El gobierno acaba de contratar sendos préstamos por cinco mil millones de dólares cada uno con Rusia, China y Brasil. La Asamblea Nacional tiene el dudoso mérito de exhibir la ley aprobatoria del endeudamiento externo como su único logro legislativo en el período.No se ha informado ni a la Asamblea ni al país cual es el plan de obras, su cronograma de ejecución y de pagos, que amerita el endeudamiento. Se ignora por lo tanto el destino de los préstamos.Esta circunstancia conforma un endeudamiento ilegal y eso lo saben los prestamistas, como lo sabe el Ejecutivo y los diputados que alzaron sus manos para aprobarlo.El segundo paso para obtener el desembolso es garantizar a los prestamistas que la República no desconocerá la acreencia y para ello es necesario que el gobierno en una demostración de que la soberanía no reside en el pueblo, sino en el gobierno, lo haga patente.Esa demostración que arranca la soberanía del pueblo se ejecuta gritando “en ejercicio de la soberanía vamos a sacar las reservas internacionales del imperio y las vamos a colocar en Rusia, China y Brasil”.Nunca en la historia de una nación se había visto un préstamo obtenido con caución real, es decir, nuestras reservas estarán en manos de nuestros acreedores. Ya hace unos días la prensa había informado sobre el descenso espectacular de las reservas operativas, que se inició tiempo atrás desde que el teniente coronel le participó a los sub-directores del BCV que él definía, en otro arrebato soberano, cual era el nivel adecuado de reservas.La solicitud llega a la Asamblea sin las firmas del Ministro y del Presidente. Como se ignora el destino del billón de dólares que ha recibido la República durante el presente régimen, quizá para éstos 15 mil millones, se necesite únicamente para que lo apruebe la Asamblea la firma de alguno de los beneficiarios. ¿Fidel?Por primera vez en nuestra historia la Constitución dispuso que “las competencias monetarias del Poder Nacional serán ejercidas de manera exclusiva y obligatoria por el Banco Central de Venezuela”, frase premonitoria que advertía que el gobierno bolivariano se proponía envilecer la moneda.
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