Domingo Choquehuanca era un inca ilustrado que gozaba de la amistad de Bolívar. Son famosas sus palabras pronosticadoras de que su gloria crecería con el tiempo “como las sombras cuando el sol declina”. En 1845, publicó un análisis denominado: “Complemento al Régimen Representativo” para criticar la sumisión del parlamento peruano al Ejecutivo, dadas las “gratificaciones” que repartía este. Ahí explicaba que la libertad individual peligraba porque en “las Cámaras legislativas: (…) no obrarán con libertad” debido a que para la conservación del carácter republicano se requiere, además de luces, una cierta independencia tanto de criterios como económica. De ese mal sufrimos todavía por esta tierra que fue de gracia. La mayoría en la Asamblea —conformada por áulicos que tiene menos votos que la oposición pero son más— emite cheques en blanco al régimen sin importar cuántos desprecios tenga que hacer a la sensatez y a la norma escrita. Por eso acaban de pasar una ley que en la práctica equipara a los fulanos “médicos integrales” a 007. O sea, les da licencia para matar.
También, de un solo plumazo, desvirtúan el fin buscado —que era que practicaran medicina simplificada, preventiva, en las comunidades— cuando los avala para que ejerzan en los hospitales y hasta los autoriza para que realicen especialidades. ¿Cómo, si no vieron siquiera Anatomía, si nunca le pasaron un escalpelo a un cadáver? Fue un desprecio a las escuelas de medicina más serias y a los académicos de la materia, quienes habían alertado acerca de lo peligroso para la salud de esa trapisonda del régimen.
Advirtieron que “más del 80% de los estudiantes de la carrera Medicina Integral Comunitaria asignados a instituciones docentes asistenciales” han tenido un “desempeño poco satisfactorio”; que, por falta de “personal docente capacitado y entrenado en la facilitación y coordinación de programas de enseñanza (…) la formación masiva (…) pone en duda el logro de los objetivos diseñados”; que, aunque la Constitución dispone que “se coordinará con las universidades las políticas de formación de recurso humano en Salud”, se ha excluido a las que tienen “mayor experiencia en la formación de profesionales de la salud y (…) se ha preferido a universidades que en algunos casos no tenían facultad o escuelas de medicina”; que, asimismo, la “Ley del ejercicio de la Medicina (…) establece (…) que para el ejercicio legal de la Medicina es necesaria la obtención del título de Médico Cirujano”.
Uno tras otro, tres ministros y el rector de la UNEFA (título exagerado, porque esa vaina debiera tener un director) salieron a declarar sobre la materia recientemente, como perritos de la RCA Victor (fieles a la voz del amo), ¡ni bolsas que fueran!, trataron de refutar a los que saben de eso.
Una afirmó que los tales médicos integrantes "tienen hasta más experiencia y conocimientos que los profesionales que estudiaron siete años” y que “el Consejo Nacional de Universidades avaló la carrera”. Falso lo primero porque desde primer grado sabemos que tres es menos de la mitad de siete; ergo, no puedes meter en tres años las enseñanzas y las prácticas de siete; cierto lo segundo, pero es que ya sabemos que en ese consejo hay más rectores de universidades “experimentales”, nombrados a dedo por el régimen, que anulan las argumentaciones de los rectores universidades autónomas, elegidos en comicios, por sus méritos, sin importar cuán sensatas sean estas. Ni que las autónomas tienen escuelas de medicina, cosa de las que carecen la mayoría de las “experimentales”.
La minpoposalud fue más lejos. Y hasta un tiro en el pie se dio: afirmó que “estos jóvenes se meten en los barrios y conocen las realidades del pueblo”. Okey, ministra, haga buena su afirmación: ordene que ninguno de ellos esté en los hospitales; déjele eso a médicos mejor formados. Mándelos a todos a reabrir los módulos de Barrio Adentro que los cubanos que huyeron hacia el imperio dejaron solos.
¡Y el rector se la comió! Señaló que ese “programa de estudio es serio porque los estudiantes de Medicina Integral tienen que cubrir 14 mil horas de estudio”.
Saquemos la cuenta. Si fueran cuatro años de estudios —que no lo son porque uno se pierde en escuchar intentos de lavado de cerebro y en ir obligados a las manifestaciones “espontáneas” organizadas en apoyo a Elke Tekonté— serían 3500 horas por año. Casi diez horas TODOS los días del año; cosa que no es real. Porque en Venezuela el año lectivo no llega ni a los 180 días que ordena la Ley. O sea, el rector asevera que los pichones de matasanos pasan ¡19 horas y media diarias estudiando! Sí, Luis…
Los venezolanos deberemos hacer todo lo que sea necesario para que la jugarreta de poner nuestra salud y la de los nuestros en manos de ampolleteros glorificados no progrese. ¡Ni que fuésemos bolsas! O masoquistas…
hacheseijaspe@gmail.com
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