Qué bien se siente contestar las preguntas de mis queridos lectores. Muchas de ellas relacionadas con el camino antes y después de la derrota de Hugo Chávez. Les confieso que las respuestas no son fáciles porque estoy convencida de que ganar las elecciones no es suficiente. Mientras más reflexiono sobre esa ruta, más me convenzo de que los estragos en la psiquis colectiva de una revolución comunista-populista en cámara lenta, como la que estamos sufriendo, son tan profundos que sólo pueden superarse con un sueño alternativo que logre calar en la mayoría.
Algo parecido a lo que hizo Deng Xiaoping, que con frases como: "Ser pobre no es socialismo" logró voltear en 180 grados a la China de Mao. Las sociedades no acaban con el agrio sabor de las revoluciones con sólo echarle azúcar por encimita al discurso oficial; no, la reconstrucción de un país destruido en sus valores más fundamentales sólo se logra con líderes capaces de convencer a la mayoría de que hemos perdido el tiempo con tanto vinagre.
Por ejemplo, me preguntan lo que pienso del bochornoso espectáculo de los estudiantes chavistas en la UCV; esos que irrumpieron groseramente, lanzaron carne cruda y voltearon bandejas de comida en la Sala E frente a la actitud estoica de la rectora. Sólo me pueden entender quienes lo hayan visto; los que no, búsquenlo en You Tube por "Violencia en la Sala E de la UCV". El horrible espectáculo nos entristece de tal forma que podemos caer en la conclusión de que es mejor ignorarlos. Todo lo contrario, tenemos que entender lo que tienen en la mente esos estudiantes que, al faltarle el respeto a la institución universitaria, a la propiedad ajena y a sí mismos, sólo estaban hundiendo su futuro sin saberlo. No puede faltar en este análisis la aprobación descarada del Presidente que, como otros totalitarios, necesita de los jóvenes para mantenerse en el poder. No hay mejor fuego para la destrucción "revolucionaria" que las hormonas de la juventud. Desafortunadamente, lo que sucedió en la Sala E de la UCV no es un caso aislado, sino la triste metáfora de nuestra Venezuela hoy. Estos muchachos han regresado a la barbarie pero la realidad es que gran parte del país lo ha hecho también.
Y esta reflexión me lleva a la pregunta de qué hacer con la industria petrolera cuando se vaya Hugo Chávez. Nuevamente, el ganar la elección no basta, pues está ligada a los tremendos costos que ha tenido para el país la reiterada tentación expropiadora de nuestros gobernantes. ¿Existe en el país el consenso nacional para no volver a hacerlo? Es importante dar demostraciones de ello, pues con este Gobierno hemos caído en aberraciones tan grandes que nuestras garantías tendrán que ser igualmente poderosas. Traigo el ejemplo de la faja del Orinoco. Explotar el petróleo pesadísimo de la faja requiere de dos procesos muy costosos. Es obvio que nos conviene que ambos se realicen en Venezuela, pero hoy no hay quien invierta aquí, ni siquiera nuestro propio Gobierno que con tanto populismo se quedó sin real para invertir a largo plazo, y ahora convirtió la explotación de la faja en un crimen. Para hacer el petróleo más líquido no lo procesan, sino que criminalmente lo combinan con petróleo liviano. Toda esta destrucción de valor y oportunidades es consecuencia de años de irrespeto a los derechos de todos.
La barbarie está en todas partes y las respuestas sólo vendrán con cambios profundos en la forma de vernos, pues la reconstrucción de Venezuela va más allá de ganar las elecciones en 2012.
@anajuliajatar
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