Mientras el sector democrático se dispone a escoger en elecciones primarias a su candidato unitario, el gobierno continúa en su camino hacia el establecimiento de un sistema totalitario. Mediante leyes, decretos, y vías de hecho, se construye un tejido perverso en el que sucumben la propiedad, los derechos humanos, la seguridad jurídica y la libertad.
Un entramado de opresión pretende atrapar al descontento creciente de la población en la maraña de la decepción y la impotencia. Y en clara manifestación de vocación dictatorial, la cúpula militar, la dirección política del oficialismo y el propio “Presidente Comandante”, han anunciado que desconocerán por cualquier vía la derrota del oficialismo.
Un entramado de opresión pretende atrapar al descontento creciente de la población en la maraña de la decepción y la impotencia. Y en clara manifestación de vocación dictatorial, la cúpula militar, la dirección política del oficialismo y el propio “Presidente Comandante”, han anunciado que desconocerán por cualquier vía la derrota del oficialismo.
Frente a esta realidad, el liderazgo opositor traza el camino de un difícil proceso, en el que el nivel de complicaciones será aún mayor al acercarnos a los comicios del 2.012. En esta dirección el avance más importante ha sido el compromiso unitario en la ruta electoral logrado por la MUD. Este acuerdo debe ser la plataforma donde se organice y se proyecte el movimiento capaz de desmontar los mecanismos fraudulentos establecidos por el régimen, caracterizados en el secuestro del aparato burocrático, el terrorismo comunicacional, la partidización de la fuerza armada, la violencia, el control del CNE y de las demás instituciones públicas. Sólo unas elecciones realizadas en condiciones confiables para todos, nos permitirán restablecer la vigencia plena de la democracia.
A esa meta sólo podremos llegar, si convertimos el descontento de los ciudadanos en la fuerza que derrote el intento continuista. Para ello la MUD debe ser el punto de convergencia de un gran frente nacional de resistencia. A la MUD le corresponde estructurar la maquinaria que proteja el sufragio y organice las intensas actividades a ser desplegadas en la conquista del voto popular. Le corresponde igualmente a la Mesa de la Unidad ampliar su radio de acción más allá de los partidos que la integran, y extender su convocatoria a todos los sectores que luchan por las conquistas sociales y económicas y por el respeto a los derechos ciudadanos.
A esa meta sólo podremos llegar, si convertimos el descontento de los ciudadanos en la fuerza que derrote el intento continuista. Para ello la MUD debe ser el punto de convergencia de un gran frente nacional de resistencia. A la MUD le corresponde estructurar la maquinaria que proteja el sufragio y organice las intensas actividades a ser desplegadas en la conquista del voto popular. Le corresponde igualmente a la Mesa de la Unidad ampliar su radio de acción más allá de los partidos que la integran, y extender su convocatoria a todos los sectores que luchan por las conquistas sociales y económicas y por el respeto a los derechos ciudadanos.
Como acertadamente lo ha señalado Oswaldo Alvarez Paz, la crisis existente no se puede enfrentar con los parámetros de la clásica campaña en la que el votante escoge libremente al aspirante de su preferencia. Asumir esta línea de acción sería incurrir en una pecaminosa ingenuidad, e ignorar la existencia de una corrosiva dictadura que todos los días destruye los valores comunes de nuestra nacionalidad. Las continuas protestas de los gremios sindicales, profesionales, de los estudiantes y de los ciudadanos en general, no pueden continuar ocurriendo como reacciones aisladas frente a un plan global que desde el poder desgasta la capacidad de respuesta la sociedad civil. Las luchas por esas reivindicaciones no tendrán éxito si no empujan en la dirección de un esfuerzo político colectivo.
La Mesa de la Unidad Democrática ha armonizado exitosamente, los intereses de los partidos en función del objetivo superior del país. Así mismo, en apoyo a este esfuerzo se han establecido plataformas comunes que servirán de guía en el proyecto de gobierno de reconstrucción nacional. Sin embargo, es imprescindible señalar que el mundo de los partidos no es suficiente para abarcar de manera integral a la totalidad del país. Ampliar los espacios de participación tiene que ser el próximo paso destinado a fortalecer la lucha de la disidencia.
Igualmente es necesario definir el papel que deben cumplir en este proceso los precandidatos presidenciales, e identificar desde ya a quienes aspiran la Presidencia de la República, como los encargados de encabezar el liderazgo político. A cada uno de ellos le exige el país definiciones precisas frente a los grandes temas nacionales. Y a todos le reclama la ciudadanía el compromiso de colocarse al frente del combate contra la ofensiva desestabilizadora y anarquizante orquestada por el régimen para disolver la república. Este liderazgo, claro y visible, es necesario consolidarlo con amplitud, coherencia, disciplina y eficacia. El país espera que quienes aspiran la Presidencia de la República emplacen al CNE, sin más retardos, a definir las condiciones de igualdad y transparencia que garanticen la pureza de las próximas elecciones. Y el CNE está obligado a debatir con ellos las bases de un proceso que genere confianza a todos los sectores involucrados en esa contienda comicial. Los precandidatos deben ejercer un papel más activo en la movilización de la ciudadanía, y en el esfuerzo por detener la progresiva destrucción de nuestra economía, el saqueo impune de nuestras riquezas y de nuestros recursos materiales y humanos. A los precandidatos les toca abanderar la lucha por los derechos humanos, la libertad de expresión, la salud, la vivienda, y la seguridad.
Es urgente producir un documento suscrito por los dirigentes democráticos que aspiran la Presidencia de la República, en el que se señale ante la Comunidad Internacional los peligros que se ciernen sobre el país, y se denuncien las medidas totalitarias adoptadas por el actual régimen en su objetivo de destruir la democracia.
El mundo democrático debe estar alerta ante el zarpazo desesperado que pudiera intentar el gobierno, al naufragar su proyecto en medio de la inmensa crisis que vive la sociedad venezolana.
Es urgente ponerle rostros al liderazgo democrático.
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