Finalmente, nuestro gobierno pagó 170 milloncitos de dólares para que nos espiaran hoy, por siempre y para siempre. Entonces, por el camino que vamos, los que terminaremos de jamarnos un cable seremos los venezolanos. ¡Que volá!
La empresa cubana Albet Ingeniería y Sistemas está en capacidad de manipular los millones de datos que nuestro gobierno le entregó para la elaboración de las nuevas cédulas electrónicas gracias a un convenio secreto. Una vez más a los venezolanos nos dejaron en la calle y sin llavín, como se diría en buen cubano.
Ahora bien, en una aldea todos se conocen, con las ventajas y desventajas de saberse conocidos: acompañados y observados. No hacen falta credenciales.
Así, la identificación es un control social ejercido por todos. La "base de datos" sobre quién es quién está en la memoria de cada uno de nosotros. Identificarse ante extraños es una necesidad que aparece con los viajes y las grandes ciudades, donde todos se vuelven desconocidos.
La chismografía que acompaña a las personas de la farándula recupera algo de la vida aldeana, con una diferencia notable: la falta de reciprocidad. La multitud que adora a un cantante (y desea saber cosas de su vida personal) es impersonal, a diferencia de la aldea. Los fans no se conocen entre sí, ni pueden ser conocidos por su ídolo. Por ello, John Lennon muere sin saber quién es el fan que lo reconoce y le dispara.
Esta asimetría tiene otra forma en el caso del poder.
Los políticos televisados son como los cantantes: reconocibles y atacables; pero los que ejercen el poder desde la burocracia anónima son desconocidos que pueden observar sin ser observados, investigar sin ser investigados, responsabilizar sin responsabilizarse. Cualquier persona está expuesta a que las autoridades la fotografíen, la fichen, la extorsionen, la secuestren o la maten impunemente.
Teóricamente, responden del poder que recibieron; pero se las arreglan para responsabilizar a sus víctimas y a todos los ciudadanos.
Según Ilsen About y Vincent Denis ( Histoire de l’identification des personnes), el uso masivo del carnet de identidad apareció en el siglo XX. De los expedientes delictivos se pasó a los ficheros policíacos centralizados, y de ahí al registro obligatorio de todos los posibles delincuentes: vagabundos, gitanos, extranjeros.
La Sociedad de las Naciones (antecesora de la ONU) propuso un sistema internacional de pasaportes y visados para los refugiados, apátridas, emigrantes o viajeros. Hitler creó un carnet racial (que facilitaba la discriminación y el genocidio), Stalin un pasaporte interno (que impedía viajar sin permiso o cambiar de empleo sin permiso). En la Francia ocupada por los nazis se creó una cédula de identidad para todos.
Así se fue pasando del control de las excepciones al control total. Toda persona es sospechosa mientras no demuestre lo contrario. En muchos países no existe cédula de identidad (o desapareció) precisamente por eso: porque tiene un tufo totalitario.
Finalmente, nuestro gobierno pagó 170 milloncitos de dólares para que nos espiaran hoy, por siempre y para siempre. Entonces, por el camino que vamos, los que terminaremos de jamarnos un cable seremos los venezolanos. ¡Que volá!EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA
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