Según el economista Kenneth Rogoff, son muchos los que consideran a Grecia una segunda Argentina debido al sorprendente paralelismo con "el país que en el 2001 estableció el récord de incumplimiento de pagos más grande del mundo". Al igual que la Argentina, Grecia, al estar en la Eurozona, tiene un tipo de cambio fijo, arrastra una larga historia de déficits fiscales y exhibe una historia aún más larga de incumplimientos de pagos de deuda soberana.
El paralelismo no se limita a una historia compartida de incumplimientos. Hay también otras coincidencias, entre ellas, la falta de credibilidad, dado que nadie confía en las cifras estadísticas de ambos gobiernos. El anterior Estado griego del conservador Kostas Karamanlis, en el poder hasta octubre del 2009, había mentido sistemáticamente sobre los datos que enviaba a Bruselas. El déficit de ese año no equivalía al 3,7% del PIB como había sostenido, sino al 15,4%.
Todos los esfuerzos de la Unión Europea están dirigidos ahora a evitar un nuevo incumplimiento de pagos. La deuda pública de Grecia es de más de 330.000 millones de euros y representa un 170% del PBI. El 27% de ese monto está en manos de los bancos europeos (franceses y alemanes). A ello se debe añadir el enorme déficit presupuestario actual del gobierno (casi del 13% del PBI) y el increíble crecimiento del gasto público –de 45% al 52% del PBI–.
La mayoría de los griegos contribuye a ese esfuerzo haciendo todo lo posible para eludir el pago de los nuevos impuestos creados por el gobierno de Giorgos Papandreou para enjugar el déficit. Mientras los griegos acaudalados transfieren dinero al extranjero (fuga de capitales), la gente común se refugia en la economía sumergida. Se estima que la subterránea en Grecia es del 30% del PBI, una de las más grandes de Europa.
Lo que muchos ignoran es que el partido actualmente en el poder, el Pasok (Movimiento Socialista Panhelénico) fue creado a mediados de los setenta, luego de la caída del régimen militar, por Andreas Papandreou, padre del actual primer ministro, siguiendo un modelo populista. Sus principios, tomados casi literalmente del peronismo, eran: "independencia nacional, soberanía popular y emancipación social". El discurso del Pasok también presentaba el espacio político dividido en dos campos opuestos en donde su base social de trabajadores se movilizaba contra un enemigo declarado: "los privilegiados".
Luego, en la práctica, al igual que en la Argentina, el populismo griego se ha venido apoyando en una consolidada cultura de clientelismo: uso de los fondos del Estado para alimentar al poder político; subsidios de todo tipo; jubilaciones privilegiadas; amigos del gobierno haciendo enormes negocios; y la gente adinerada sacando el dinero del país para evitar pagar impuestos. Grecia no cultiva soja, pero ha podido financiar tanto despilfarro gracias a la recepción de cuantiosos fondos de la Unión Europea, la "soja griega".
Un ejemplo de estos usos es que la Justicia helénica investiga actualmente a 83 dirigentes implicados en partidos arreglados para favorecer a las mafias del juego clandestino. Uno de los principales sospechosos es el presidente de la Liga y del club Olympiakos. Los griegos consideran que este entramado de corrupción no es una novedad y forma parte de una cultura que tiene más de 100 años. Han bautizado este sistema como "el Pasok profundo" y es el que se ha devorado en poco tiempo los paquetes de rescate de la Unión Europea, el último de los cuales ascendió a 110.000 millones de euros.
La pertenencia a la UE fue una oportunidad de desarrollo desperdiciada por los griegos. Si bien se intentó llevar a cabo un proceso de modernización, pronto sucumbió ante las inercias populistas. Según Dimitris Bourantes, profesor de administración de la Universidad de Atenas, se perdió la posibilidad de abrir nuevos mercados porque se mantuvo un Estado ineficiente, corrupto, alimentado con una gigantesca burocracia.
Uno de los rasgos del proceso actual de globalización consiste en que hemos pasado de estar conectados a estar interconectados. La consecuencia es que los valores y la conducta de los países impactan de modo directo sobre sus socios y vecinos, como se percibe claramente en el daño causado a la UE por los anacrónicos hábitos de los griegos. La globalización exige un comportamiento de gestión pública responsable. Los países que no lo perciban a tiempo quedarán expuestos a sufrir consecuencias desagradables, como las que hoy se descargan sobre las cabezas de los perplejos ciudadanos helenos.
http://www.rionegro.com.ar/diario/rn/nota.aspx?idart=721817&idcat=9539&tipo=2
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