Este 22 de noviembre se inicia la primera fase de la aplicación de la Ley de Costos y Precios Justos
Controles de precios en trance con algún alucinógeno.
Cuando se dice que alguien está enfermo, lo que los occidentales entendemos es que al menos uno de sus sistemas no está funcionando bien. Pasa que en nuestra cultura, la occidental, es perfectamente aceptado entender la salud como un asunto sistémico. Si fuéramos asiáticos, quizás privaría un entendimiento holístico, diríamos “que la persona tiene un desbalance”, y si fuéramos miembros de una tribu indígena o africana no tendríamos ese entendimiento, probablemente explicaríamos la contingencia de una enfermedad como la culpa de un espíritu maligno que se nos ha metido adentro.
Uno de esos africanos, para empezar, tendría problemas en entender que muchas de las enfermedades tienen sus inicios mucho tiempo antes que la manifestación de sus síntomas, tampoco podría entender ningún afán de someterse a chequeos de salud periódicos para prevenir las enfermedades antes que se presenten -¿Para qué exorcizar una persona antes de que el demonio se le meta?-, además nuestro hipotético amigo seguramente tiene la idea de que los tratamientos para las enfermedades produce alivio inmediato, debería tener muchos problemas para entender que a veces es necesario para que un sistema se recupere poner en stress a los demás, que hay medicinas que en verdad te pueden hacer sentir peor mientras te curan.
Entonces nuestro amigo no puede entender nuestra medicina, y por eso acudirá a su médico brujo o chamán de su preferencia, quien seguramente lo pondrá en trance con algún alucinógeno.
Lo mismito que estamos viendo cuando del aumento de los precios se trata, que en vez de tomar la medicina para resolverlo, lo que hacemos es lo peor. Por eso la gente se deja atrapar por el que manda en Venezuela, que en una especie de chamanismo se aprovecha como si se tratara de un espectáculo de “comunicación con el mundo de los espíritus”.
Así se permite decirle (y se lo creen hasta muchos de quienes no le siguen), que “el egoísmo es lo que predomina en el alma y la mente de los grandes capitalistas”… que por eso es necesario “el control de precios en el país… que forma parte de las políticas de intervención del Estado en la economía para la transición hacia el socialismo”, etc., etc., etc.
Digamos entonces que el mandamás venezolano a lo que la lleva -a su gente- es a la imposición de controles de precios en trance con algún alucinógeno.
Pero nosotros sabemos mejor (¿No?), como personas “Ilustradas” casi que es nuestro deber moral servir de guías para quienes no han contado con el privilegio de ser educados, además, es mejor así a la larga, porque que la gente alrededor tuyo acuda al médico brujo, no es bueno para nadie.
Servir de guías, vamos a analizarlo entonces, para ello se me hizo propicio refrescar notas de mi artículo El Médico brujo o chaman de la Pobreza, para intentar responder a esa inquietante interrogación de lo que pide la gente cuando aumentan de precios las cosas. ¿Qué pide la gente?: ¿Diversificación de mecanismos de producción o distribución, baja de aranceles a los productos de importación, etc.?: ¡No!, ¡No!, lo que pide es controles de precios.
Algo malo en el sistema, que debe ser corregido.
Si hay un sistema en el cual se pueden presentar abusos como precios exorbitantes, hay algo malo en el sistema, que debe ser corregido: la razón de porqué el abuso aparece. Puede ser algo tan sencillo como que hay un comercializador privilegiado con el monopolio de la distribución de determinados productos, y se aprovecha de ese privilegio cobrando como guste. La solución entonces es diversificar los comercializadores.
Aritméticamente simple. ¿Qué pasa cuando el gobierno establece el control de precios?: Que la razón del abuso persiste, sólo que el abuso comienza a ser fiscalizado por el gobierno. Es decir: Un agente económico comienza a abusar de un privilegio, la gente se queja, el gobierno interviene fiscalizando el privilegio, y al cabo de un tiempo, se presenta una batalla entre el que detenta el privilegio que desea hacer uso de él, y la gente que no quiere ser abusada.
Pero como la gente recurre al gobierno, que no resuelve el problema, sino que sólo se dedica a administrarlo, termina la gente por darle al gobierno poder omnímodo, y viene entonces el gobierno a aprovecharse de ese poder (privilegio) dándole licencias a sus amigos, poniendo altos los precios de los productos que sus amigos hacen, llevando a la quiebra a sus enemigos, etc.
Y al cabo de un tiempo, no sólo se tiene un gobierno corrupto, sino toda una sociedad corrupta que no sabe de ninguna manera distinta a la de ostentar un privilegio otorgado por el gobierno el lograr “prosperidad” económica; se tiene a la gente resentida por la riqueza de los ricos que proviene de su miseria, y al estado en el papel de azuzador del conflicto para obtener mayor poder.
Muy específicamente en el caso venezolano, si para el que manda en nuestro país su enemigo es la empresa privada, el capitalismo, tan patético que en términos muy claros, lo que se logra es desabastecimiento, quiebra de las empresas, nadie tendrá interés en invertir en Venezuela (tomar en cuenta que somos considerados entre los tres países riesgo para invertir). Por supuesto que el círculo vicioso lleva inexorablemente a crisis espantosas, a miseria indescriptible, al fenómeno de exclusión; a lo que tenemos, pues.
Martha Colmenares
marthaccolmenares@yahoo.com
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