En una columna ("A diez años del 11S-2001"), de Mercedes Montero, se ve que la "guerra contra el terrorismo" fue una cruzada del estatismo que no es sino la utilización de la violencia, cuyo monopolio tiene el Estado moderno, para "ordenar" a la sociedad, como si no existiera un orden en la naturaleza que, lejos de ordenar, la violencia destruye. "Temimos que... la Casa Blanca fuera atacada... Después de todo... USA es el centro de poder mundial y garantía de su estabilidad". Para los estatistas, la última ratio del orden no es la sociedad, el mercado natural, sino el Estado, en este caso, la Casa Blanca.
Las "medidas de seguridad" estatales han promovido el terrorismo. Cuenta Pat Gilmore, ex piloto de Delta Airlines, que el líder de los terroristas que se estrellaron contra las gemelas, Mohamed Atta, el 26 de julio de 2001 abordó un vuelo que comandaba vistiendo un uniforme de American Airlines, con su identificación, la licencia de piloto y el certificado médico del gobierno, lo que le permitía el acceso a la cabina de mando. Gilmore sabía que Atta mentía, pero como ''portaba toda la documentación'' exigida por el Estado, no pudo tomar ninguna precaución que hubiera abortado el 11-S.
Concretado el acto terrorista con el aval del estatismo, el gobierno decidió "la guerra contra el terrorismo" que, como toda violencia, fracasó y provocó muchísima destrucción. El 11 de septiembre de 2001, el precio del petróleo era de US$ 28 el barril, el gobierno de EE.UU. tenía superávit presupuestario y la economía se recuperaba. Hoy el precio del crudo ronda los US$ 115 el barril, EE.UU. proyecta para 2011 un déficit de US$ 1,58 billones (el más grande de su historia); la economía sigue en graves problemas y las fuerzas militares continúan en guerra combatiendo el terrorismo islámico a un costo sideral en términos económicos (US$ 2 billones, el doble del costo de la de Vietnam), y en muertes en número muy superior a lo que hubiera logrado el terrorismo.
Entretanto, la "comunista" China financia a EE.UU. comprando bonos del Tesoro. Los mercados de acciones asiáticos representan 31% de la capitalización de mercado global, por delante del 25% de Europa y cerca del 32% de EE.UU. China es el mayor exportador global y sus bancos están entre los más grandes del mundo y acaba de convertirse en el mayor mercado de autos del mundo.
Lo irónico es que los Estados combaten con violencia a quienes apoyaron violentamente. Al Quaeda recibió apoyos de la CIA y Khadafy, ahora bombardeado por la OTAN, tuvo importantes contactos con todos. Según The New York Times, la CIA envió a sospechosos de terrorismo a Libia para ser interrogados porque allí se permitía la tortura.
Los autócratas árabes caen violentamente, pero son reemplazados por otros no mucho mejores. A Mubarak lo continuaron los militares que lo sostenían, y Khadafy está siendo sustituido por rebeldes que ya comenzaron a restringir la prensa: el Consejo Nacional de Transición exige una autorización a los periodistas.
Entretanto, en unos seis campos de concentración, se amontonan millares de negros extranjeros acusados de mercenarios. Se les prohíbe abandonar el lugar y muchos fueron golpeados y las mujeres vejadas. Los arrinconó la dictadura khadafista y ahora los retienen los milicianos rebeldes: no hay diferencias entre ellos. No me extrañaría que, entre tanta miseria y maltrato, saliera algún resentido terrorista.
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