La vía China para el desarrollo es pragmática, comienza con el concepto de mejorar la productividad, continúa con mejorar la vida de la gente y termina con todo lo que contribuya a incrementar la fortaleza del país. En ese matrimonio de un gobierno comunista y una estrategia de crecimiento económico, el final del camino será la democracia; por la universalización de lo cotidiano y el inmenso intercambio de ciudadanos y mercancías, que hace del mundo un pañuelo.
Cuba, a su vez, se ha tardado cincuenta años en darse cuenta, pero entre las inevitables contradicciones de recuperar el terreno destruido y los espacios denegados, surge una programación de apoyo a la pequeña y mediana industria y la distribución de bienes característicamente capitalista. En la isla están conscientes que no se puede sobrevivir con la ayuda venezolana, las remesas y el turismo europeo; por ello se han visto obligados a realizar un salto hacia adelante, ya que estaban de cabeza y ahora empiezan a apoyarse en los pies. El sentido común volvió a la isla y el tiempo de los dinosaurios está pasando.
La oposición todavía no entiende al enemigo que tiene enfrente, quizás por su capacidad histriónica e increíble improvisación; sobre la marcha surgen empanadas, arepas y el socialismo del siglo XXI, que si exigieran bajo pena de terribles sanciones definir cuál es su contenido, sería imposible hacerlo, porque es un sancocho donde se mezclan izquierda, derecha, militarismo, populismo y comunismo. De allí que lo que tenemos es capitalismo de Estado, dueño de casi todo y el absurdo de más y más empleados públicos, con la particularidad que la mayoría quiere trabajar con el sector privado, porque en el fondo de su corazón los funcionarios se acuestan y se despiertan con temor.
El régimen se maneja desde la inestabilidad porque se siente cómodo con tantos recursos financieros, el control de todos los poderes y un autoritarismo impregnado del toque totalitario que rechaza la dialéctica de la democracia, ya que ésta sí rinde cuentas a cada décima de segundo a través de los medios de comunicación y la comparecencia de los funcionarios en el Parlamento, donde se interroga sobre las políticas, aciertos, errores y abusos de poder. En cambio este Gobierno no tiene interlocutores sino funcionarios sumisos, desconoce la división de poderes y criminaliza a quien proteste, sea quien sea. Definitivamente es vertical y la horizontalidad es la esencia del diálogo, la comunicación y los ajustes que deben practicarse frente a la crítica.
La discusión no consiste en determinar el grado de la enfermedad, sino que el paciente ha perdido poder real, aunque sigue siendo el único protagonista de su propio drama, el escenógrafo y el que traza las pautas del oficialismo y la oposición.
Esta es la oportunidad de recuperar espacios, responder las afirmaciones sin sustento del oficialismo, proponer ideas prácticas y de sencilla ejecución, en fin, resolver los requerimientos básicos de los ciudadanos, a través de las gobernaciones y alcaldías opositoras.
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