domingo, 6 de noviembre de 2011

FERNANDO OCHOA ANTICH: SIEMBRA DE ODIOS

Una de las estrategias más utilizadas por Hugo Chávez para consolidar su hegemonía política ha sido dividir a los venezolanos en chavistas y escuálidos. Esa prédica le permitió triunfar en varias elecciones. Lamentablemente para el chavismo, ese esfuerzo se ha diluido en el tiempo. Nuestro pueblo es bondadoso por naturaleza y rechaza el odio. Esa división ha dejado de ser un instrumento electoral suficientemente efectivo. En la revisión de la nueva estrategia electoral, el chavismo ha decidido aprobar la ley “para sancionar los crímenes, desapariciones, torturas y otras violaciones de los Derechos Humanos por razones políticas desde 1958 a 1998” y abrir varios juicios contra oficiales de las Fuerzas Armadas que actuaron militarmente durante ese período histórico.
En su afán de querer falsificar la historia, se han dedicado a tratar de destruir los cuarenta años de democracia, el período de mayor avance en todos los órdenes que ha tenido Venezuela en su historia. Es necesario, que las nuevas generaciones de venezolanos conozcan la realidad de lo que fue, por ejemplo, la subversión comunista de la década de los sesenta. Lo primero a señalar es la absoluta legitimidad de los gobiernos de Rómulo Betancourt y de Raúl Leoni. Habían triunfado en unas elecciones plenamente democráticas, con una altísima participación ciudadana. Además, ese período histórico surgió en medio de un amplío consenso político, que se expresó en el Pacto de Punto Fijo y en el gobierno de unidad nacional de esos años.
Esos gobiernos, legítimos, democráticos y populares, fueron de inmediato atacados por la derecha pérezjimenista y la izquierda comunista. Los sectores de la derecha lograron penetrar algunas unidades militares y comprometer a un pequeño grupo de oficiales en algunas acciones subversivas: la invasión de San Cristóbal, el Barcelonazo, el atentado contra el presidente Betancourt y la toma de la Academia Militar. Esos movimientos fueron controlados sin un mayor número de bajas. Dolorosamente el Partido Comunista, que había tenido una valiente actuación contra la dictadura militar, también tomó el camino subversivo. Los alzamientos de Carúpano y Puerto Cabello fueron su primera expresión. La segunda insurrección produjo un elevado número de muertos y heridos.
Fidel Castro apoyó, ideológica y militarmente, el intento subversivo. La primera medida política de estos grupos de izquierda fue la creación del Frente de Liberación Nacional y de sus Fuerzas Armadas. De inmediato se iniciaron operaciones urbanas para asesinar a militares, policías y funcionarios públicos con el objetivo de provocar un golpe de Estado. Eso no ocurrió. Las Fuerzas Armadas, en lugar de insurreccionarse, reaccionaron con gran eficacia militar. El fusilamiento de cinco guardias nacionales en el tren del Encanto, los asesinatos de los doctores Julio Iribarren Borges y Alfredo Seijas, del mayor Francisco Astudillo Suárez, de los subtenientes José Agüero Alvarado y Dámaso Blanco Silverio produjeron una gran indignación en la sociedad venezolana.
El fracaso de la insurrección urbana condujo a un repliegue táctico hacia las zonas campesinas. La mayoría de los insurgentes habían sido entrenados en Cuba, transmitiéndoles la experiencia de la Sierra Maestra. Además, recibieron el apoyo, tanto en armas como en oficiales y soldados, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias cubanas. Al contrario, nuestras Fuerzas Armadas estaban entrenadas, organizadas y equipadas para la guerra regular. Esta debilidad inicial produjo graves reveses militares con un elevado costo en muertos y heridos. Recordaré algunas de esas emboscadas: La Vega, El Arco, El Paso, Cabure, El Cucharo, El Potrero, El Cepo, San José, El Mortero, Pueblo Nuevo, El Naranjal, crucero de Anaco y otras muchas. Aún así, los gobiernos democráticos establecieron la política de pacificación.
No es posible olvidar, para rendirle tributo de respeto a su memoria, el nombre de algunos de los oficiales asesinados en dichas emboscadas: Miguel Ponce Lugo, Félix Álvarez Romero, Juan Bautista León, Abelardo Estrada Vale, Ernesto Sandoval Reverón, Andrés Moreno Uribe, Alberto Verde Graterol, Renato Aguilar Valdivieso, Luis Raúl Díaz y Lino Iribarren Forzán. Es curioso, que la propaganda del régimen hable exclusivamente de los combates de Cantaura, en donde murió el capitán Jesús Ávila Paolini, y del Caño Las Coloradas, olvidando todos los demás. Si se quiere ser justo al aplicar la ley contra el olvido, como la llaman, deben investigarse los responsables de todos los actos de violencia de ese período y no sólo aquellos que les conviene al chavismo. De todas maneras, eso es un absurdo.
Caracas, 30 de octubre de 2011.



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