lunes, 21 de noviembre de 2011

ALEXIS ORTIZ: CORREA Y SU GRAN HERMANO

El viernes pasado asistí en Miami a una conversación con el periodista ecuatoriano Juan Carlos Calderón, en el Instituto Interamericano por la Democracia (IID), que lideran Guillermo Lousteau (Argentina), Carlos Sánchez Berzaín (Bolivia), Karen Hollihan (Ecuador) y Armando Valladares (Cuba), entre otros.
Calderón, prestigioso reportero de investigación con experiencia en los diarios HOY de Quito y EXPRESO de Guayaquil, nos habló de su libro El Gran Hermano, donde revela el tráfico de influencia de los hermanos Correa, Rafael el presidente y Fabricio el negociante, que condujo a este último a acaparar contratos por unos cien millones de dólares, todo con la inocultable aquiescencia del mandatario.
Rafael Correa, como es corriente en los gobiernos del populismo neocomunista, gambeteó la necesaria investigación con atropellos a los periodistas denunciantes Juan Carlos Calderón y Christian Zurita y, por añadidura, a otros que procuraron proteger el interés público, como el diario El Universo y su coordinador de opinión Emilio Palacios.
La arremetida de Rafael Correa contra los periodistas ha servido para desnudar ante el mundo, no sólo la corrupción descarada e impune de su gobierno, sino también su carácter arbitrario y la textura autoritaria de su gestión.
El gobierno de Correa, al igual que los de sus aliados Chávez, Ortega, Morales y los hermanos Castro de Cuba, es un típico fascismo de izquierda o neo comunismo, que a la postre resultan lo mismo. Son regímenes alérgicos a la libertad de expresión, atrapados en una corrupción descarada y en el desenfreno de la represión.
Los valores que identifican a toda Democracia están ausentes de esa clase de gobiernos, veamos:
El principio de Imperio de la Ley, consustancial a la Democracia, no existe porque en esos gobiernos el caudillo, o sea Correa, es la única ley.
No funciona el sistema de división y autonomía de los poderes, porque el presidente, o sea Correa, tiene domesticados a los poderes ejecutivo, legislativo, judicial, electoral y avasallada a la sociedad civil.
No hay respeto a los derechos de la minoría electoral (y de minorías como la indígena).
Las elecciones no son transparentes, por el abusivo control que el poder ejecutivo, o sea Correa, ejerce sobre los organismos electorales.
El libre comercio y la propiedad privada están martirizadas por el acoso de un estado, o sea Correa, tan prepotente como inútil.
Y por si fuera poco se desconoce el principio de alternabilidad republicana, porque Correa quiere eternizarse en el mando; y, lo más abominable, este personaje codicioso no oculta su deseo de enriquecerse sin trabajar, promoviendo demandas millonarias contra sus críticos.
¡Qué Dios proteja a Ecuador del neo comunismo!

alexisortiz@elpolitico.com
jalexisortiz@hotmail.com

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