domingo, 20 de noviembre de 2011

ZENAIR BRITO CABALLERO: EL OFICIO DE OPINAR

Debo reiterar mi desacuerdo con quienes creen que la idoneidad de quienes nos tomamos el trabajo de opinar en los medios de comunicación, se mide por el número de aciertos en apoyar la política electoral del gobierno y de la oposición. La opinión en los seres humanos, dijo alguien, es como ciertos órganos de nuestra humanidad: cada uno tiene el suyo y lo utiliza como a bien tenga.
Que la utilización que le dé, coincida con la que le den otros, pues enhorabuena; y si no, mejor todavía, pues opinar es un oficio, es un arte y casi siempre las artes son dominio de minorías. En ese orden de ideas, opinar no puede ser sinónimo de congraciarse con la mayoría de los que gobiernan para captar su favor, que es el objetivo de la política; ya que para eso, hay que dedicarse a la política y no a la opinión.
Nuestro compromiso es moral y es ético, y por eso, lamentamos a veces tener que decir cosas que no gustan a los lectores, especialmente a los actores políticos y a los gobernantes, pero ahí radica la razón de nuestro oficio.
Es por eso que no entiendo cuando gobernantes y parlamentarios ejercen de opinadores. No creo que sea ético hacerlo, pues su opinión no está orientada a emitir un juicio libre sobre los acontecimientos, sino a presentar la visión amañada de los hechos, subordinada a sus intereses.
En mi caso, no me ocupo en leer a quienes en lugar de dedicarse a gobernar o a desempeñar adecuadamente las funciones para las cuales fueron elegidos, se dedican a justificar sus errores o a ocultar su ineptitud, ni mucho menos a sus testaferros y correveidiles.
Los que opinamos, tampoco podemos tener la pretenciosa idea de influir en las decisiones de nuestros amables lectores, en este diálogo semanal, por eso no limitamos a participarles, las nuestras, simplemente como parte de una complicidad comunicativa; y mientras podamos hacerlo, será ese el marco rector de este apasionante ejercicio.
En ese orden de ideas, con motivo de la aparición de las precandidaturas a las primarias de la MUD, otra vez los mandatarios aragüeños registran una pésima calificación en la evaluación de su desempeño. Hay que anotar, que es demasiada coincidencia, que en este tipo de mediciones, se volvió habitual la desaprobación de nuestros mandatarios, como se volvió habitual nuestra ubicación en los peores renglones cuando se trata de medir la pobreza del Estado, de las ciudades y de los municipios, el desempleo, el maltrato infantil, el embarazo de adolescentes, etc.
Como no vale la pena llover sobre mojado para aspirar a que en los pocos meses que faltan para que expire el mandato del gobernador de Aragua y del alcalde de Maracay, mejoren su desempeño, hagamos votos para que sus sucesores, entiendan que, si quieren reconstruir la ciudad y el municipio Girardot, no pueden seguir los pasos de sus antecesores.
Su primer reto será rodearse de gentes honestas y capaces, que no siempre están en los Directorios, ni son las que se resignan a cargar el maletín a los políticos, ni mucho menos los que constituyen con ellos sociedades perversas para defraudar al estado y compartir el botín.
El segundo, reconocer nuestras enormes debilidades y nuestras reales potencialidades, lo que no puede interpretarse como pesimismo a ultranza, sino como real pragmatismo, que obliga a encarar el futuro con carácter, imaginación y transparencia, que son las grandes falencias y desatinos de los gobernantes chavistas.


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