrial privado pues, a todas luces, es evidente la incapacidad del sistema creado por el régimen a pesar de los enormes subsidios que se otorgan sin control alguno. Estas realidades, demuestran el desplome del régimen que ahora pretende subsanar con una costosa campaña electoral en desmedro de básicas necesidades que enfrenta el país. Mientras tanto, Venezuela es un solo hueco.
GOBIERNO NARCISO
La egolatría del alto gobierno, tiene al país sumido en problemas que no terminan ni de entenderse ni de atenderse. En otras palabras, el narcisismo que padece distrae recursos y tiempo exaltándose una ideología que ha resultado pura bagatela. Por eso se sirve del culto a la personalidad de aquellos líderes que presumen de ser fundamentales. Es el caso del presidente de la República. Y todo sucede sin reconocerse que por esta situación, el país está cayendo en una peligrosísima atrofia pues el narcisismo gubernamental está creando serios problemas de interacción con quienes intentan aportar ideas al proceso de gobierno. El país está acusando el grave riesgo de sufrir los embates determinados por los delirios y arrebatos del presidente.
Es ahí cuando este funcionario se rodea de un amplio comité de aplausos que lo elogien de palabra y mediante fotografías colocadas por doquier. Además, busca depurar sus cuadros de allegados por la paranoia de estar infiltrados por insurgentes o desarraigados (agentes del imperialismo yanqui). No hay duda de que este problema lo vive el país desde que se convirtió en víctima de una barbarie originada por la perturbación mental de quienes se volvieron narcisistas por aferrarse al poder y vivir a su amparo. Mientras se dan la mejor de las vidas, pretenden engatusar al pueblo ilusionándolo con el cuento de que en el socialismo vivirán con la holgura que anima la esperanza (¿?) El país debe cuidarse pues cuando el personalismo se convierte en el factor dominante, las rencillas personales y los complejos del gobernante, comienzan a desarreglar todo el Estado y su sistema político. Y hasta la sociedad sale abatida por tales locuras.
SE PERMITE INJURIAR
El país cayó en desgracia ética. Gracias a la degradación de jueces incultos cuyo nivel de educación cívica y moral llega apenas a nivel de gallinero. Con la impúdica justificación de preservar la libertad de expresión del conductor del programa de VTV, La Hojilla, Mario Silva, la abogado Dinorah González, jueza 15 de Juicio, cometió el exabrupto de librarlo de toda culpa. Por tan descarriada decisión, optó por consentir el uso de la infame expresión “hijo de put…” la cual podrá utilizarse sin que la misma implique ofensa. Cuando por el contrario, tan nocivo dictamen refleja una vulgar canallada que permitirá injuriar sin que ello genere consecuencia legal alguna. Esto significará que en lo sucesivo, la expresión aludida podrá utilizarse en cualquier instancia o programa de radio y televisión sin restricción de horario, ni de supervisión por parte de padres o representantes ya que pasaría a clasificarse como lenguaje tipo A.
Ahora, su restricción atentaría contra la libertad de expresión lo cual resulta totalmente contradictorio en virtud de lo que ha vivido el país cuando se ha criticado o protestado los desafueros gubernamentales. La defensa del conductor del programa que trasmite todas las noches VTV, interpuso varias objeciones para lograr dejar sin efecto la denuncia formalizada en el mes de julio por Miguel Henrique Otero Castillo, presidente de El Nacional. El argumento esgrimido adujo que la presunta agraviada era María Teresa Castillo, madre del demandante. Y absurdamente, sólo a ella correspondía el derecho de ejercer acciones judiciales en defensa de su honor y reputación. Por tan irracional motivo, la denuncia fue considerada “carente de fuerza y legitimidad”. O sea, que ahora puede ofenderse a cualquier sin la responsabilidad de ley. Ahora se permite injuriar. ¿Eso es ser bolivariano?. ¿Así es como se gobierna?
ENTRE MALANDROS Y HOLGAZANES
A decir de Jesús Antonio Petit da Costa, “el lumpem es ahora en Venezuela la fuerza de choque del comunismo contra el pueblo”. Delicada consideración. Sin embargo, vale saber que hay detrás del concepto “lumpem”. Particularmente, porque el problema toca la política de gobierno que sigue ordenándose desde Miraflores. Con este término se designa a la población situada socialmente por debajo del proletariado. O sea, aquella parte de la población que para su subsistencia desarrolla actividades al margen de la legalidad o en la marginación social (delincuencia, prostitución, etc.) En otras palabras, son los degradados, desclasados y no organizados del proletariado urbano.
La necesidad de ganar votos, hizo al populismo armarse de los pretextos necesarias para justificar la participación de todos. Así que obviando toda posibilidad de exclusión, los sistemas políticos basados en la democracia apostaron al concurso de todos. Principalmente, de quienes serían presas fáciles de la verborrea politiquera. Y justo, estaba el lumpem. Sólo que su manipulación devino en equivocaciones que con el tiempo determinó lo que se conoce como “clientelismo”. De manera que la situación se desfiguró al extremo que estos individuos se valieron de su condición para reclamar prebendas gubernamentales a cambio de actuar apegados a la ley. Pero más pudo el afán de poder de los politiqueros de oficio, que la visión de una política digna. Al final, el lumpem impuso su cuota de acción en nombre de la inclusión. Ahora no sólo vota, sino que se convirtió en un actor social con capacidad para intervenir realidades políticas trayendo como consecuencia que el país se vea sumido en vaguedades y conflictos por causa de quienes actúan como subversivos del orden y que en el caso propio, son ahora malandros, mantenidos y holgazanes.
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