En Septiembre de 1987, un grupo de ganaderos mexicanos encabezados por mi primo Sergio, “el peque” Torres, nos encontrábamos en el aeropuerto de Denver después de una reunión de la Confederación Nacional Ganadera con su contraparte americana, el National Cattlemen Asociation. Mientras esperábamos nuestros vuelos de regreso, la plática se desarrolló en lo que siempre se debate al final de cada administración federal: ¿quién es el próximo ungido?
La ruleta empezó a girar con rapidez mientras todos establecían sus apuestas. De repente y sin titubear el Peque afirma; “yo no sé quién será el próximo, pero si les digo que en estos momentos en México se hace lo que Salinas decide.” El grupo guardó silencio durante unos momentos, para después unánimemente expresar su desacuerdo en lo que parecía una predicción. Al llegar a Tucson me esperaba mi amigo sinaloense Adolfo Clouthier, quien por años había expuesto la teoría de que el cambio en México se tejería desde el interior del partido divino, encabezado por un líder de la nueva generación quien iniciaría su desmantelamiento—él lo había bautizado como el caballo de Troya.
Al comentar con Adolfo la predicción subliminal del Peque, de inmediato me dice; “me parece muy lógico, yo he escuchado hablar a Salinas y te aseguro que se ha “fusilado” el plan de gobierno de mi primo el Maquío.” No puede ser le reviro. Si, continua Adolfo; “Salinas habla de economía de mercado, privatizaciones, cero inflación, respeto a la propiedad privada, adelgazar gobierno, liberar la fuerza de la sociedad civil, libre comercio, moneda fuerte etc.” Continua; “me parece muy lógico, es la corriente mundial, es la herencia de Reagan.”
A las pocas semanas recibo una llamada de Adolfo para informarme que acababan de ungir a Salinas. Mira me dice: “Insisto en que el Maquío será el próximo presidente, pero si de alguna forma Salinas se trepa a la silla, él será el que desmantele el sistema que nos ha oprimido durante todo este siglo. Si Salinas llega a ser presidente y aplica la receta del Maquío, les quita la escalera a los rufianes del PRI, desmantela esa mafia y tal vez sin proponérselo, le abra las puertas a la liberación del país.” Continua; “el gran peligro es que el viejo establishment se lo permita, pues no se van a desprender de ese ridículo poder tan fácilmente.”
Salinas toma posesión después y de inmediato se encuentra en el ojo de la tormenta mexicana. El que analice la situación de México al recibir Salinas el mando y afirme que el problema del país era político; sería un irresponsable. La inflación cercana al 200%, los intereses al mismo nivel, la economía decreciendo, la deuda externa asfixiándonos, el peso sufriendo devaluaciones diarias y constantes, el déficit del presupuesto monstruoso. El sistema bancario—pilar de cualquier economía—en manos del corrupto gobierno y ya en esos momentos prácticamente en bancarrota por el saqueo revolucionario. Pero tal vez lo más grave—en un nuevo mundo globalizado—el país totalmente desprestigiado a nivel mundial.
Cinco años después Salinas celebraba la aprobación del TLC y presentaba cuentas impresionantes: inflación 7%, intereses ya coqueteando con el 10%, superávit en el presupuesto, el peso firme a poco mas de 3 pesos por dólar, la deuda renegociada, la economía creciendo al igual que el empleo, inversión internacional récord. La comunidad internacional se refería a éste fenómeno como “el milagro mexicano” y a Pedro Aspe, como “Pedro el Grande.” Pero tal vez lo más importante no estaba en la superficie. Por primera vez en casi cien años, gubernaturas en manos de la oposición. Y la culminación de su obra: el tratado de libre comercio a punto de iniciarse.
Me parece que Salinas, al igual que Gorbachev cuando implementó la apertura de Rusia, no tenía idea de la trascendencia de sus decisiones. El pequeño escape a la olla de presión de la economía y la política que Gorbachev abrió con sus reformas, desembocó en la liberación del país después de casi cien años de opresión comunista. La prerestroika del líder ruso liberó a toda Europa oriental y cambió la geografía política del mundo. El TLC de Salinas ha sido nuestra perestroika que ha liberado los ideales democráticos de México y nos ha llevado a la alternancia. El TLC ha bordado de igual forma la superficie política como económica del país.
Sin embargo, los paralelos entre estos dos líderes en desgracia no terminan ahí, con tristeza vemos que tanto Salinas como Gorbachev son los hombres más odiados de sus respectivos países. Se les culpa de todas las tragedias nacionales desde la pobreza, el desempleo, devaluaciones, pérdida de la identidad nacional etc, sin que la gente se de cuenta de que todo ello son herencias de las revoluciones que arruinaron tanto a Rusia como a México, y después de los hombres que se adueñaron de esas revoluciones.
En Enero de 1994 se inicia el plan más cruel de saboteo de las reformas de Salinas que incluyen los asesinatos políticos, guerrillas, y finalmente el fatídico error de Diciembre. Sin embargo, los “malosos”, al igual que los dinosaurios de Rusia que intentaron derrocar a Gorbachev, no midieron sus fuerzas ni las de una sociedad liberada. En México la economía ya no era controlada por el Estado, el PRI ya no estaba totalmente controlado por la nomenclatura tanto que Zedillo anunciaría el triunfo de Fox adelantándose al fraude. Las reformas de Salinas, al igual que las de Gorbachev, habían desmantelado la vieja estructura. México estaba listo para el cambio histórico que se avenía. Eso jamás se lo perdonaría el establishment a Salinas.
Zedillo --a pesar de las presiones de los “conservadores,” después del error de Diciembre, se monta sobre sus ideas liberales para navegar en las tormentosas aguas de la crisis. Aun queriendo regresar al pasado de Echeverría y cia, la senda ya no tenía regreso, la retaguardia estaba cerrada. Las reformas de Salinas—tal vez sin él proponérselo—habían liberado la fuerza de una sociedad reprimida. La nación—estado mexicana como la habíamos conocido durante un siglo, estaba herida de muerte. Durante los 6 años de la administración Zedillista, ya de una manera natural se consolida el derrumbe del establishment para dar paso a la modernidad, para dar paso al individuo liberado al timón de la nave.
O cuando menos fue lo que pensamos. Después de once años de administraciones panistas a medio brazo, el viejo ogro supurando esteroides parece recuperado y, con un empujoncito de parte del narco, se dispone para arropar de nuevo el país con el manto de su repugnante nacionalismo revolucionario, ahora también apoyado por la plebecracia de Jefferson. Pobre Mexico, tan lejos de Dios y tan cerca de la nueva dictadura perfecta ahora armados con I Pods pero cola de dinosaurios.
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