Salen a las calles, organizan marchas, plantones y enfrentamientos contra la policía, son los niños malcriados de Chile. Levantan sus banderas: “queremos educación gratuita y de calidad”, “no queremos vivir endeudados”, “el Estado debe garantizar el derecho a la educación”, “la educación no es una mercancía”, se sienten los iniciadores de una gran revolución.
Todo empezó porque Augusto Pinochet echó abajo el viejo sistema de educación pública y gratuita que tanto defendió el comunista Salvador Allende (que se suicidó para no ser juzgado por el daño que le hizo a los chilenos). El viejo sistema de educación pública consistía en que todas las escuelas y universidades de Chile estaban subsidiadas y controladas por el gobierno, era un monopolio educativo donde se educaba a los niños y jóvenes según el interés y la visión del gobierno socialista. Nadie podía salirse de la línea trazada por el Estado pues corría el riesgo de ser clausurado y vetado para enseñar. Naturalmente los resultados de esa educación gubernamental fueron nefastos: solo tres de cada cien niños lograban alcanzar un título universitario; los pobres ni soñando llegaban a la universidad, si acaso sólo terminaban la instrucción primaria; todos eran educados para ser empleados pues les enseñaban a odiar a los empresarios; empobrecimiento intelectual con décadas de retraso respecto a lo mejor de la ciencia; odio al capitalismo y amor al socialismo; adoctrinamiento marxista que se ajustaba a las necesidades de Salvador Allende para perpetuarse en el poder, como lo hacen todos los dictadores comunistas.
Augusto Pinochet sabía que tenía que desmantelar ese viejo sistema de monopolio educativo como requisito ineludible para lograr la prosperidad de los chilenos. Decretó que todo el que quisiera educarse en las universidades públicas tenía que pagar por su educación. Por increíble que parezca, con este decreto se eliminaba un sistema inmoral e injusto. En efecto, cuando las universidades eran “gratuitas” en realidad los costos se los cargaban a los chilenos pobres, los que no se podían defender del fisco y que nunca llegarían a las universidades, y quienes realmente las aprovechaban, sin pagar un centavo, eran los alumnos cuyas familias tenían buen poder adquisitivo. En otras palabras: los pobres pagaban la educación de los ricos, la vieja paradoja de la gratuidad. Cosa que nunca le gustó a Augusto Pinochet.
A los estudiantes ricos no les afectó el decreto pues tenían con qué pagar. A los alumnos que no eran tan ricos, Pinochet les ofreció financiamiento. Estos alumnos “de escasos recursos” podían acudir a un banco que les prestaría para pagar la colegiatura y para solventar sus gastos de libros, alimentos, transportes y más. De hecho, nadie podía alegar que por falta de recursos no podía estudiar y lograr un título universitario, pues tenía todo el financiamiento necesario, claro, luego tenían que pagarlo. Los padres de familia, realmente estaban contentos con el sistema de Pinochet, pues ya no tenían que preocuparse demasiado por cubrir los gastos de sus hijos universitarios. Con el sistema de Pinochet, el derecho a la educación está más que garantizado pues basta que cualquier joven decida entrar a una universidad y es bien recibido, como cualquier cliente que entra a una tienda.
Si todos estaban contentos, ¿por qué estalló la violencia de los estudiantes chilenos contra el gobierno? Veamos.
La demanda de gratuidad de la educación significa, en realidad, pasarles la cuenta a los chilenos pobres. Pero, si yo me como una hamburguesa, ¿por qué la debe pagar mi vecino? Es una demanda propia de niños malcriados, caprichosos e ignorantes.
Que la educación sea pública quiere decir que la burocracia gubernamental retome el control total y decida lo que deben aprender los niños y jóvenes. Es el modelo soviético que ya demostró que así se destruyen los talentos. ¿Los estudiantes defendiendo el monopolio educativo del Estado? ¡Qué absurdo!
Querer educación gratuita y de calidad significa que no comprenden que estos conceptos son opuestos, contradictorios. Si es educación gratuita, necesariamente tiene que ser educación pobre, carente de calidad, como se demuestra en cualquier país donde impera ese sistema, sea en Francia, Cuba, Corea del Norte o México.
Que la educación no debe ser considerada una mercancía. Significa que el alumno no debe tener derecho de elegir; que debe aceptar la imposición del Estado. ¿Eso quieren?
Por ahora, los estudiantes chilenos dejan un mal sabor de boca pues enarbolan demandas absurdas que impactan contra ellos mismos y contra el pueblo chileno.
En el fondo, confío en la buena razón del alumnado y por eso busco la explicación en otro lado.
Mi conjetura es que la izquierda chilena, los marxistas y comunistas quieren renacer su movimiento y obstaculizar las reformas del presidente Sebastián Piñera, a quien tachan de neoliberal, derechista y antimarxista.
Los izquierdistas quieren que las universidades regresen al sistema de subsidios directos del gobierno pues así les basta llegar a los puestos de dirección y tendrían un arca enorme de recursos públicos que pueden usar para organizar la vuelta al socialismo.
Los marxistas quieren que las universidades vuelvan a ser centros de adoctrinamiento “para luchar contra los burgueses, los empresarios y contra el sistema capitalista y neoliberal”. Así es como piensan cumplir las promesas juradas en el Foro de Sao Paulo y hoy se sienten muy fortalecidos con la izquierda en el poder en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Perú, Argentina y otros.
Sebastián Piñera, el presidente de Chile, debe dar una lucha sin cuartel contra estos comunistas. Pero esa lucha debe ser fundamentalmente en el terreno de las ideas. Piñera debe rodearse de los mejores intelectuales con pensamiento austriaco para rebatir punto por punto las demandas absurdas de la izquierda puestas en boca de los estudiantes. A los delincuentes que queman tiendas y destruyen propiedades les debe hacer que paguen todos los daños pues la tarea fundamental de un gobierno liberal debe ser la defensa sagrada de la propiedad privada.
El mundo libre se encuentra amenazado y lo menos que puede hacer la gente que cree en la libertad del ciudadano, en los mercados libres y en el capitalismo es defender a Chile para que no se instale otra bandera más de los comunistas. FIN. 28agosto2011
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