El dictador Muammar Al Gadafi fue asesinado mientras huía del acoso popular que le reclamaba los 42 años de crueldad. Un fin que no sorprende. Los tiranos, aunque pretendan tener apoyo popular, se vistan coloreado, ofrezcan y engañen a sus pueblos, sean recibidos y abrazados por otros, llenen plazas y ocupen el espacio público a diario, terminan en forma trágica: suicidas, asesinados o encarcelados.
CARTEL EN MADRID |
Algunos desubicados e irresposables “lamentan” el asesinato de Gadafi a quien incluso califican de “mártir” de Libia y de la lucha contra el imperialismo, anunciando que la batalla apenas comienza, mientras el mundo apuesta por la estabilidad y la democratización, después de 42 años de barbarie, consentida por muchos interesados , como suele suceder cuando los mezquinos intereses económicos prevalecen, en perjuicio de los derechos de los ciudadanos.
Con sus declaraciones, el régimen bolivariano insiste torpemente en separarse de la comunidad internacional que considera que el fin de la era de Gadafi abre nuevas e importantes perspectivas de libertad y de progreso al pueblo libio. En un comunicado oficial la Cancillería, al responsabilizar a la OTAN de la muerte del dictador Gadafi, afirma que en Libia “se ha conducido una política violenta de cambio de régimen en violación de los más básicos principios del Derecho Internacional” ignorando deliberadamente las violaciones generalizadas y sistemáticas de todos los derechos humanos y del derecho internacional en general, que implementó libio durante esas cuatro décadas.
Gadafi muere en manos de su propio pueblo. Fue asesinado sin compasión, aquella a la que nunca recurrió mientras dominaba el país. Un proceso justo y el consecuente castigo eran preferibles, pero la violencia de Estado genera irremediablemente violencia popular y odios.
Los tiranos mueren por lo general en forma trágica y desaparecen con el tiempo. Suicidas, como Hitler junto Eva Braun, en su bunker en Berlin, el 30 de abril de 1945. Ajusticiados, como Mussolini junto a Claretta Petacci, en Piazza Loreto, el 28 de abril de 1945. Encarcelados, como Charles Taylor, el una vez poderoso genocida liberiano, quien es procesado por el Tribunal Penal creado por el Consejo de Seguridad de la ONU para conocer los crimenes contra la humanidad y de guerra cometidos en Sierra Leona; o mueren en ella, como el serbio Milosevic, mientras era procesado por la Corte Penal Internacional, por los crímenes cometidos en la antigua Yugoslavia. Otros murieron después, sin condenas definitivas, como Pinochet en 2006 mientras, era procesado por mas de 28 mil casos de tortura, según el Informe Vallech, a pesar de argumentar debilidad mental; o enfrentan la justicia, como Mubarak, de Egipto, quien por 30 años gobernó ese país, ahora procesado por los crímenes cometidos en contra de la población civil, durantes los acontecimientos de febrero de 2011.
Algunos siguen gobernando pero en la mira de la justicia, como el coronel sudanés Al Bashir en el poder desde 1989, quien es solicitado por la Corte Penal Internacional. Otros bajo la mirada de la comunidad internacional, como Robert Mugabe, a quien se le acusa de fraude electoral y de violación masiva de los derechos humanos en Zimbabwe y Mahmud Ahmadinejad cuyo régimen irrespeta las normas internacionales de convivencia pacífica, en particular, las decisiones internacionales que controlan la no proliferación de armas nucleares, promueve la destrucción del Estado de Israel y aplasta la disidencia en el país. Uno bajo observación por el Consejo de Seguridad, Bashar al Asad, dictador de Siria, en el poder desde el 2000, responsable de la represion brutal que ha dejado centenares de muertos en el país. Otros continúan, pero probablemente por menos tiempo del previsto, como Kim Jong II, el “Eterno Presidente” de Corea del Norte, heredero de Kim Il Sung, en el poder desde 1994; Alexandre Lukachenko, de Bielorrusia, en el poder también desde el 1994, llamado el último dictador europeo; y, los hermanos Castro quienes algún dia también tendrán que rendir cuenta ante la jutsicia por los crímenes realizados durante mas de cincuenta años en Cuba.
Los tiranos nunca serán mártires, aunque su fin sea trágico como generalmente lo es. Son simplemente asesinos. La muerte de Gadafi muestra que el poder no es eterno y que ningún gobernante puede apropiarse de las instituciones y de la vida de los hombres, sin que nada ocurra a su alrededor.
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